Yerbas con jacarandas
Ha pasado ya este mes largo y lluvioso y se dispone de una ma?ana tan luminosa como festiva, una ma?ana que invita a dar una vuelta por Jerez de la Frontera como quien hoy comienza su ruta por la Calle Larga, deja atr¨¢s el convento e iglesia del g¨®tico tard¨ªo dedicado a Santa Mar¨ªa. Si gusta, tome un respiro ante la fachada obra de Juan de Ribera y pase a ver la siller¨ªa con la escultura de San Bruno esculpida por Jos¨¦ de Arce y el claustro de Mart¨ªnez Monta?¨¦s. Esto le dejar¨¢ satisfecho en cuanto al arte sacro del XVI y XVII. Adelante por la breve calle Lancer¨ªa, entrar¨¢ en una enorme plaza, coraz¨®n de la ciudad: la del Arenal, lugar donde antiguamente se celebraban torneos y que ahora aloja al monumento ecuestre del dictador militar Miguel Primo de Rivera firmado por Mariano Benlliure. No deja de ser parad¨®jico que frente a la estatua est¨¦n las sedes de sindicatos como CNT, localizadas junto a los arcos que hace diez a?os recuper¨® el Ayuntamiento, ¨²nicos que quedan en la ciudad.
La plaza est¨¢ empedrada de guijarros diminutos y adoquines que enmarcan al conjunto de cantos rodados
Ya casi se llega a la plaza de la Yerba cuando, comenzando a bajar una calle peatonal de poca pendiente, pasa por la Puerta Real donde tiene capilla uno de los Cristos m¨¢s visitados de Jerez. Hay que detenerse y pasar a un zagu¨¢n, no iglesia, donde en una hornacina grande y acristalada se encuentra el busto de tan venerada advocaci¨®n siempre acompa?ada por alguien que reza en tan reducido lugar, unos cinco metros cuadrados. En silencio contemple la morena talla vestido con h¨¢bito de penitencia que puede tener sus buenos cuatro siglos. Delante, una peque?a Virgen vestida con Ni?o igualmente ataviado con ropas m¨¢s bien pastoriles. Hasta aqu¨ª todo ser¨ªa normal si no fuera por la cantidad enorme de exvotos que se ven tanto dentro como fuera de la capillita: trenzas, pelo suelto, botas ortop¨¦dicas, pr¨®tesis diversas y, sobre todo, pies y piernas; muchos pies y piernas o art¨ªculos -muletas y bastones-, destinados a la locomoci¨®n. Se ve que este Cristo tiene preferencia por los milagros pedestres, que a usted no le har¨¢n falta para andar los cuatro o cinco metros que le separan de la buscada plaza. Est¨¢ tan cerca y tan integrada en la Puerta Real que ¨¦sta y aquella se puede decir son la misma cosa.
El recinto es de forma trapezoidal y desde donde se entra se aprecia, mirando a la derecha, la fachada lateral del Ayuntamiento. Si siguiera este muro donde se observan arbotantes neocl¨¢sicos, dar¨ªa con sus huesos sin darse cuenta en la Plaza de la Asunci¨®n donde, aparte de la puerta posterior del Consistorio, est¨¢ la iglesia rom¨¢nico-g¨®tica de San Dionisio. Pero como quien ha venido quiere visitar la Yerba se contiene y, mirando a su izquierda, encuentra una de las m¨¢s antiguas tascas de Jerez: la de la Cruz Blanca. Junto a ella dos casas de porte neocl¨¢sico: tres plantas con miradores acristalados de hierro colado, una, y de madera la otra. Tras estas dos edificaciones se halla la peque?a Plaza del Progreso que dejar¨¢ sin visitar para fijarse en lo que queda al frente: La muy antigua cristaler¨ªa Quevedo, sobre ella y el bazar adjunto, m¨¢s reciente, balcones neocl¨¢sicos con alg¨²n toque anterior de plateresco tapados en varios lugares por los troncos y copas de las alt¨ªsimas viejas jacarandas. Hay una decena en la umbr¨ªa plaza empedrada de guijarros diminutos y adoquines de granito que enmarcan, de trecho en trecho, al conjunto de cantos rodados. Es, como dice Isabel, una vecina, el pavimento medieval de toda la vida, de todo el barrio. Porque es aqu¨ª, seg¨²n esta y otras fuentes, donde empieza la aut¨¦ntica juder¨ªa y la ciudad medieval antigua que fue entonces tan importante como hoy desatendida. Algunos faroles adosados a las paredes luciendo, oxidado, el escudo jerezano, un par de farolas y otras tantas papeleras componen el mobiliario urbano del lugar. Por eso, para disfrutar del ambiente sosegado y recoleto, har¨¢ bien sent¨¢ndose en un taburete de madera frente a una mesa del mismo material y hasta remota fecha de nacimiento de la taberna La Cruz Blanca. Pida, tanto si va solo como acompa?ado, una copa de cualquier caldo criado en esta pr¨®diga tierra y algunas de las especialidades que, en forma de marisco, le traer¨¢ el camarero: ca?aillas, langostinos, gambas, bocas, camarones o cualquier otro fruto de mar que se le antoje. Despu¨¦s, cumplido el sabroso tr¨¢mite puede pasar al sencillo interior y charlar con el due?o y su parroquia.
Ellos le atender¨¢n y as¨ª se podr¨¢ enterar de que Antonio Quintero, el patr¨®n, lleva aqu¨ª trabajando desde hace veinticuatro a?os, aunque el establecimiento fue abierto en 1933 por don Emilio Gonz¨¢lez, luego pas¨® a cooperativa hasta que Antonio se hizo con la tasca marisquer¨ªa que tambi¨¦n fue taquilla futbolera.
'Por aqu¨ª han pasado Lola Flores, el Fari, Paco Cepero, Jos¨¦ Merc¨¦, el torero Galloso, Mart¨ªn Pareja Obreg¨®n, Jos¨¦ Mar¨ªa Monsalve o Paco Gand¨ªa, que una de las veces que vino a comer ca?a¨ªllas con su se?ora quiso pagar, pero como aqu¨ª hay que abonar cada cosa en una caja distinta, el c¨®mico, harto de trasladarse, dijo: este bar tiene m¨¢s cajas que una funeraria'. Cuenta el jefe que tambi¨¦n es experto fot¨®grafo de Semana Santa como lo atestiguan las im¨¢genes del Cristo de la Soledad, llamada popularmente El Pegasso por su tama?o, como le har¨¢ ver Juan Merch¨¢n Merch¨¢n, que apoya la creaci¨®n de una nueva cofrad¨ªa para la gente joven.
Antes de que sea demasiado tarde desp¨ªdase, cruce la empedrada plaza y pare, asombrado, ante los escaparates de Quevedo. Ah¨ª ver¨¢ los ¨²ltimos aut¨¦nticos soldaditos de plomo, mu?equitos flamencos de barro, un diccionario junto a un abrecartas y una botella de T¨ªo Pepe. En fin, una organizada heterogeneidad de objetos en un marco de mediados del siglo XX. En esa fecha fund¨® Manuel Quevedo la cristaler¨ªa, tras cuyo mostrador le atender¨¢ su nieto Francisco. 'Esto siempre ha estado como lo ven, lo malo es la carcoma, no hay manera de poder con ella' dice Paco antes de revelar que son proveedores de la Casa Real a trav¨¦s de un tipo especial de vaso, destinado a ser forrado de cuero y luego usado durante las cacer¨ªas en el campo.
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