El mal japon¨¦s
La intensidad con que ha sorprendido a propios y extra?os la desaceleraci¨®n de la econom¨ªa estadounidense, y las amenazas asociadas a los importantes desequilibrios financieros que presenta el sector privado, ha estimulado la b¨²squeda de analog¨ªas y paralelismos dentro y fuera de ese pa¨ªs. Jap¨®n, en los noventa, es el caso m¨¢s evocado recientemente por los analistas m¨¢s agoreros, apoyado, adem¨¢s, en la renovada intensificaci¨®n de las dificultades en su sistema bancario. En ambos casos la desaceleraci¨®n de la econom¨ªa estuvo precedida de una larga e intensa fase de expansi¨®n, alimentada por un crecimiento excesivo del cr¨¦dito al sector privado y con un reflejo excesivo en los mercados de activos cuya depreciaci¨®n posterior origin¨® severas p¨¦rdidas de riqueza, agudizando la inhibici¨®n de las decisiones de gasto de las familias y las de inversi¨®n de las empresas, de consecuencias suficientemente conocidas en el caso japon¨¦s.
El sistema bancario japon¨¦s sigue siendo una r¨¦mora para la recuperaci¨®n del pa¨ªs y una amenaza para el resto del mundo
Ah¨ª terminan los denominadores comunes m¨¢s significativos. Es cierto que uno de los principales peligros que subyacen en la esperada transici¨®n de la desaceleraci¨®n estadounidense a una normalizaci¨®n de la confianza de los agentes y, en definitiva, del ritmo de crecimiento de la econom¨ªa, es la capacidad de los mismos, en particular de las familias, para hacer frente a un servicio de la deuda relativamente elevado cuyas garant¨ªas han experimentado una gran p¨¦rdida de valor en los ¨²ltimos meses. La mayor dependencia japonesa del comportamiento de los precios inmobiliarios (deprimidos en m¨¢s de un 80% desde sus m¨¢ximos a principios de los noventa), tambi¨¦n es un factor diferencial de importancia. Pero, a diferencia de lo ocurrido en Jap¨®n, la salud con que el sistema crediticio aborda esa transici¨®n es bien distinta a la que afront¨® la banca japonesa. Todav¨ªa hoy ese sistema bancario sigue siendo una r¨¦mora para la recuperaci¨®n de aquella econom¨ªa y una amenaza para el resto del mundo. El respaldo p¨²blico no es suficiente para mejorar las calificaciones crediticias de las entidades, impropias muchas de ellas de la segunda econom¨ªa del mundo, ni para eliminar completamente el riesgo de una nueva crisis bancaria.
Forzar el paralelismo sobre la base de las recientes dificultades del Bank of America es m¨¢s que una osad¨ªa. Los problemas del mayor banco estadounidense por n¨²mero de oficinas, adem¨¢s de no ser representativos del conjunto del sistema, tienen menos que ver con la discontinuidad c¨ªclica en curso que con la singular gesti¨®n de la expansi¨®n llevada a cabo en los ¨²ltimos a?os. Sin menoscabo del deterioro que registre la cartera de cr¨¦ditos de la banca americana, su extensi¨®n estar¨ªa lejos de generar esa inestabilidad sist¨¦mica que preside el comportamiento del sistema financiero japon¨¦s desde hace m¨¢s de diez a?os.
El contraste m¨¢s acusado, adem¨¢s de la posibilidad de aprendizaje que ha brindado el mal japon¨¦s, tiene lugar en la capacidad de respuesta de la pol¨ªtica econ¨®mica: en el margen de maniobra de la misma y, desde luego, en la voluntad de las autoridades de emplearlo. Las dos decisiones de la Reserva Federal de reducci¨®n de los tipos de inter¨¦s, en un punto en menos de treinta d¨ªas, contrastan con la timidez del Banco de Jap¨®n y con el escaso recorrido a la baja de que dispone el precio del dinero. La disposici¨®n de la Fed a seguir suministrando tantas dosis de est¨ªmulo monetario adicional como sean necesarias y la equivalente de la nueva Administraci¨®n a reducir impuestos permiten anticipar un desenlace bien distinto al que ha dominado la econom¨ªa japonesa en esta d¨¦cada perdida.
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