Un sindicalista en El Valle del Oro
Los trabajadores de ETown son los primeros 'empleados.com' de EE UU que intentan unirse a una central, pero no es un movimiento general en Silicon Valley
ETown es una modesta tienda electr¨®nica que est¨¢ al borde de la quiebra, como otras muchas, pero hay algo que la convierte en ¨²nica: ha hecho compatibles, por primera vez, las palabras Silicon Valley, puntocom y sindicato. Una veintena de trabajadores de esta empresa de San Francisco est¨¢ intentando crear lo que ser¨ªa el primer sindicato en una compa?¨ªa de Internet y, aunque la empresa ha despedido a cuatro de ellos e intenta convencer al resto de que la salvaci¨®n de ETown es incompatible con su sindicaci¨®n, los trabajadores y los organizadores de la central siguen empe?ados en conseguir su objetivo, incluso aunque la empresa quiebre. Los medios estadounidenses han convertido a estos trabajadores en s¨ªmbolo de una incipiente lucha sindical en mitad de la individualista Silicon Valley, lo que ha sorprendido a los propios sindicalistas: 'Lo bonito del caso de ETown es que, por primera vez, hemos provocado una discusi¨®n en El Valle', explica Bill Wyland, el organizador del sindicato de los Trabajadores de Comunicaciones de Am¨¦rica (NWA) que lleva el caso ETown.
Los trabajadores de la puntocom cuentan que llevaban m¨¢s de dos a?os exigiendo a sus directivos una jornada laboral de 40 horas o, en su defecto, el pago de las horas extras, y que algunos beneficios prometidos (como pagas en Navidad) nunca fueron cumplidos. El primer paso fue esperar a que las cuentas de la compa?¨ªa mejoraran. El segundo fue reclamar. El tercero fue llamar al sindicato.
El trabajo de la central no fue sencillo. Wyland es un treinta?ero atractivo que lleva traje y corbata, lo que, en principio, no encaj¨® en los esquemas de los trabajadores de ETown. 'Llevo a?os escuchando eso de '?por qu¨¦, tienes alg¨²n problema?', cuando digo que soy sindicalista', explica. Por eso, y porque ETown estaba plagado de j¨®venes 'extremadamente individualistas y competitivos', Wyland tuvo que plantearse el caso Etown de otra manera. El sindicalista cuenta que los trabajadores hac¨ªan preguntas sobre qu¨¦ decisiones pensaba tomar la central, 'sin darse cuenta de que depend¨ªa de ellos', y que no sab¨ªan cu¨¢l era la labor del sindicato, ni en qu¨¦ pod¨ªa ayudarlos, ni hasta d¨®nde pod¨ªa llegar. As¨ª que Wyland form¨® una especie de club al que llam¨® Etown United; los trabajadores sal¨ªan, tomaban copas en el bar donde uno de ellos pinchaba m¨²sica y chateaban, es decir, discut¨ªan por Internet la conveniencia de plantear a los directivos una votaci¨®n para unirse al sindicato. El ¨²ltimo paso, y el definitivo, fue la votaci¨®n entre los propios empleados. 'El 80% de ellos vot¨® a favor de la sindicaci¨®n, lo que rompe muchos mitos', explica Wyland. 'Son trabajadores j¨®venes y de la industria de la alta tecnolog¨ªa, el tipo de personas que los expertos y los analistas dec¨ªan que los sindicatos jam¨¢s podr¨ªamos organizar', a?ade
Cuatro despedidos
Cuatro empleados fueron despedidos por actividad sindical, una decisi¨®n que a¨²n est¨¢ en los juzgados, al igual que la votaci¨®n, que la compa?¨ªa ha conseguido aplazar. 'Pero hemos demostrado que los trabajadores y los sindicatos son distintos de lo que los americanos piensan', dice Wyland.
No es tan simple, en todo caso. Los intentos de sindicaci¨®n han surgido s¨®lo despu¨¦s de los problemas, y adem¨¢s, en cuanto la cuesti¨®n ETown trascendi¨® a los medios de comunicaci¨®n, los chats de la red se plagaron de mensajes pidiendo a los sindicatos que se mantuvieran 'fuera de la nueva econom¨ªa', y asegurando que eran s¨®lo 'reliquias del pasado'. 'En un 85% han sido mensajes negativos', reconoce Wyland. La reacci¨®n est¨¢ en consonancia con las cifras. Seg¨²n los datos de la NWA, s¨®lo el 13% de los trabajadores estadounidenses est¨¢ sindicado, y la cifra desciende al 9% si se habla del sector privado. Nadie sabe o quiere comentar las cifras del sector de la tecnolog¨ªa, pero todo indica que son muy inferiores. 'Los sindicatos, simplemente, no nos gustan en Silicon Valley', dice un emprendedor de San Jos¨¦. 'No s¨¦ por qu¨¦, pero los trabajadores no creen en ellos', a?ade. 'Creen', confirma Wyland, 'que s¨®lo queremos proteger a los trabajadores vagos y que vamos a limitar la productividad, la innovaci¨®n, los salarios'. Wyland reconoce que gran parte de la culpa de esta imagen la tienen los propios sindicatos, y que se necesita 'un cambio cultural' en las centrales y m¨¢s coordinaci¨®n en el ca¨®tico panorama sindical estadounidense, para que los trabajadores de Silicon Valley identifiquen sindicatos con derechos y no con el fin de sus privilegios.
A ETown le han seguido otros intentos de sindicaci¨®n en Amazon e IBM, y las centrales creen que habr¨¢ m¨¢s, aunque reconocen que, hasta que el panorama de las puntocom se aclare y los trabajadores dejen de rotar de trabajo en trabajo, no les interesa demasiado entrar en estas empresas. 'A¨²n somos un negocio, tenemos que gastar tiempo y recursos en las campa?as, y no podemos montar un sindicato en una puntocom para que luego quiebre', explica Wyland.
Internet, culpable de los apagones
Ha sido algo as¨ª como la segunda plaga de Silicon Valley. Despu¨¦s del crash de las compa?¨ªas de Internet, un problema mucho m¨¢s b¨¢sico, y al parecer m¨¢s preocupante, ocupa las mentes de los empresarios de El Valle: la falta de electricidad. La ca¨®tica desregulaci¨®n el¨¦ctrica ha dejado a este Estado sin energ¨ªa para subsistir y obligado a comprarla a otros para evitar los apagones. Los cortes de luz que se sucedieron en todo el Estado durante la primera quincena del a?o provocaron p¨¦rdidas millonarias en las empresas de Silicon Valley. Intel y Compaq han amenazado, incluso, con dejar de invertir en California -aunque no salir de ella, como se lleg¨® a insinuar- si contin¨²an los problemas. Pero lo que ha llevado al colmo de la indignaci¨®n a los empresarios de El Valle, que no est¨¢n para bromas, es la publicaci¨®n de un informe semioficial que culpa a Internet y a su excesivo uso en la zona de los problemas el¨¦ctricos, por consumir el 8% de la electricidad estadounidense, pero olvidando que la demanda de electricidad en California s¨®lo ha crecido un 2% en los noventa.
Muchos de los trabajadores despedidos de las puntocom se han tomado las cosas con humor. De ah¨ª el triunfo de cr¨ªtica y visitas de la web Fucked Company, o compa?¨ªa jodida. Esta p¨¢gina se nutr¨ªa, en principio, de cotilleos sobre puntoscom con problemas, pero su inmensa popularidad la ha convertido en web de consulta diaria para la prensa, porque los empleados mandan a Pud -el joven que gestiona la web- las cartas de despido o circulares internas anunciando los problemas de sus propias empresas. Pud es Philip Kaplan y trabaja y vive en Nueva York, pero el pasado 23 de enero celebr¨® una fiesta en San Francisco a la que invit¨® a todos sus lectores en Silicon Valley, 'antes conocido como el centro del mundo'. Acudieron unas 400 personas y, aunque el acceso a Pud estaba tan restringido como si fuera una estrella de cine, algunos invitados se fueron del bar Enmienda 21 con trabajo: gran parte de los asistentes eran cazatalentos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.