Defensa contra misiles

Ante la firme intenci¨®n de EE UU de desarrollar y desplegar un escudo contra un ataque limitado de misiles bal¨ªsticos, los europeos se muestran ahora resignados. Aunque habr¨¢ tiempo para saber si los europeos quieren participar en su desarrollo o en su despliegue, como ofrecen los norteamericanos, no hay duda de que el programa NMD (Defensa Nacional contra Misiles) va adelante, con el pleno apoyo de republicanos y dem¨®cratas. Ahora bien, ni siquiera se sabe si llegar¨¢ a funcionar cuando sea operativo dentro de 10 a?os.

Es significativo que el primer desplazamiento al extranjero de un ministro de Bush haya sido el del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, para trasladar estos mensajes a Europa: a la Conferencia anual de M¨²nich sobre Pol¨ªtica de Seguridad. La decisi¨®n final llegar¨¢ en los pr¨®ximos meses para un programa cuyo coste puede superar los 15.000 millones de d¨®lares en 10 a?os. Aunque sea s¨®lo una quinta parte de lo programado para la guerra de las galaxias de Reagan, es una manera, tambi¨¦n, de inyectar dinero en la industria de defensa y de probar hasta d¨®nde dan de s¨ª las nuevas tecnolog¨ªas.

A los europeos no les gusta la NMD porque ven que algo que no se sabe si funcionar¨¢ crea, de momento, problemas geopol¨ªticos. Sobre todo, temen que la NMD socave las buenas relaciones de la UE con Rusia o genere nuevas inestabilidades en Asia con China. Adem¨¢s, sienten que, con sus marcos presupuestarios estrechos y sus diferentes prioridades respecto a EE UU, no van a poder seguir esta carrera. Pero ya se han convencido: es inevitable. En lugar de buscar una in¨²til confrontaci¨®n con Estados Unidos, prefieren plantear compensaciones o condiciones. La m¨¢s inteligente es la del ministro alem¨¢n Joschka Fischer, que pide que el desarrollo del escudo antimisiles vaya acompa?ado de nuevas medidas de control de armamentos y de lucha contra la proliferaci¨®n de medios de destrucci¨®n masiva. Porque EE UU ni se plantea crear las condiciones para que el programa antimisiles sea innecesario. Es m¨¢s, la posici¨®n supuestamente 'moral' y 'constitucional' de tal defensa por parte de EE UU se ve socavada por la negativa del Senado a ratificar el Tratado de Prohibici¨®n Total de Pruebas Nucleares.

La otra compensaci¨®n que busca Europa es que EE UU le deje desarrollar en paz su importante, aunque a¨²n modesta, Identidad Europea de Seguridad y Defensa. Las duras cr¨ªticas de Estados Unidos contra este objetivo han arreciado en los ¨²ltimos tiempos, provocadas por el temor a socavar a la OTAN y, de rebote, el control norteamericano, quiz¨¢s porque los de Washington creen que los 60.000 hombres de la Fuerza Europea de Reacci¨®n R¨¢pida, todav¨ªa en construcci¨®n, podr¨¢ ser una alternativa a la Alianza Atl¨¢ntica. Europa ha cambiado, pero no tanto. De momento, y por mucho tiempo, como recuerda Fischer, necesita a EE UU y a la OTAN como piedra de toque de su seguridad. Quiz¨¢s por ello no le quede m¨¢s remedio que resignarse a aceptar el ¨²ltimo invento norteamericano, que es la defensa nacional antimisiles.