El Deportivo gana tumbado a la bartola
Los gallegos se apiadan de un inofensivo Racing en un choque sopor¨ªfero
Si Makaay lo mete todo, ?para qu¨¦ se necesita jugar? El Deportivo se llen¨® ayer de holgazaner¨ªa y avaricia, decidi¨® tomarse una tarde de asueto y gan¨® al Racing porque era imposible no ganarle. El conjunto de Irureta ten¨ªa enfrente a un rival entregado y contaba con la infalible punter¨ªa de Makaay para convertir cualquier cosita en un gol. No necesitaba m¨¢s y no hizo m¨¢s. El p¨²blico casi se queda traspuesto de lo pl¨²mbea que result¨® la tarde pero, como se gan¨®, los chicos marcharon a casa con la satisfacci¨®n del deber cumplido.
El Deportivo parece un equipo enredado en una paradoja: tan abundante es su virtud que acaba pagando penitencia por ella. El conjunto de Irureta dispone de una capacidad asombrosa para resolver los partidos lapidariamente. Sin necesidad de mucho f¨²tbol, al Deportivo le basta con su demoledora pegada para tumbar al adversario en un suspiro. El estado de gracia de Makaay, que ¨²ltimamente enchufa cualquier cosa que le caiga en el ¨¢rea, as¨ª sea un bal¨®n medido o un ladrillazo infame, ha vuelto a convertir al Depor en una maquinaria fr¨ªa pero inexorable. Tanta confianza tienen los blanquiazules en la precisi¨®n de su punto de mira que en cuanto tramitan un gol se tumban a la bartola y desatienden escandalosamente sus obligaciones. Y la virtud se vuelve pecaminosa e impone sufrir penitencia.
Quien quiera estudiar el fen¨®meno puede tomar como objeto de investigaci¨®n el partido de ayer. El Depor sali¨® avasallador, se engull¨® al Racing en un instante y, a los tres minutos, los anuncios de gol eran tan clamorosos como un remate al palo de Scaloni. Cuando quiere pegar, el Depor casi nunca amaga, sino que zurra de verdad. Bien es cierto que al inicio del partido cont¨® con la gentileza del ¨¢rbitro, de su asistente y del adversario. La jugada result¨® una verdadera conjura de necios, de la que sac¨® provecho el ¨²nico listo, Makaay. El holand¨¦s recibi¨® en fuera de juego un bal¨®n que hab¨ªa tropezado en Mazzoni. El juez de l¨ªnea levant¨® el bander¨ªn y, de inmediato, el portero y la defensa visitante dieron la jugada por muerta. Pero el ¨¢rbitro interpret¨® que el bal¨®n ven¨ªa jugado de un contrario, mand¨® seguir, y Makaay meti¨® uno de los goles m¨¢s f¨¢ciles de su vida.
El Racing se quebr¨® como una porcelana china. Mientras le dur¨® la euforia del gol, el conjunto de Irureta hizo presagiar una tarde de goleada. Pero al Deportivo le gusta ganar a lo Indur¨¢in: calculando el esfuerzo milim¨¦tricamente y sin ning¨²n inter¨¦s por avasallar al contrario. As¨ª que los blanquiazules se acomodaron, hicieron dejaci¨®n de funciones, consintieron que el Racing tomase la pelota y se dedicaron a tirar pelotazos. Pero tanta fue la pachorra del Deportivo que el Racing termin¨® por encontrarse con el empate. La defensa local se despreocup¨® de una falta desde un costado, recibi¨® a los atacantes del Racing con hospitalidad y se apart¨® para que Colsa pudiese conectar mejor su cabezazo.
Al p¨²blico le empezaron a entrar malas pulgas, pero el Deportivo se sacudi¨® la pereza, volvi¨® a sacar los tanques y aplast¨® al rival como si fuese un ej¨¦rcito de hormigas. Aquello era una pura cuesti¨®n de voluntad: el Deportivo ganar¨ªa cuando lo quisiese. Y bast¨® que el Racing inquietase su placidez, para que, en apenas dos minutos, Makaay volviera a pescar un bal¨®n en el ¨¢rea para poner de nuevo las cosas en su sitio. Si existiese en el f¨²tbol justicia po¨¦tica, el resto del choque habr¨ªa sido invalidado: por nefasto y por irrelevante. Al inicio del segundo tiempo, el Racing se qued¨® con diez hombres por la expulsi¨®n de Colsa, y el partido se convirti¨® definitivamente en un indigesto atrac¨®n de somn¨ªferos.
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