La cuesti¨®n de Davos
Era s¨¢bado por la noche en el centro de congresos de Davos, y un grupo negro surafricano llamado Soundz of Africa estaba en escena cantando canciones nativas. Los hombres de Soundz llevaban camisetas de algod¨®n y bandas de colores brillantes en la frente; las mujeres, sombreros alargados y cortos mantos, y mov¨ªan sus pesados cuerpos con una gracia impresionante. El p¨²blico, principalmente blanco, mujeres delgadas y enjoyadas, hombres con esmoquin o trajes elegantes -que en este momento representan, individualmente y en conjunto, la mayor concentraci¨®n de riqueza privada del mundo- dio palmas, pidi¨® un bis y se puso en pie para aplaudir. ?Qui¨¦n dice que al norte rico no le interesa el sur pobre?
Los manifestantes en contra de la cumbre de Davos a quienes la polic¨ªa hab¨ªa impedido llegar a la estaci¨®n de monta?a se desmandaban, mientras tanto, en Z¨²rich, incendiando coches y contenedores cerca de la principal estaci¨®n de ferrocarril. 'Nosotros pagamos el pato de Davos', afirm¨® un polic¨ªa de Z¨²rich, y los peri¨®dicos suizos llamaron a ese d¨ªa 's¨¢bado negro'. Adem¨¢s de a los gamberros, se impidi¨® que se acercaran a muchos manifestantes m¨¢s pac¨ªficos, incluido un miembro del Parlamento Europeo.
El centro de congresos de Davos estaba rodeado de altas vallas met¨¢licas, polic¨ªa armada y grandes serpientes de alambre de espino a lo largo de la nieve. Me di cuenta en cuanto llegu¨¦ de que el centro de la concurrida localidad de esqu¨ª estaba inusualmente tranquilo. El silencio parec¨ªa anticipadamente tenso, mientras los comerciantes locales cerraban sus tiendas y se extend¨ªa el rumor. 'Han bloqueado la carretera de Z¨²rich', contaba la gente; y despu¨¦s: '?Han llegado a Klosters!'. Era casi como estar en el Palacio de Invierno esperando la revoluci¨®n.
'?Hay manifestantes en la ciudad?', pregunt¨¦ a un polic¨ªa el s¨¢bado por la ma?ana. 'Bueno, no lo sabemos, porque se cuelan como gente corriente'. (Sedicioso pensamiento: ?quiz¨¢ sean gente corriente?). Al final, unos doscientos o trescientos consiguieron entrar, se manifestaron pac¨ªficamente y fueron empujados de nuevo hacia la estaci¨®n de ferrocarril por una g¨¦lida r¨¢faga de un ca?¨®n de agua.
Con los acontecimientos de este a?o, se presenta la cuesti¨®n de Davos. En la ¨²ltima d¨¦cada del siglo XX, 'Davos' -es decir, las reuniones anuales del Foro Econ¨®mico Mundial que se celebran en este lugar- se convirtieron en un s¨ªmbolo de triunfo del capitalismo planetario. El especialista en Ciencias Pol¨ªticas de Harvard Samuel Huntington acu?¨® el t¨¦rmino 'hombre de Davos' para identificar a un miembro de la nueva ¨¦lite mundial. (Huntington estaba presente este a?o; pero el inventor del hombre de Davos siempre fue un hombre de Davos). A comienzos del siglo XXI, se ha convertido en el centro de la reacci¨®n contra el capitalismo planetario. Este a?o, por primera vez, se celebr¨® una cumbre antidavos en Porto Alegre, Brasil, y hay otra prevista para 2002.
No se puede decir que los manifestantes sean en su mayor parte los perdedores directos de la globalizaci¨®n. De hecho, las tecnolog¨ªas de la globalizaci¨®n facilitan su trabajo. El tel¨¦fono m¨®vil e Internet son ahora una parte esencial de la caja de herramientas de los modernos manifestantes. Y Davos es el blanco perfecto, con todos los medios de comunicaci¨®n reunidos en un lugar peque?o y pintoresco. Un d¨ªa, cuando volv¨ªa a mi hotel, me encontr¨¦ a tres empresarios elegantemente vestidos de pie ante ¨¦l. Dos polic¨ªas estaban hablando con ellos, y detr¨¢s de los polic¨ªas hab¨ªa una bater¨ªa completa de c¨¢maras de televisi¨®n. Los empresarios eran en realidad manifestantes vestidos de hombres de negocios. Davos les proporcionaba el multiplicador de publicidad so?ado.
La cuesti¨®n de Davos es dos cuestiones al mismo tiempo. La primera es c¨®mo reaccionar ante lo que, tras las protestas de Seattle, Praga y Niza, se est¨¢ convirtiendo claramente en parte de la normalidad en cualquier reuni¨®n internacional importante. ?Cu¨¢l es, por as¨ª decirlo, la etiqueta del di¨¢logo? ?Cu¨¢l es el equilibrio correcto entre la seguridad y la libertad? Representantes de organizaciones no gubernamentales que participaron en la reuni¨®n del Foro Econ¨®mico Mundial expresaron su preocupaci¨®n ante la restricci¨®n del derecho de las personas a manifestarse pac¨ªficamente. Otros con los que habl¨¦ manifestaron que la polic¨ªa suiza se hab¨ªa excedido innecesariamente. En la cumbre europea de Niza, por el contrario, decenas de miles de personas recorrieron una de las calles principales a tan s¨®lo cien metros del centro de congresos donde se reun¨ªan los dirigentes europeos. Desde la entrada se o¨ªan con claridad sus cantos y el resonar de sus tambores. As¨ª es como deber¨ªa ser. Pero esto no es f¨¢cil de controlar en un estrecho valle de monta?a, con s¨®lo dos estrechas carreteras principales, y tantos elementos de riesgo (Yasir Arafat, Simon Peres, los presidentes de Serbia y Albania) movi¨¦ndose por la ciudad.
La segunda cuesti¨®n sobre Davos, mayor y m¨¢s importante, es: ?se pueden encontrar v¨ªas desde el interior de este marco de triunfante capitalismo planetario para ofrecer a los pobres del mundo una senda transitable por la que puedan salir de la pobreza? (Y hacerlo, debemos a?adir, sin destruir el mundo natural de nuestros hijos y nietos). El presidente mexicano, Vicente Fox, inaugur¨® la reuni¨®n de este a?o recordando que se calcula que unos 1.200 millones de personas viven con menos de un d¨®lar al d¨ªa. ?Hay alguna duda de que ¨¦ste es el mayor problema al que se enfrenta hoy en d¨ªa la humanidad?
?Pero c¨®mo se puede solucionar? ?Quit¨¢ndoles a los ricos para darles a los pobres? En acontecimientos tan lujosos, con su champa?a, sus elaboradas comidas y todo tan caro, uno tiene de vez en cuando pensamientos a lo Robin Hood (?o son a lo Jesucristo?) sobre, pongamos, cu¨¢ntas aldeas africanas se podr¨ªan sostener con el coste de esa comida. 'M¨¢s caridad' no es una respuesta que haya que rechazar a la ligera.
?O erigiendo un sistema econ¨®mico b¨¢sicamente diferente? Pero el siglo XX fue testigo de los m¨¢s grandiosos intentos para conseguirlo, y los resultados fueron siempre peores. No es posible distribuir lo que no se produce, y para maximizar la producci¨®n hace falta libertad y, s¨ª, el aderezo de la avaricia humana. El marco del capitalismo planetario es el peor punto de partida posible, aparte de todos los dem¨¢s puntos de partida que peri¨®dicamente se han ido probando. Mi formulaci¨®n de la principal cuesti¨®n de Davos es cuidadosa. No he dicho 'eliminar las diferencias entre ricos y pobres', ni siquiera 'sacar a los pobres de la pobreza'. He dicho ofrecer una senda transitable para salir de la pobreza.
Pero parte del trabajo m¨¢s interesante lo est¨¢ haciendo gente que estaba dentro del centro de congresos. Aqu¨ª conoc¨ª la existencia de netaid.org, una iniciativa de Cisco y Naciones Unidas para ayudar a luchar contra la pobreza ofreciendo donaciones a trav¨¦s de Internet. Aqu¨ª estaba el economista de Harvard Jeffrey Sachs,en otro tiempo conocido como el ap¨®stol de la econom¨ªa del libre mercado en el mundo poscomunista, pero ahora centrado en el establecimiento de pol¨ªticas de desarrollo para los pa¨ªses m¨¢s pobres. Aqu¨ª estaba Jacques Attali, con su ambicioso proyecto PlaNet Finance, un proyecto de microcr¨¦ditos en Internet. Y aqu¨ª estaba Jay Naidoo, en otro tiempo sindicalista surafricano que lider¨® la lucha contra la segregaci¨®n racial. Naidoo me dijo que en toda ?frica del Sur hay posibles empresarios que no pueden salir de la pobreza por carecer de un peque?o pr¨¦stamo asequible. Ayuda para ayudarse uno mismo.^M?Simple escaparate para un fest¨ªn de ricos? Creo que no. Davos es muchas cosas. Es, por ejemplo, un lugar donde actores pol¨ªticos amargamente divididos se pueden reunir y hablar. (Este a?o estaban presentes los l¨ªderes de casi todos los pa¨ªses de los Balcanes). Ahora Davos tiene que poner a los representantes de los pobres y no poderosos en di¨¢logo con los ricos y poderosos. Naturalmente, ¨¦ste es tambi¨¦n un lugar donde los ricos se unen para hacerse m¨¢s ricos. Dif¨ªcilmente se puede esperar que los grandes empresarios paguen 16.000 d¨®lares por el privilegio de reunirse para hacer m¨¢s pobres a los ricos. Pero es razonable esperar que se re¨²nan para hacer m¨¢s ricos a los pobres.
Sospecho que ser¨¢ por esta capacidad para dar respuestas cre¨ªbles en esta direcci¨®n por la que se juzgar¨¢ a 'Davos' en los pr¨®ximos a?os. Los airados sonidos de ?frica han penetrado en la fortaleza de la monta?a, y har¨¢n falta m¨¢s que aplausos para apaciguarlos.
Timothy Garton Ash es periodista e historiador brit¨¢nico, autor de Historia del presente. Este a?o particip¨® en la reuni¨®n del Foro Econ¨®mico Mundial en Davos.
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