El buscador de mitos
El escritor Tim Severin presenta en C¨¢diz su ¨²ltimo documental, 'En busca de Moby Dick'
Este escritor y ge¨®grafo de 61 a?os acostumbra a entrar con sigilo en los rincones m¨¢s desconocidos del planeta. Se codea y convive con los habitantes de la costa de los Mosquitos o con los vietnamitas que le construyeron la balsa de bamb¨² para uno de sus viajes. Penetra en silencio, pidiendo permiso, para no perturbar ni las costumbres ni el clima humano de cada aldea del hemisferio.
En cambio, sus documentales y libros hacen m¨¢s estruendo: se ven en medio mundo. El autor est¨¢ considerado uno de los m¨¢s fieles narradores de viajes. Es fruto de su silencio, del respeto, no de la invasi¨®n. Por todos lados ha encontrado a nativos escarmentados: 'Tendemos a ir a una cultura extranjera a tomar lo que queremos, sin respeto', dice.
Tim Severin, que naci¨® en India, vive en el condado de Cork (Irlanda) y recurre a la complicidad con los nativos para su trabajo. Odia las irrupciones de algunas cadenas de televisi¨®n en esos microclimas: la luz de los flases indiscriminados y la claqueta del rodaje le aterran.
'Llegan, se meten dentro de las chozas, graban c¨®mo duermen, c¨®mo se visten, c¨®mo comen y se van corriendo a otro lugar para hacer lo mismo', dice Severin, quien el pasado martes present¨® en C¨¢diz su ¨²ltimo documental, En busca de Moby Dick, dentro del ciclo La prensa en la calle, organizado por la Asociaci¨®n de la Prensa de C¨¢diz, Qu¨®rum Libros Editores y la Diputaci¨®n Provincial.
Fue durante el primer verano de la carrera cuando se embarc¨® en la primera aventura: los viajes de Marco Polo. En dos motocicletas con sidecar que le permitieron penetrar los mismos senderos para animales que utiliz¨® el comerciante italiano, sigui¨® su rastro, acompa?ado de dos amigos de aventura. Corr¨ªa 1961.
Desde entonces no ha parado de viajar y de buscar 'la frontera entre el mito y la realidad', el l¨ªmite 'entre la realidad y la ficci¨®n'. Desde entonces, los pescadores y los hombres del campo, los hombres de las caravanas que horadan los caminos, los constructores de barcos, los artesanos y la gente an¨®nima que puebla el globo terr¨¢queo han sido sus fuentes de informaci¨®n. Si quiere saber si existen ballenas blancas no pregunta a los cient¨ªficos: se embarca y cruza el Pac¨ªfico persiguiendo al mito con poco equipaje: c¨¢mara al hombro, la camarader¨ªa de un amigo pintor, y una capacidad de observaci¨®n bien afilada.
Su viaje m¨¢s c¨¦lebre fue el que realiz¨® en una canoa de piel de buey, emulando a San Brendan, el monje que en el siglo VII cruz¨® desde la costa irlandesa hasta Terranova. Severin tambi¨¦n lo hizo: en cuatro meses, pasando penalidades y asumiendo riesgos.
Ha seguido los viajes de Simbad; ha recorrido el Misissip¨ª; hizo la ruta de Jas¨®n y los argonautas desde Grecia al mar Negro en una r¨¦plica de una nave griega; cruz¨® el B¨®sforo a remo; ha seguido el rastro de Genghis Khan; y ha galopado el camino de las cruzadas desde B¨¦lgica a Jerusal¨¦n. ?sas son algunas de las rutas que ha seguido el escritor viajero, buscando siempre la dimensi¨®n humana del mito.
Acaba de embarcarse en su pr¨®xima aventura, que lleva el nombre de Robinson Crusoe, otro mito. A¨²n no tiene claro del todo si le ser¨¢ m¨¢s f¨¢cil encontrar una isla desierta o a la ballena blanca que obsesion¨® al capit¨¢n Achab.
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