EL PRIMER 23-F
Un muy importante sector del Ej¨¦rcito conspir¨® contra la transici¨®n incluso antes de la llega-
En el momento en que se aproxima el vig¨¦simo aniversario del intento de golpe de Estado de 1981 han sido varios los libros aparecidos, algunos con nueva informaci¨®n valiosa y otros de interpretaci¨®n general de aquel suceso dram¨¢tico. Resulta probable, no obstante, que las claves esenciales de lo sucedido se conozcan de manera suficiente desde hace tiempo. Lo que, en cambio, quiz¨¢ no est¨¦ tan claro es que, en realidad, la mayor¨ªa de los altos cargos militares de la Espa?a de 1975 fueron durante todo el periodo de la transici¨®n claros oponentes a aquel proceso. En aquel momento, lo que habitualmente se afirm¨® fue que tan s¨®lo una parte reducida del generalato estaba en contra de la democracia, pero este tipo de afirmaciones se hac¨ªan en p¨²blico y con un prop¨®sito disuasorio, mientras que en privado la actitud de los gobernantes consisti¨® a menudo en recalcar que con el ej¨¦rcito de que se dispon¨ªa era imprescindible ir despacio y con mucha prudencia.
TRES MESES DESPU?S DE LA MUERTE DE FRANCO YA HAB?A MILITARES DISPUESTOS A INTERVENIR EN POL?TICA
El Rey y los militares: s¨®lo tres a?os para hacer la transici¨®n
Uno de los papeles m¨¢s decisivos que a don Juan Carlos le toc¨® desempe?ar durante la transici¨®n fue el de evitar la intromisi¨®n militar, convirti¨¦ndose en una especie de escudo protector de la expresi¨®n de la voluntad libre de los espa?oles. El hecho de ser el sucesor designado por Franco y su pol¨ªtica de atracci¨®n de los militares le permit¨ªa desempe?ar ese papel. Pero si don Juan Carlos ten¨ªa una obvia capacidad de acci¨®n de cara a los medios militares, al mismo tiempo ¨¦sta no ten¨ªa por qu¨¦ ser indefinida en el tiempo ni tampoco tan amplia que le permitiera una absoluta libertad de movimientos.
As¨ª se dice en un informe, elaborado por alg¨²n mando liberal pocos meses antes de la muerte de Franco, que, sobre la actitud pol¨ªtica del ej¨¦rcito, recibi¨® don Juan y se conserva entre los papeles de Pedro Sainz Rodr¨ªguez. Por su contenido, da la sensaci¨®n de que era cierto en lo esencial y que incluso el Rey lo compart¨ªa. De acuerdo con ¨¦l, los tenientes generales, educados en la academia dirigida por Franco o ascendidos en la guerra civil y en la Divisi¨®n Azul, eran personas muy conservadoras entusi¨¢sticamente adheridas al r¨¦gimen sin apenas matices, pero de prestigio peque?o entre los mandos inferiores. En este informe se dec¨ªa de alguno de ellos que 'ten¨ªa mentalidad de cazurro de pueblo' o que estaba 'desprestigiado por su conducta personal'. Menos de una cuarta parte aparec¨ªan bien conceptuados y s¨®lo a uno se le atribu¨ªa una vinculaci¨®n personal con el Pr¨ªncipe. Se trataba de Fernando de Santiago, que ser¨ªa vicepresidente del Gobierno al comienzo de la transici¨®n y que no result¨® en absoluto proclive a apoyarla. De los 40 generales de Divisi¨®n, s¨®lo eran citados cinco como destacados y bien calificados como profesionales. Dos de ellos desempe?aron un papel importante en la transici¨®n -Guti¨¦rrez Mellado, sobre todo, y tambi¨¦n Ib¨¢?ez Freire-, pero la especial vinculaci¨®n con el Pr¨ªncipe s¨®lo se hac¨ªa notar en el caso de Jaime Milans del Bosch, que resultar¨ªa art¨ªfice principal del 23-F. Entre los generales de Brigada y los coroneles hab¨ªa una mayor sensibilidad pol¨ªtica y social m¨¢s acorde con la de la sociedad espa?ola y tambi¨¦n mejor preparaci¨®n t¨¦cnica y universitaria, pero la necesidad de tener en cuenta su carrera profesional les manten¨ªa alejados de cualquier aperturismo. En el nivel de mando inferior, en cambio, se produc¨ªa un mayor grado de diferencia pol¨ªtica con los altos escalones del mando porque entre comandantes, capitanes y tenientes se ve¨ªa la guerra civil 'en una gran lejan¨ªa'; adem¨¢s, estas graduaciones eran 'muy permeables a las preocupaciones de la sociedad actual, perceptibles en la prensa diaria y sobre todo en las revistas, y no ven las razones de nuestra separaci¨®n de Europa'.
La conclusi¨®n de este informe dec¨ªa que la pol¨ªtica del Pr¨ªncipe con los medios militares hab¨ªa sido 'h¨¢bil' y 'constante'. A pesar de ello, en los niveles inferiores de la oficialidad era ya 'objeto de cr¨ªtica, lo que no existe en los niveles superiores, y esta cr¨ªtica aumenta porque la figura del Pr¨ªncipe se deteriora pol¨ªticamente con el paso del tiempo al identificarse cada d¨ªa m¨¢s con Franco y su r¨¦gimen, ya en franca decadencia'. En el transcurso de tres o cuatro a?os, lo previsible ser¨ªa que, por un lado, quienes ascendieran siguieran siendo personas de significaci¨®n muy conservadora, mientras que se podr¨ªan multiplicar los casos de manifiesto antifranquismo entre los oficiales m¨¢s j¨®venes, quienes pod¨ªan derivar hacia una actitud semejante a la del Ej¨¦rcito portugu¨¦s. En suma, don Juan Carlos dispon¨ªa de tan s¨®lo 'tres o cuatro a?os' para contribuir a que los espa?oles pudieran elegir su propio destino. Si el diagn¨®stico era cierto hay que pensar qu¨¦ podr¨ªa haber sucedido con la transici¨®n de haberse prolongado la vida de Franco durante tres a?os o de haber sido ¨¦sta mucho m¨¢s lenta, como recomend¨® Kissinger.
Un 8 de marzo anterior al 23 de febrero
A lo largo de toda la transici¨®n debieron ser muy frecuentes los intentos de ese sector, predominante en la c¨²pula militar, por evitar que se produjera lo que consideraban como una desnaturalizaci¨®n del r¨¦gimen de Franco. Tan s¨®lo poco m¨¢s de tres meses despu¨¦s de la muerte de ¨¦ste ya hab¨ªa altos mandos militares inquietos y dispuestos a intervenir en pol¨ªtica. As¨ª se demuestra en un informe que figura en el archivo de una alta personalidad pol¨ªtica del momento y que resulta un precedente claro del 23-F.
En marzo de 1976 hab¨ªa comenzado ya el destape -como entonces se dec¨ªa- de los partidos pol¨ªticos, pero de momento el nivel m¨¢ximo de heterodoxia admitida conclu¨ªa tan s¨®lo en los democristianos. En enero, una gran oleada de huelgas en Madrid hab¨ªa testimoniado la fuerza de los sindicatos clandestinos, pero tambi¨¦n se hab¨ªa demostrado incapaz de derribar al r¨¦gimen. Acababan de producirse los sucesos de Vitoria, que sin duda fueron un factor determinante de cuanto m¨¢s adelante se narrar¨¢, y faltaban d¨ªas para que surgiera el organismo aglutinador de la oposici¨®n, denominado Coordinaci¨®n Democr¨¢tica. Por entonces segu¨ªa siendo presidente Carlos Arias Navarro y faltaba un mes y medio para el momento en que la aparici¨®n de un art¨ªculo en el semanario Newsweek dejara clara su falta de sinton¨ªa con el Rey.
Pues bien, en esos d¨ªas, concretamente el 8 de marzo, tuvo lugar una importante reuni¨®n de mandos militares en el domicilio del teniente general P¨¦rez Vi?eta. A ella asistieron, seg¨²n consta en el escrito, el tambi¨¦n teniente general Iniesta, aunque 's¨®lo unos breves momentos'; era director general de la Guardia Civil cuando Carrero fue asesinado y hab¨ªa tenido en aquella ocasi¨®n una intervenci¨®n estridente y nerviosa. Tambi¨¦n estuvieron otros generales identificados con una posici¨®n ultra como Liniers, Cano Portal, Espinosa... Una de las personas de las que se dijo que pod¨ªa asistir, pero no lleg¨® a comparecer, fue el general Jaime Milans del Bosch.
'Los temas tratados', cuenta el informe, 'versaron sobre la actual situaci¨®n del pa¨ªs, sobre la necesidad de poner coto a la subversi¨®n y la necesidad [sic] de un Gobierno fuerte'. Parece que fue el general Cano Portal quien dirigi¨® el debate. Iniesta, por su parte, en su breve presencia, dijo que 'confiaba en el general De Santiago y en el Rey'. Pero, aunque ninguno de los presentes se enfrent¨® a esta opini¨®n de forma frontal, otros la matizaron y, desde luego, ninguno se mostr¨® contrario al planteamiento transcrito entre comillas. Cano Portal lleg¨® a decir que 'aun siendo excelente persona y honorable militar, era hombre d¨¦bil, incapaz de tomar decisiones y atado a fidelidades que ¨¦l mismo se hab¨ªa buscado'. Se deb¨ªa referir a su condici¨®n de mon¨¢rquico, que, como ya sabemos, era patente, y a su relaci¨®n con don Juan Carlos.
Lo importante es que esta conversaci¨®n no qued¨® en tan s¨®lo palabras, sino que tomaron decisiones y ¨¦stas en cierto sentido recuerdan a lo que luego ser¨ªa el 23-F. 'Se trat¨® igualmente', contin¨²a el texto, 'de la necesidad de hacer un informe amplio sobre la situaci¨®n y los deseos de las Fuerzas Armadas para present¨¢rselo al Rey con el general De Santiago, si ¨¦ste acced¨ªa, o, si no, sin ¨¦l'. El Rey aparec¨ªa, por tanto, como un medio para que estos militares impusieran sus ideas. A¨²n le respetaban -desde luego mucho m¨¢s que al vicepresidente- y, sin darse cuenta de que desempe?aba precisamente el papel de escudo protector frente a su intervenci¨®n, estaban dispuestos a presionarle a ultranza. Incluso llegaron a organizarse para convertir en eficaz este intento. Para redactar el escrito y hac¨¦rselo llegar al Rey se nombr¨® al teniente general P¨¦rez Vi?eta como coordinador del grupo, ayudado, como subordinado, por el teniente coronel L¨®pez Anglada. Se trataba, en suma, de nuevo, de acuerdo con el texto literal del informe, 'no de dar ning¨²n golpe de Estado, pero s¨ª forzar un cambio de Gobierno con personas m¨¢s afectas al franquismo y con m¨¢s amplio sentido de la autoridad'. En un momento en que la sociedad espa?ola percib¨ªa m¨¢s bien poqu¨ªsimos cambios y muy titubeantes en la pol¨ªtica espa?ola, estos militares, parad¨®jicamente, ya ve¨ªan el r¨¦gimen de Franco despe?¨¢ndose.
Otro detalle importante de la reuni¨®n es que los reunidos comentaron la 'ausencia de un civil con categor¨ªa indiscutible o de un militar con prestigio para el caudillaje'. Esta afirmaci¨®n reviste el mayor inter¨¦s porque, en efecto, un factor de la mayor importancia en la transici¨®n fue esa carencia de liderazgo de la extrema derecha tanto en el terreno estrictamente pol¨ªtico -quienes la representaron eran gente de edad y muy poco prestigiosa- como militar, algo que tambi¨¦n pudo percibirse en el momento del 23-F. Pero llama la atenci¨®n qu¨¦ liderazgo pol¨ªtico pas¨® por la cabeza de los presentes. Blas Pi?ar era, seg¨²n el an¨®nimo autor del informe, el que despertaba m¨¢s simpat¨ªa personal entre los reunidos, que reconoc¨ªan que resultaba dif¨ªcil unir a nadie en torno a su persona.
Lo importante del caso es que este prop¨®sito de hacer llegar al Rey un escrito pidi¨¦ndole una rectificaci¨®n en sentido involucionista no qued¨® en papel mojado, sino que se tradujo en la pr¨¢ctica. Logr¨®, adem¨¢s, el apoyo del teniente general Fernando de Santiago y se expres¨® por escrito. En un momento que resulta dif¨ªcil de determinar, pero que precedi¨® a la llegada de Su¨¢rez al poder y coincidi¨® con unas maniobras militares, el escrito fue presentado acompa?ado por frases estridentes. Hab¨ªa que 'remover el caso de las ratas', parece haber dicho el general citado refiri¨¦ndose a la clase pol¨ªtica dirigente cuyo reformismo no hab¨ªa llegado a plasmarse en un programa viable y r¨¢pido. Para el Rey, la ocasi¨®n debi¨® ser un sobresalto, pero cuadr¨® al militar situ¨¢ndole en sus competencias. Quienes ejercieron el poder m¨¢s adelante y contribuyeron de forma decisiva a la transici¨®n conocieron lo sucedido. La permanencia del general De Santiago en el Gobierno no pod¨ªa durar mucho y, en efecto, lo acabar¨ªa abandonando por voluntad propia tras el verano.
Un civil inquieto y liberticida
En ese momento apareci¨® uno de los m¨¢s inteligentes y decididos opositores de la transici¨®n a la democracia, el ex ministro Gonzalo Fern¨¢ndez de la Mora. Cuando percibi¨® que, con Su¨¢rez, la senda hacia la libertad empezaba a abrirse recurri¨® a los mandos militares. Cuenta en sus memorias que habl¨® con Pita da Veiga, ministro de Marina, y con De Santiago, quien, en tono dram¨¢tico, le asegur¨® que 'yo nunca traicionar¨¦ a los que cayeron'. Ante una pr¨®xima reuni¨®n de los altos mandos militares en la que Su¨¢rez iba a explicar sus prop¨®sitos, dijo que 'si hay enfrentamiento no me gustar¨ªa sacar a relucir los tanques'. Fern¨¢ndez de la Mora le repuso que bastar¨ªa con decir que 'no era partidario' de aquellos prop¨®sitos pol¨ªticos para vetarlos de forma irreversible.
Pero, como sabemos, la reuni¨®n transcurri¨® de un modo muy satisfactorio para el presidente del Gobierno, aunque pasado el tiempo se le reprochara que hab¨ªa dicho que el PCE no ser¨ªa legalizado. Amargamente, Fern¨¢ndez de la Mora se queja de que de los altos mandos militares 'alguno quiso ganar una patente de democratismo, otros se dejaron enga?ar, los m¨¢s se rindieron ante las presiones desde arriba e interpretaron el consenso como un acto de disciplina'. La conclusi¨®n fue una aut¨¦ntica 'castraci¨®n militar', seg¨²n asegura. 'La ocasi¨®n perdida fue el 8 de septiembre', a?ade, refiri¨¦ndose a aquella reuni¨®n.
Tiene raz¨®n, pero s¨®lo en parte. Lo cierto es que, dadas las circunstancias, la intervenci¨®n militar tuvo siempre m¨¢s posibilidades de triunfar cuanto m¨¢s cercana estaba la muerte de Franco. En 1981, con dos elecciones generales realizadas y la inmensa mayor¨ªa del pueblo espa?ol al lado de la Constituci¨®n, hubiera sido muy dif¨ªcil, si no imposible, que un golpe de Estado triunfara de manera estable. Antes, en momentos intermedios, como el de marzo de 1976, cuando hab¨ªa graves tensiones en la calle y rumbos confusos en la pol¨ªtica pero tambi¨¦n en una parte de la sociedad, las posibilidades de intromisi¨®n militar con desenlace favorable para quienes quer¨ªan cerrar el paso a la democratizaci¨®n fueron mayores. Sin duda, en ese momento un inconveniente de los candidatos a la conspiraci¨®n fue carecer de liderazgo. Pero contaron tambi¨¦n enfrente con el Rey. A lo largo de todo 1976 y 1977 hubo un duro pugilato psicol¨®gico entre ¨¦l y Su¨¢rez, por una parte, y ese tipo de mandos militares. Esa tensi¨®n es dif¨ªcil de historiar porque ha dejado poqu¨ªsimos rastros escritos, pero fue insistente y repetida; por fortuna, pudo tambi¨¦n evitarse lo que intentaban esos sectores. Lo que sucedi¨® el 23 de febrero de 1981 fue, pues, la consecuencia de toda una trayectoria previa del Rey, pero tambi¨¦n de muchos m¨¢s generales de los que en el pasado se dijo.
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