Trabajo de a pie para integrar a los sin techo
Un equipo de car¨¢cter social recorre el distrito de Centro para atender a indigentes reacios a acudir a la red asistencial
El hombre lleva tantos a?os cobijado en un escaparate de la calle de General Moscard¨® (Tetu¨¢n) que casi se ha mimetizado con el paisaje. Los viandantes se han acostumbrado tanto a ¨¦l que ya ni le ven, aunque todav¨ªa hay algunos vecinos que le bajan comida o ropa. Luchar contra esa sensaci¨®n de ser invisible es uno de los objetivos de la Red de Apoyo a la Inserci¨®n Sociolaboral (RAIS), que, desde la primavera de 2000, desarrolla un plan de apoyo a pie de calle para los indigentes alejados de la red asistencial.
Dos trabajadores sociales, un psic¨®logo y cuatro voluntarios recorren desde entonces, de lunes a jueves, diversas zonas de Centro, y, en menos medida, Moncloa y Chamber¨ª, para trabar contacto con las personas sin hogar.
El 87% de estas personas son hombres con edades entre los 35 y los 55 a?os
Es jueves por la tarde y Jos¨¦ Manuel Caballol, psic¨®logo y coordinador del proyecto, y Rafael Conde-Salazar, uno de los dos trabajadores sociales, se acercan hasta la calle de General Moscard¨® para ver c¨®mo se encuentra el hombre del escaparate. 'La semana pasada vinimos tambi¨¦n y no estaba; a ver si hoy tenemos suerte', explican. No lo encuentran. Preguntan en varias tiendas y bares a ver si le han visto. Todo en vano. Habr¨¢ que volver otro d¨ªa.
'De lo que se trata es de entablar una relaci¨®n y a partir de ella ir viendo qu¨¦ se puede hacer para intentar integrar a estas personas. Provocar respuestas, pero sin presionar', explica el trabajador social.
A trav¨¦s del trato y el afecto va desgran¨¢ndose la historia de cada cual. 'No nos marcamos grandes metas, una persona con una larga trayectoria de desarraigo no recompone su vida en dos tardes. Queremos servir de referencia y estar ah¨ª para apoyar todos los avances que sean posibles', apostilla el asistente social.
Los trabajadores les ofrecen un variado programa de posibilidades, que van desde ayudarle a sacar el carn¨¦ de identidad para obtener la tarjeta sanitaria y recibir atenci¨®n m¨¦dica, a tratarse de una adicci¨®n al alcohol o a otras drogas, iniciar un proceso formativo, encontrar plaza en un albergue o comedor social, buscar trabajo... Las carencias de las personas sin hogar son muchas. 'Pero cada caso es diferente, no forman un grupo homog¨¦neo', a?ade Rafael Conde-Salazar. 'Lo que intentamos siempre es que ellos den el primer paso. Si, por ejemplo, alguien nos dice que quiere sacarse el DNI o buscar empleo, le sugerimos que se acerque por nuestro local . No es un esfuerzo excesivo y muestra una voluntad de dar pasos', a?ade Conde-Salazar.
En estos meses de trabajo, el equipo ha contactado con 65 personas. Pero en el momento actual atiende a 30, a las que ve una vez por semana. De las otras 35, la mitad se ha incorporado a programas sociales o a la venta de la revista de calle Tambi¨¦n Contamos, que tambi¨¦n edita RAIS. Al resto se la ha tragado la ciudad. El 87% de estas personas eran hombres con edades entre los 35 y los 55 a?os. La mayor¨ªa mostraban s¨ªntomas de abuso del alcohol y otras drogas, y un 25% presentaba s¨ªntomas claros de enfermedad mental.
El equipo de RAIS no es el ¨²nico que desempe?a esta tarea de calle subvencionada el a?o pasado por la Comunidad con cinco millones (este a?o han percibido, por ahora, 3,5 millones de la Administraci¨®n). Desde 1990, el Ayuntamiento subvenciona la Unidad M¨®vil de Emergencias Sociales (UMES), un servicio ambulante con cuatro trabajadores para toda la ciudad que en 2000 atendi¨® a 804 personas sin hogar.
El programa de RAIS complementa la tarea de estas unidades m¨®viles. Tambi¨¦n hay ONG como Solidarios para el Desarrollo, integradas por voluntarios, que recorren las calles para dar caf¨¦, conversaci¨®n y comida a indigentes.
Siguiente parada, plaza de Olavide. All¨ª se re¨²nen Valeriano, Javier y Antonio. Hoy, como otros d¨ªas, est¨¢n charlando en torno a dos cajas de vino. Valeriano, un granadino de 43 a?os, lleva d¨¦cada y media durmiendo en la calle. Ahora se guarece en un solar cercano. 'Los albergues est¨¢n llenos de extranjeros y ya no hay plazas para los espa?oles que hemos trabajado y cotizado', explica. Le duelen mucho las muelas y el trabajador social le sugiere que vaya al m¨¦dico, pero ¨¦l revuelve una bolsa con pastillas y no muestra inter¨¦s por el consejo.
'Es que este hombre es muy suyo, tiene su personalidad', asegura Antonio para justificar a su compa?ero de banco. Antonio, de 50 a?os, no duerme en la calle, sino en una pensi¨®n cercana. 'Me dan la paga esa del IMI , que supone 43.000 pesetas mensuales, y voy a almorzar al comedor de Mart¨ªnez Campos', explica. Presume de haber trabajado durante muchos a?os en los mejores bares y restaurantes'. No detalla c¨®mo comenz¨® su cuesta abajo. Hubo una ruptura matrimonial, 'y luego, que con 50 a?os no te contrata ni Dios; prefieren pagarles cuatro duros a los suramericanos'. Algunas noches, 'no muchas', dice ¨¦l, ha dormido al raso en parques.
Valeriano ya no busca. Pero recuerda una larga vida laboral -'he recogido tomates, he plantado cebollas, arroz, de todo...'- y tambi¨¦n una grave ruptura familiar tras la cual 'se fue todo a tomar...'.
Luis, de 62 a?os, vecino de las calles de Olavide desde hace dos d¨¦cadas, tampoco quiere o¨ªr la palabra albergue. '?Qu¨¦ pesadez, todo el mundo con ese rollo! Las asistentes sociales de la Junta siempre me est¨¢n con lo mismo, pero yo no quiero que me mande nadie. Me he metido en esto solo y solo tendr¨¦ que salir', asegura tajante.
Todas sus posesiones, incluido un sill¨®n, las guardaba en un garaje, pero alguien se las ha llevado. Sabe bien que la calle es peligrosa. Hace unos d¨ªas, sin ir m¨¢s lejos, tres j¨®venes le golpearon y se orinaron encima de ¨¦l. Pero sigue prefiriendo que no le controlen. A Valeriano, que tambi¨¦n ha sufrido agresiones 'de ni?atos', le ocurre lo mismo.
Cada semana, los trabajadores sociales de RAIS hablan con Luis, un hombre muy interesado en el cine. Entre conversaciones intrascendentes sobre actores y cosas de la vida cotidiana salen cuestiones m¨¢s personales. Ni Luis, ni Valeriano, ni Antonio van a remontar de un d¨ªa para otro su profunda fractura interior. Pero el objetivo de esta ronda de los sin techo es estar ah¨ª para echar una mano. Un cometido s¨®lo apto para pacientes.
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