Paz para Colombia
El presidente de Colombia, Andr¨¦s Pastrana, y el l¨ªder de la organizaci¨®n guerrillera FARC, Manuel Marulanda, Tirofijo, se han dado ocho meses de pr¨®rroga para seguir intentando un acuerdo de paz que ponga fin a un interminable conflicto armado que en sus 37 a?os de existencia se ha cobrado la vida de unos 130.000 colombianos. El encuentro entre Pastrana y el jefe m¨¢ximo de la guerrilla m¨¢s numerosa y mejor armada de Latinoam¨¦rica hab¨ªa suscitado la esperanza de un avance, siquiera m¨ªnimo, hacia la so?ada pacificaci¨®n de Colombia, sobre todo tras la ruptura de las negociaciones, si cabe llamarlas as¨ª, por parte de las FARC en noviembre pasado, acusando al Gobierno de tibieza en la represi¨®n de los poderosos grupos paramilitares de extrema derecha.
De esta tercera cita desde 1998 entre Andr¨¦s Pastrana y Manuel Marulanda no cab¨ªa esperar en principio mucho m¨¢s que un gesto, sin duda esencial para la recuperaci¨®n de la confianza entre las partes, pero parece que se ha conseguido algo m¨¢s: acuerdos concretos sobre los puntos cruciales puestos de uno y otro lado sobre la mesa, desde el Plan Colombia, patrocinado y financiado por EE UU -1.300 millones de d¨®lares b¨¢sicamente en ayuda militar-, hasta la actividad creciente de la extrema derecha paramilitar o el intercambio de prisioneros. Los 13 acuerdos parciales alcanzados no s¨®lo abordan los temas sustantivos de la agenda bilateral sobre la pacificaci¨®n, sino que establecen mecanismos destinados a acorazar el proceso de paz y a evitar que las previsibles divergencias sobre su desarrollo conduzcan a un nuevo bloqueo.
Para el presidente Pastrana, uno de los pocos convencidos de la necesidad de proseguir un di¨¢logo del que hizo piedra angular de su mandato, el resultado constituye un ¨¦xito indudable. A diferencia de su clase pol¨ªtica, casi todos los colombianos se han mostrado esc¨¦pticos frente a una iniciativa que hasta el momento no ha dado resultados tangibles, aparte del evidente fortalecimiento de una guerrilla de 16.000 miembros que sigue secuestrando y asesinando a inocentes por procedimientos terroristas. Una encuesta de diciembre pasado reduc¨ªa al 11% la proporci¨®n de ciudadanos que quieren que prosiga el trato entre Pastrana y el septuagenario Tirofijo. Pastrana necesitaba, por tanto, volver a Bogot¨¢ con algo entre las manos para intentar convencer a los esc¨¦pticos colombianos de que merece la pena seguir hablando.
La cuesti¨®n clave de la tr¨¢gica situaci¨®n de Colombia -un pa¨ªs desangrado del que comienza a irse casi todo el que puede- es devolver alg¨²n tipo de credibilidad al estancado di¨¢logo entre el poder y sus diferentes actores y la guerrilla. El Gobierno de Pastrana, que dista mucho de poner coto a los abusos de sus propios representantes en materia de derechos humanos, y que tampoco ha sido capaz de delimitar claramente las actuaciones de las Fuerzas Armadas de algunas de las atrocidades cometidas por los paramilitares, necesita, a pesar de todo, el m¨¢ximo apoyo interior y exterior para dar a la paz una oportunidad, por m¨ªnima que sea.
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