Uno de los nuestros
Camino del colegio electoral, el alcalde se entretuvo saludando a conocidos y repartiendo sonrisas y buenos d¨ªas. Iba confiado y tranquilo, aunque todo el mundo en El Ejido, incluido su alcalde, atribu¨ªa a esa jornada electoral m¨¢s valor que a ninguna otra. La cita del 12-M, en principio destinada a decidir el color de los Gobiernos estatal y auton¨®mico, tuvo en la localidad almeriense el car¨¢cter de un refer¨¦ndum, de un examen direct¨ªsimo sobre la actuaci¨®n del regidor durante los actos violentos ocurridos un mes antes.
Horas despu¨¦s de votar, Juan Enciso Ruiz, casado, dos hijas, vivi¨® momentos felices entre la sede del Ayuntamiento y la del Partido Popular. Con aire triunfal fue recibiendo parabienes y abrazos c¨®mplices de los suyos. Hab¨ªan logrado una victoria hist¨®rica (el 63% de los votos) y una diferencia abrumadora respecto al PSOE de 37 puntos. El alcalde pos¨® con una gran tarta donde se reproduc¨ªa su imagen junto a la de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Hab¨ªa superado el examen con nota: 'Ha habido momentos muy dif¨ªciles, pero la recompensa que he tenido ha sido el respaldo de todos'.
De una manera intuitiva y forzada por los acontecimientos, Enciso ha sabido identificarse con el territorio, un fen¨®meno que afecta a muchos gobernantes que las urnas perpet¨²an en el poder, hasta el extremo de interpretar los ataques contra ¨¦l como ofensas al municipio. Como si El Ejido y Enciso fuesen lo mismo. La confusi¨®n ha cuajado por completo gracias a los sucesos racistas de febrero, que generaron una sensaci¨®n vecinal de incomprensi¨®n y victimismo ante los ataques externos. Su alcalde, el primero en alimentar la divisi¨®n entre ellos y nosotros, ha rentabilizado en las urnas ese sentimiento victimista.
De partida, Enciso ya gozaba de ventajas. Pertenece a una de las familias m¨¢s antiguas del pueblo -son tan escasas que se conocen como 'las del kil¨®metro' (la carretera que atraviesa el municipio longitudinalmente)- y siempre ha exhibido un talante de campechan¨ªa y sencillez. Las dos bazas que barajaron los dirigentes de su partido para proponerle que encabezase la lista municipal. Hasta entonces, Enciso se hab¨ªa limitado a preocuparse de los negocios familiares -pose¨ªan invernaderos y empresas de transformaci¨®n y exportaci¨®n hortofrut¨ªcola- sin mayor inter¨¦s por la pol¨ªtica que el derivado de una estrecha amistad con los dirigentes locales del PP.
Juan, el mayor de los varones, hab¨ªa seguido los pasos de su padre, que comenz¨® como intermediario en la subasta de frutas y hortalizas y acabar¨ªa montando la primera empresa dedicada a la exportaci¨®n de la zona. La familia, conocida como Los Chatos, acabar¨ªa renunciando a los objetivos acad¨¦micos que hab¨ªan trazado para el hijo mayor, que prefiri¨® dedicarse a los negocios que seguir cultiv¨¢ndose en un colegio privado.
Enciso no es brillante y posee evidentes lagunas formativas, pero ha tenido la habilidad de reconvertirlo en una cualidad electoral y proyectarse como un hombre sencillo, llano, accesible. Como si portase una etiqueta que dijese 'uno de los nuestros'. Durante los sucesos del a?o pasado, todo ello se exacerb¨® hasta el extremo de anteponer su condici¨®n de 'uno de los nuestros' a la disciplina con el PP. Al a¨²n ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Manuel Pimentel, le colg¨® el tel¨¦fono y de sus prontos han sabido dirigentes como Te¨®fila Mart¨ªnez o Javier Arenas.
Impulsivo, terco y autoritario, el alcalde, nada c¨®modo para la imagen centrista que quiere proyectar el PP, sabe que su poder reside en su tir¨®n vecinal. Mientras le arropen, seguir¨¢ a salvo de operaciones para derribarlo, como ya experiment¨® durante la antesala de las ¨²ltimas elecciones municipales. En aquella ocasi¨®n, el enfrentamiento con sus antiguos amigos y valedores le llev¨® a coquetear con el GIL. El temor del PP a perder la segunda alcald¨ªa m¨¢s importante de Almer¨ªa le hizo ganar el pulso y repiti¨® como candidato. Los amigos de anta?o dimitieron. En el camino, Juan Enciso se ha dejado jirones idealistas, a decir de algunos, y los ha sustituido por otros intereses. En El Ejido gobierna su partido -lo preside- y el Ayuntamiento, donde muestra un celo especial por los temas de seguridad ciudadana y, en el ¨²ltimo a?o, por el derribo de chabolas de inmigrantes.
Lo que pierde con la palabra, lo gana en gestos populistas. Es frecuente verlo en entierros y paseando a su nieta por el pueblo. No habla de inmigraci¨®n con medios que presume cr¨ªticos, y cuando lo hace suele provocar reacciones de espanto fuera del municipio. A la comisi¨®n de europarlamentarios que visit¨® recientemente el pueblo les dijo que los marroqu¨ªes, a diferencia de los latinoamericanos, ten¨ªan una especial querencia por el chabolismo.
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