Malas soluciones
Durante mucho tiempo he cre¨ªdo, con Marx, que la humanidad s¨®lo se plantea los problemas que puede resolver. La experiencia me hace sospechar m¨¢s bien que los problemas lo son precisamente porque no tienen buena soluci¨®n. Esto es m¨¢s cierto estos d¨ªas en que la agenda se nos llena de cuestiones con mala soluci¨®n, como la inmigraci¨®n. Desde el punto de vista de la teor¨ªa democr¨¢tica o los derechos humanos cualquier limitaci¨®n a la movilidad geogr¨¢fica de las personas resulta dif¨ªcil de justificar, de modo que la petici¨®n de fronteras abiertas se sustenta en una s¨®lida posici¨®n ¨¦tica, lo que no es poca cosa y merece m¨¢s de una meditaci¨®n. Pero el fiat iustitia et pereat mundus tampoco vale aqu¨ª y esa pol¨ªtica de puertas abiertas, de llegar a ser (y s¨®lo podr¨ªa abordarse por la totalidad de la UE), tendr¨ªa serias consecuencias internas. Mientras tanto hay que controlar los flujos y ello trae como consecuencia inevitable diferenciar entre inmigrantes que entraron con o sin papeles, legales o ilegales. ?sta es la primera conclusi¨®n, que en lugar de solucionar el problema no hace sino plantearlo.
Para comenzar porque el control de flujos no impide el flujo incontrolado. Adem¨¢s, la decisi¨®n de controlar las entradas se encuentra siempre con un contingente previo de ilegales que, por razones pr¨¢cticas (si no humanitarias), hay que regularizar. Y las mismas regularizaciones, reiteradas una y otra vez (y ya llevamos nada menos que cuatro, en 1985, 1991, 1996 y 2000), generan su efecto llamada, pues 'si entro, seguro que pillo alguna'.Y como las regularizaciones nunca son completas, permanece un contingente de 'antiguos' ilegales que pronto se engrosa con los 'nuevos'. Finalmente, si pretendemos eliminar la bolsa de 'no regularizados' devolviendo los 'ilegales' a sus pa¨ªses para regularizarlos all¨ª y que regresen despu¨¦s (lo que es una insensatez obvia), cuando se enteren (y ya se han enterado) de que, una vez en Espa?a, el Gobierno planea devolverlos a casa para luego traerlos con papeles, ?no generamos otro efecto llamada, consecuencia no querida del intento de evitarlo? El resultado del embrollo es as¨ª una segunda conclusi¨®n, que tampoco soluciona el tema: hay siempre ilegales, y una buena gesti¨®n de la inmigraci¨®n debe contar con ello.
El dilema es entonces evidente, pues si se les equipara jur¨ªdicamente a los legales ?para que controlar las entradas?, ?para qu¨¦ pedir visados si, una vez dentro, es igual? Pero si se les priva de derechos margin¨¢ndoles, les forzamos a ser v¨ªctimas o verdugos, con lo que la ecuaci¨®n emigrante = delincuente acaba autocumpli¨¦ndose. ?Qu¨¦ derechos son necesarios para impedir su marginalizaci¨®n y qu¨¦ discriminaci¨®n es necesaria para impedir el efecto llamada? ?Cu¨¢l es el punto de equilibrio... si es que lo hay? No quisiera yo tener que tomar esa decisi¨®n.
El tema se complica m¨¢s por el propio contexto en que ese drama (y es un drama en todos y cada uno de los casos) se desarrolla. Por una parte, los empresarios piden mano de obra para trabajos que los espa?oles no desean hacer y resulta chusco que -como en Murcia- hay oferta y demanda de trabajo pero es el Gobierno quien bloquea el acuerdo. Y todo ello en un contexto de demograf¨ªa preocupante que hace cre¨ªbles (aunque sean exagerados) los informes (de la ONU y otros organismos) sobre la necesidad de 'migraciones de sustituci¨®n' que equilibren la demograf¨ªa.
El problema se presta as¨ª a todo tipo de demagogia, tanto desde el discurso xen¨®fobo del orden (electoralmente rentable) como desde el de la buena conciencia. Pero el fen¨®meno de la inmigraci¨®n no es nada nuevo y hace ya al menos un lustro que conocemos perfectamente sus dimensiones. Y mientras discutimos si son galgos o podencos, nuestros municipios (de Lorca a El Ejido) se llenan de problemas pr¨¢cticos e inmediatos (residenciales, educativos, sanitarios, laborales) para los que no hay pol¨ªtica ni orientaci¨®n alguna, mucho m¨¢s importantes que la teor¨ªa del 'efecto llamada'. Teniendo pues en cuenta su complejidad y su capacidad para movilizar la opini¨®n p¨²blica, el pacto de Estado que ha solicitado Rodr¨ªguez Zapatero es indiscutible. La inmigraci¨®n no puede estar sometida al vaiv¨¦n de ministros o del turno pol¨ªtico y necesita estabilidad, firmeza, continuidad y largo plazo. Al final, como con el terrorismo, habr¨¢ pacto con el PSOE. No solucionar¨¢ el problema, pero al menos sabremos a qu¨¦ atenernos.
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