El espejo de los genes
Cuando, en junio pasado, acabamos (es un decir) de deletrear la secuencia del genoma humano, todav¨ªa ignor¨¢bamos el n¨²mero de genes que conten¨ªa. Se barajaba la cifra convencional de 100.000 genes. En una reuni¨®n en Massachusetts los expertos apostaron sobre cu¨¢ntos ser¨ªan. El abanico de apuestas iba de los 30.000 a los 150.000. Ahora han ganado los que apostaron m¨¢s bajo. Se ha corrido a toda velocidad para contarlos, sin ahorrar medios ni esfuerzos, pero se ha tardado m¨¢s de siete meses en obtener una primera estimaci¨®n provisional y aproximada. Hay dos razones que explican la dificultad de la empresa. M¨¢s del 95% del genoma no es codificante, no forma parte de genes, es DNA basura. Por otro lado, cada gen est¨¢ disperso en la secuencia, interrumpido por continuas interpolaciones basureras. Localizar los genes en la secuencia del genoma es como buscar agujas en un pajar, con la dificultad a?adida de que las agujas no est¨¢n enteras, sino rotas, fragmentadas y dispersas.
Los avances espectaculares de la gen¨®mica est¨¢n poniendo de manifiesto lo mucho que ignoramos y lo poco que sabemos con precisi¨®n. Todos los datos son estimaciones y la secuencia del genoma sigue teniendo lagunas. Todav¨ªa m¨¢s en pa?ales est¨¢ nuestro conocimiento de las prote¨ªnas. Las ¨²ltimas estimaciones apuntan a unas 250.000 prote¨ªnas distintas, codificadas por unos 30.000 genes. Si esto es as¨ª, obviamente no puede haber una correspondencia biun¨ªvoca entre genes y prote¨ªnas. Los bi¨®logos que -como Miguel Beato- han estado subrayando la complejidad de la sem¨¢ntica gen¨®mica ten¨ªan raz¨®n. Parece que los genes pueden leerse de varias maneras, en varias direcciones y posiciones y a diversos niveles. El estudio de las interacciones entre genes y prote¨ªnas est¨¢ en mantillas y promete ser m¨¢s complicado de lo que se pensaba. Seguro que vamos a pasarnos gran parte del siglo XXI estudiando las funciones de los genes, los mecanismos de su regulaci¨®n, sus m¨²ltiples lecturas, sus interacciones mutuas y con las prote¨ªnas que producen, cu¨¢ndo y c¨®mo y bajo qu¨¦ condiciones se activan y desactivan. La tarea ser¨¢ tit¨¢nica, pero al final dispondremos de un espejo de una nitidez maravillosa (o aterradora, para los proclives al tembleque).
El genoma humano analizado por la empresa Celera Genomics proviene de cinco individuos de razas diversas; el secuenciado por el consorcio p¨²blico internacional procede de doce personas distintas. Esto no es problema, pues todos los seres humanos tenemos un genoma muy parecido. La secuencia gen¨¦tica de dos humanos cualesquiera no emparentados coincide en un 999 por mil de sus pares de bases. Nuestros libros de instrucciones solo se diferencian (?vive la diff¨¦rence!) en una letra de cada mil, es decir, en unos tres millones de pares de bases. M¨¢s interesante ser¨¢ averiguar en qu¨¦ genes nos diferenciamos, pero eso a¨²n no lo sabemos. Dentro de 20 o 30 a?os podremos analizar y grabar en un disco DVD toda la informaci¨®n contenida en nuestros genes a un precio razonable. Ese disco ser¨¢ nuestro m¨¢s fiel espejo. Desde luego, nuestro m¨¦dico querr¨¢ verlo, y qui¨¦n sabe cu¨¢nta gente m¨¢s. El rubor, la indiscreci¨®n y el exhibicionismos hallar¨¢n cauces in¨¦ditos de expresi¨®n.
Celera ha contado los genes del rat¨®n (Mus musculus) al mismo tiempo que los nuestros y ha obtenido aproximadamente el mismo n¨²mero. Parece que todos los mam¨ªferos tenemos unos 30.000 genes.
Este resultado constituye un mazazo tremendo para el antropocentrismo. Como ha comentado Eric Lander (director cient¨ªfico del consorcio p¨²blico), 'parece una afrenta a la dignidad humana'. Sin duda lo es para quienes busquen la dignidad humana en su diferencia respecto al resto de los animales, pero no lo es, sino todo lo contrario, para quienes pongan nuestra dignidad en la lucidez insobornable y la serena aceptaci¨®n de lo que somos (animales y mam¨ªferos t¨ªpicos). Primero se pens¨® que nuestra presunta mayor complejidad se notar¨ªa en que nuestra secuencia g¨¦nica ser¨ªa m¨¢s larga que la de los otros organismos, pero luego se descubri¨® que cebollas y tulipanes, por ejemplo, tienen m¨¢s material gen¨¦tico por c¨¦lula que nosotros. Se concluy¨® que eso no importaba, pues la mayor parte del genoma es basura y solo los genes ser¨ªan relevantes. Por eso se estim¨® que nuestro genoma tendr¨ªa 100.000 genes, bas¨¢ndose en el prejuicio de que somos mucho m¨¢s complejos (digamos, cinco veces m¨¢s complejos) que el min¨²sculo gusanito C. elegans, por lo que deber¨ªamos tener al menos cinco veces m¨¢s genes. Ahora resulta que solo tenemos un tercio m¨¢s de genes. Quiz¨¢ nuestros mecanismos de regulaci¨®n gen¨¦tica sean m¨¢s complicados. Ya veremos. De todos modos, de lo que s¨ª podemos estar orgullosos es del espejo mismo que estamos construyendo. La exploraci¨®n del genoma es un monumento a la dignidad humana, que estriba en el conocimiento.
Jes¨²s Moster¨ªn es profesor de investigaci¨®n en el Instituto de Filosof¨ªa del CSIC.
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