Ejemplos

En Espa?a poner ejemplos est¨¢ mal visto; la claridad en las explicaciones se confunde con la simpleza, y en general se tiende a pensar que cuanto m¨¢s oscuros son los conceptos m¨¢s profundo es el pensamiento que expresan. Yo soy de los que piensan lo contrario: que la claridad es una manifestaci¨®n de la inteligencia, y que no hay filosof¨ªas oscuras ni materias complejas, sino personas incapaces de explicarlas, es decir, de entenderlas. Por eso siempre exijo ejemplos. Y es ah¨ª, en la capacidad de ponerlos, en el don de hacer f¨¢cil lo dif¨ªcil, donde distingo a las mentes luminosas.

El otro d¨ªa, mi profesora de Teor¨ªa Literaria explic¨® en clase qu¨¦ es la metaliteratura, y puso el ejemplo del sacerdote Gonzalo Alonso Fuentes, que el pasado s¨¢bado falleci¨® mientras oficiaba misa de seis en la Iglesia San Gregorio de Sevilla. Ella ya hab¨ªa acudido a la misa para explicarnos en otra clase c¨®mo funciona la verosimilitud en la literatura. En la liturgia cristiana, nos hab¨ªa dicho, un hombre adulto vestido con llamativos ropajes, y que en otras circunstancias, o perteneciendo nosotros a otra cultura, tomar¨ªamos por loco, consigue en virtud de la fe de quienes escuchan y tambi¨¦n de la efectividad de la ceremonia que ejecuta, que un fen¨®meno cient¨ªficamente imposible como es convertir el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Dios se haga posible y verdadero en la mente de los feligreses. Del mismo modo, el buen escritor es capaz de conseguir con su t¨¦cnica que sucesos disparatados, admirables e imposibles resulten verdaderos a los ojos del lector. Y nosotros lo entendimos estupendamente.

El otro d¨ªa, como digo, nos explic¨® la metaliteratura con el ejemplo de la Iglesia de San Gregorio. Cuando los feligreses, nos dijo, asist¨ªan con naturalidad a los rituales de un hombre ataviado con una t¨²nica multicolor, la realidad de la muerte irrumpi¨® en el escenario y fulmin¨® al viejo p¨¢rroco. Como suceder¨ªa en una representaci¨®n de La vida es sue?o si el actor que encarna a Segismundo falleciese en pleno mon¨®logo, la brutal aparici¨®n de la muerte en la misa del cura Alonso abort¨® la ilusi¨®n de verdad y puso al descubierto el car¨¢cter teatral de la celebraci¨®n. La imagen del cura muerto al pie del altar, vistiendo a¨²n sus llamativas ropas, ten¨ªa para ella el mismo punto de extra?eza que la del actor muerto, disfrazado todav¨ªa de Segismundo. Como la muerte, concluy¨®, la metaliteratura tambi¨¦n enciende las luces en la sala de la verosimilitud, y destruye la ilusi¨®n de verdad. Y nosotros lo entendimos estupendamente.

Ayer nuestra profesora nos explic¨® la diferencia entre autor y narrador, porque muchos de mis compa?eros siguen pensando que quien habla en una novela es el se?or particular que la escribe, y nos puso otro ejemplo: la voz del narrador, nos dijo, es lo que se oye habitualmente en el parlamento andaluz cuando los micr¨®fonos est¨¢n abiertos. La voz del autor, en cambio, se oy¨® accidentalmente la semana pasada, cuando el diputado socialista Rafael Centeno se expres¨® sin ambages ret¨®ricos, creyendo que los micr¨®fonos de la literatura estaban desenchufados. Y nosotros con este ejemplo lo entendimos todo estupendamente.