Mendoza parodia el g¨¦nero policiaco en 'La aventura del tocador de se?oras'
El escritor dice que lo que m¨¢s le gusta de la novela es que refleja su '¨¢lter ego' ling¨¹¨ªstico
Admite Eduardo Mendoza que La aventura del tocador de se?oras ser¨¢ tomada como una gamberrada -'elegante, eso s¨ª'- o como un divertimento. 'Si no quieres que te digan que es un divertimento tienes que decirlo t¨² antes. Puede ser considerada como una lectura de puente a¨¦reo o de intercity a Valencia, pero para m¨ª mismo no es exactamente una gamberrada. Siempre me salen este tipo de historias en un mismo momento ciclot¨ªmico: cuando no s¨¦ por d¨®nde ir. Me pas¨® despu¨¦s de escribir La verdad sobre el caso Savolta (1975), no sab¨ªa por d¨®nde tirar y sali¨® El misterio de la cripta...'.
Tras Una comedia ligera (1996), Mendoza dijo que para ¨¦l la novela de sof¨¢, la novela convencional, se hab¨ªa acabado. Ha dicho en diversas ocasiones que es necesario buscar nuevas f¨®rmulas, y mientras busca esas salidas, se ha repetido con La aventura del tocador de se?oras el momento ciclot¨ªmico. 'No s¨¦ si la novela se ha muerto o el que se ha muerto soy yo. Lo que hago en estos caso es salirme por la tangente. Creo que es algo bastante com¨²n, hay escritores a los que les ha pasado lo mismo, y lo que ha hecho alguno, por ejemplo, es escribir una novela er¨®tica para La Sonrisa Vertical'.
Sea como fuere, se ha divertido mucho escribi¨¦ndola y los lectores se divertir¨¢n tambi¨¦n. Lo primero que engancha es el lenguaje: una mezcla total del idioma culto con el m¨¢s popular, del argot y de las nuevas jergas tecnol¨®gicas y econ¨®micas, del castellano y del catal¨¢n, castellaniz¨¢ndolo hasta convertirlo en un idioma macarr¨®nico cuando le conviene.
No hay problema alguno de comprensi¨®n. Se entiende perfectamente todo en su contexto. 'Es un h¨ªbrido total', en el sentido positivo. Y pone como ejemplo Rabos de lagartija, la ¨²ltima novela de Juan Mars¨¦. 'Se olvida que he sido int¨¦rprete simult¨¢neo de la ONU. Aprend¨ª a repetir lenguajes que son como islas: el de los pol¨ªticos, el de los economistas, el de las honras f¨²nebres... Soy muy consciente de las tribus ling¨¹¨ªsticas y me divierte enormemente mezclarlas, las agito y ah¨ª est¨¢ el resultado. Lo que m¨¢s me gusta de la novela es que refleja mi ¨¢lter ego ling¨¹¨ªstico'.
La contaminaci¨®n entre los idiomas es inevitable y el escritor opina que 'viven un equilibrio precario'. 'Un idioma es algo poco natural, que se aguanta por milagro. Le pegas una patada y se puede desarmar'.
Una bella mujer convence en esta novela al antih¨¦roe sin nombre para que robe unos documentos comprometedores para un empresario. Cuando va a por los papeles se encuentra con el hombre fiambre y sospecha que le han implicado para que cargue con el mochuelo. A partir de ah¨ª se desencadenan los episodios m¨¢s descabellados, con situaciones y personajes que son aut¨¦nticas parodias. Pardalot, el empresario; Arderiu y Reinona, unos se?ores de Barcelona; Magnolio, un inmigrante ugand¨¦s; Purines, que se gana la vida atizando a sus clientes; Miscosillas, el abogado; el alcalde... De la ternura a la crueldad, siempre en clave de humor. Magnolio es un tipo entra?able. 'Ser socio de esa peluquer¨ªa horrorosa es la m¨¢xima ilusi¨®n del negro. Como los que llegan en pateras, est¨¢ dispuesto a todo, a jugarse la vida, aunque sea para desembozar cloacas'. El alcalde, por lo contrario, es corrupto, falso, tontorr¨®n, la caricatura de un pol¨ªtico de la peor especie. 'No hemos cambiado de nada, s¨®lo de partidos'.
Dos episodios arrancan especialmente las carcajadas del lector. Uno es una especie de secuencia al estilo del camarote de los hermanos Marx a c¨¢mara lenta, en la que los personajes se van escondiendo en el peque?¨ªsimo piso del protagonista, y el otro es el tiroteo final. 'Me divert¨ª mucho escribi¨¦ndolo. Como en el teatro, me los imagino en escena'.
Las locuras del antih¨¦roe siguen un orden. 'Si los disparates no los metes en alg¨²n molde m¨ªnimo ser¨ªa un disparate total'. Incluso la explicaci¨®n que da o intenta dar al final el protagonista parece la de Poirot cuando resuelve un caso. 'Pero no es policiaca en ese sentido; si lo fuera, ser¨ªa para fusilarme. En mi novela est¨¢n todas las transgresiones a la ortodoxia del g¨¦nero. Si no siguiera un modelo, no s¨¦ si podr¨ªa sostener a puro pulso estos disparates. Aunque deber¨ªa hacerlo, deber¨ªa abandonar los modelos del siglo XVIII. ?C¨®mo podr¨ªa plantear la enorme libertad que me permiten estas historias sin encajarlas de acuerdo a un canon?'.
'Soy masoquista, ?verdad?'.
Babelia
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