La Bolsa o la Visa
Sobre la er¨®tica del poder, la pornograf¨ªa del dinero: ¨¦sa es la c¨²spide. Se llama Banca y la noticia es que la Banca espa?ola aument¨® un 30,9% sus beneficios en el 2000, un a?o en que todos los peque?os ahorradores-inversionistas perdieron aproximadamente un tercio de sus ahorros en la Bolso. Es lo m¨¢s pornogr¨¢fico que he le¨ªdo desde los traspasos futbol¨ªsticos de principio de temporada.
En cuestiones econ¨®micas, el liberalismo siempre cae en lo pornogr¨¢fico. Dado el liberalismo salvaje (y la inform¨¢tica), para el gran inversor ya no es necesaria la contabilidad doble, con llevar la falsa es suficiente; y para el peque?o s¨®lo una duda, perder sus ahorros poco a poco en los fondos de inversi¨®n o perderlos a toda velocidad en acciones cotizables. Jam¨¢s su liquidez se derram¨® tan f¨¢cilmente. Lo pornogr¨¢fico radica en lo intangible de los bienes que generan el beneficio.
Seg¨²n confesi¨®n propia, los beneficios de la Banca proceden de la revalorizaci¨®n del d¨®lar, de los ingresos por comisiones, de la intermediaci¨®n de valores y dem¨¢s servicios habituales. De la plusval¨ªa. O sea, de la nada en el mundo real y tangible la producci¨®n: de no haber existido la Banca, no se hubiera detectado una vaca loca de menos ni se hubiera orde?ado un litro m¨¢s de leche; por existir, el mismo kilo de carne de pollo cuesta m¨¢s pero sigue siendo un kilo. Nada han creado, lo suyo es el sector terciario, la tercer¨ªa, el celestinaje de la ingenier¨ªa financiera: si sube el dinero sube r¨¢pido la hipoteca, si baja hay que frenar la velocidad del descenso, lo nuestro no es el batacazo sino el cazo, dicen. Porque dicen cosas preciosas: 'Tengo el placer de comunicarle que a partir de esta fecha incrementamos en un punto el inter¨¦s de su deuda...'. Es cierto que se alegran, pero pod¨ªan mantener las formas, ser c¨ªnicos y disimular con un 'lamentamos comunicarle'.
Esos grandes negocios no se hacen con gigantescas obras o f¨¢bricas sino con la diminuta miseria contable de ir ara?ando la calderilla de los ciudadanos de a pie: si el inter¨¦s lo tienes que cobrar t¨², la cuenta empieza ma?ana; si tienen que cobrar ellos, la cuenta empieza hoy. Ya no se lleva lo de la bolsa o la vida. Si invierte en Bolsa con nosotros, le concedemos una Tarjeta Oro. La Bolsa y la informaci¨®n son poder, pero s¨®lo para quien las genera o conoce de antemano. Del peque?o ahorrador, el electricista, el fil¨®sofo, el tendero de la esquina... de gente que vive de su trabajo, se nutren los tiburones de la Bolsa. ?sta es la secuencia: se anuncia en los medios, el pueblo llano invierte (no tiene otro remedio, no hay renta fija rentable), se baja la cotizaci¨®n hasta forzar la venta de quienes quieren salvar los muebles, compran los tiburones, suben de nuevo hasta el nivel primitivo y se quedan donde estaban pero con el capital de los peque?oinversionistas en el bolsillo.
A escala internacional sucede lo mismo: el tibur¨®n grande se come al chico. La Bolsa distorsiona cuanto quiere, una empresa no vale por lo que investiga, fabrica y vende sino por lo que quiere cotizar en petrod¨®lares el desalmado de turno en Wall Street. Los beneficios de la nada pagan los mismos impuestos que las rentas del trabajo, alguien olvid¨® el sabio consejo de este refr¨¢n ¨¢rabe: 'el hombre que hizo fortuna en una a?o deber¨ªa haber sido ahorcado doce meses antes'.
La propuesta de la Tarjeta Oro es por si te queda alg¨²n dinero suelto. Todas las tarjetas de cr¨¦dito se han promocionado con el mismo eslogan: 'compre sin dinero'. La distorsi¨®n del significado orienta hacia el verdadero objetivo del mensaje a favor del pl¨¢stico, alejar del dolor de coraz¨®n la realidad tangible del dinero que se gasta. Compramos sin dinero, por eso no nos duele y compramos m¨¢s y a cr¨¦dito. Las ventajas del papel moneda son obvias, lo aceptan en todos los establecimientos, no genera burocracia y, lo m¨¢s importante, no deja huellas. Con el rastro de las tarjetas alguien est¨¢ escribiendo tu biograf¨ªa. Pero el prejuicio social est¨¢ en contra del pago en efectivo porque la Banca (en su ¨²nica aportaci¨®n a la literatura) ha acu?ado la bella frase de 'el papel moneda es la tarjeta de cr¨¦dito del hombre pobre' y nadie quiere pasar por tal.
En la granja de Orwell al cerdo rico se le llama se?or cerdo. Atrapados en la red de sus intereses y nuestras debilidades, este art¨ªculo es un desahogo, una verdad de perogrullo que podr¨¢ desmontar el sutil an¨¢lisis de cualquier economista bancario, profesional habituado a predecir lo que pas¨®. La Bolsa pierde y la Banca sube: eso es pornograf¨ªa. Eso s¨ª que es una lectura ins¨®lita de El Capital.
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