El Camp de Tarragona
De unos meses a esta parte el sur de Catalu?a se esta moviendo. Por un lado las actuaciones reivindicativas de las Tierras del Ebro, por otro los esfuerzos de vertebraci¨®n del Camp de Tarragona. Las comarcas del Alt Camp, el Baix Camp y el Tarragon¨¨s constituyen la segunda ¨¢rea metropolitana de Catalu?a, y requieren un proyecto de vertebraci¨®n pol¨ªtica clara.
Este espacio plurimunicipal, con n¨²cleos urbanos bien definidos y en muchos casos complementarios, ya que existen ciudades con vocaci¨®n comercial, n¨²cleos tur¨ªsticos, ciudades con profundos rasgos hist¨®ricos, se ha ido convirtiendo, a ojos de la ciudadan¨ªa y de los agentes econ¨®micos, en un ¨¢mbito urbano ¨²nico. Con un potencial poblacional de 350.000 habitantes y con unos 5 millones de turistas anuales, esta ¨¢rea se caracteriza por una gran intensidad de desplazamientos de sus ciudadanos para ir a trabajar, a estudiar, a comprar o simplemente a divertirse, lo que da lugar a unos 400.000 viajes diarios. La mayor¨ªa de ellos se localiza en el interior del ¨¢rea y s¨®lo un 7% tienen un destino externo (a principios de la d¨¦cada de 1990 era s¨®lo el 5%), proporci¨®n que indica una fuerte coherencia interna. As¨ª pues, en esa zona uno puede residir, trabajar, comprar y divertirse en distintos puntos sin percibirlo como un coste suplementario en su cotidianidad y sin que ello debilite su pertenencia a una ciudad concreta. Es lo que los expertos llaman la ciudad real, compuesta por espacios urbanizados y otros libres. Adem¨¢s, la existencia de todo el eje costero, con Port-Aventura y otros municipios de reconocido prestigio tur¨ªstico (Salou o Cambrils), la presencia de ciudades con una creciente actividad de ocio urbano (la Tarragona romana, el Reus modernista), as¨ª como la proximidad de un ¨¢rea agr¨ªcola emergente como el Priorat, unido a infraestructuras de alta capacidad (aeropuerto y puerto), hacen de esta parte del territorio una zona urbana emergente y cambiante.
Sin embargo, para que estas potencialidades puedan consolidarse y para que esta ¨¢rea metropolitana o ciudad real pueda desarrollarse plenamente, deben tenerse en cuenta una serie de limitaciones con or¨ªgenes internos y externos. Hace poco en estas mismas p¨¢ginas el diputado Germ¨¤ Bel afirmaba que un rasgo tradicional del territorio ha sido su falta de vertebraci¨®n interna, que, a?adida a su condici¨®n perif¨¦rica, ha determinado su falta de vertebraci¨®n con el resto del pa¨ªs. Esta situaci¨®n ha provocado que en la etapa democr¨¢tica no haya habido voluntad pol¨ªtica para definir y estructurar, desde el ¨¢mbito local, esta ¨¢rea de forma conjunta, por lo que se han perdido grandes oportunidades de cohesi¨®n y eficacia en la gesti¨®n de los recursos p¨²blicos: el campus universitario integrado o una pol¨ªtica coordinada para el aeropuerto constituyen sendos ejemplos fallidos. El Gobierno de la Generalitat, con su pol¨ªtica territorial, no ha ayudado a reconocer y potenciar esta voluntad metropolitana, sino que, muy al contrario, ha fomentado pol¨ªticas localistas conflictivas, potenciado como resultado el fraccionamiento del ¨¢rea. Un ejemplo al respecto lo puso hace pocos d¨ªas el director general de Transportes, Enric Tic¨®, cuando dijo que en el Camp de Tarragona existe el sistema de transporte colectivo y p¨²blico m¨¢s complejo e ineficaz de Catalu?a; si la situaci¨®n es, incluso, reconocida por el responsable auton¨®mico de la materia, el desajuste tiene que ser por fuerza enorme. Esto hace que los desplazamientos intermunicipales se desarrollen b¨¢sicamente utilizando el transporte privado, ya que la alternativa p¨²blica, o bien no existe o bien no est¨¢ adecuada a las necesidades de la poblaci¨®n, lo que acarrea que a las personas que, por distintas causas, no pueden acceder al autom¨®vil o a los miles de turistas llegados a nuestras costas sin veh¨ªculo privado les resulte dif¨ªcil¨ªsimo moverse en esa ¨¢rea metropolitana.
Sin embargo, el futuro se vislumbra distinto. Las ciudades del Camp se est¨¢n organizando, unas con m¨¢s ¨ªmpetu que otras, y los agentes econ¨®micos de todos los sectores presionan para resolver el problema. Hay en este momento sobre la mesa propuestas de vertebraci¨®n con nombres y f¨®rmulas distintas: el consorcio del Camp, un plan director de infraestructuras, un programa coordinado de las directrices del Camp de Tarragona, una comisi¨®n de seguimiento del plan director, etc¨¦tera. Todo ello apunta a un cambio de tendencia en el modelo territorial, donde ya no se practique el divide y vencer¨¢s, sino en el que los esfuerzos pol¨ªticos se dirijan a solucionar los problemas concretos de los ciudadanos, con f¨®rmulas m¨¢s racionales y eficaces, que requieren unos ¨¢mbitos de gesti¨®n que incluyan a m¨¢s masa cr¨ªtica de usuarios y por lo tanto exijan la cooperaci¨®n entre las distintas administraciones locales. Aunque s¨®lo sea en t¨¦rminos empresariales, en un mundo globalizado como el de hoy, las unidades de gesti¨®n requieren piezas cada vez mayores; as¨ª, los territorios que son unidades en la vida cotidiana de las personas necesitan superar viejas e in¨²tiles rivalidades para gestionar mejor los servicios. Y eso tambi¨¦n apunta a cambios en el mapa pol¨ªtico catal¨¢n. El sur catal¨¢n esta dando signos de visi¨®n de futuro no s¨®lo en el ¨¢mbito local sino para todo el pa¨ªs.
Carme Miralles-Guasch es diputada al Congreso por el PSC.
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