Hannibal
El hecho de que un juez o una sentencia genere titulares destacados en los peri¨®dicos suele obedecer a dos causas. La primera se refiere a su enorme calado en la opini¨®n p¨²blica por tratarse de un asunto de proporciones pol¨ªticas o sociales que compete a un buen n¨²mero de ciudadanos. La segunda raz¨®n va irremediablemente asociada a los fallos que convierten al juez en protagonista porque su veredicto atenta contra la sensibilidad y el sentido com¨²n. A esta segunda categor¨ªa pertenece sin duda la decisi¨®n tomada hace unas semanas por la Audiencia de Barcelona en la que se absolv¨ªa de toda culpa a un padre que hab¨ªa mantenido relaciones sexuales con su hija menor hasta el extremo de dejarla embarazada. Ya s¨¦ que es un caso sobre el que se ha vertido mucha tinta, pero nunca viene mal insistir en asuntos de esta naturaleza para convertir la indignaci¨®n en argumento y el da?o en materia para la reflexi¨®n.
Las razones del juez encargado del caso fueron tan contundentes como la falta de pruebas para demostrar que la denunciante (la propia hija del procesado) no consintiera de modo expl¨ªcito tales relaciones. La segunda raz¨®n alud¨ªa igualmente a la imposibilidad de demostrar que el padre se aprovechase conscientemente de una situaci¨®n de superioridad manifiesta que pudiese coartar la libertad de la v¨ªctima. Y es ahora cuando retomo lo del sentido com¨²n ante una sentencia que se cae por su propio peso y que suena a broma de mal gusto, ante un fallo real emitido por quienes representan a la justicia sin que les tiemble el pulso. Pese a todo y para no pecar de viscerales, pong¨¢monos ante la hipot¨¦tica situaci¨®n de que ella, la ni?a, haya sido una intratable Lolita que coqueteara reiteradamente, que jugara a la provocaci¨®n con sus vaqueros ce?idos y sus blusas ajustadas. Pensemos incluso que confundiera a su padre con Harrison Ford y deseara mucho esa aventura con ¨¦l. Todo lo que queramos. Pero hablamos siempre de una relaci¨®n desigual y de un abuso imperdonable por parte de quien debe poner la cordura y el ejemplo. De otro modo se habr¨¢ convertido para siempre y para ella en su Anthony Hopkins, devor¨¢ndola en silencio tras su m¨¢scara de Hannibal.
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