Curro V¨¢zquez: la torer¨ªa
Curro V¨¢zquez derram¨® aromas toreros en la tarde carabanchelera y llen¨® de vibraciones art¨ªsticas el Palacio Vistalegre. Se hac¨ªa presente Curro V¨¢zquez y era el paradigma de la torer¨ªa.
Torear con torer¨ªa: se tomar¨¢ a redundancia, parecer¨¢ mentira, pero es algo que ya no se ve.
Curro V¨¢zquez recuper¨® esta disposici¨®n, aut¨¦ntica virtud, que en tiempos se ten¨ªa por consustancial al arte de torear.
Presentaba el capote y fuera para fijar al toro a su salida, para embarcarlo a la ver¨®nica o para pasarlo en lances del delantal, lo iba meciendo, marcando sus vuelos al ritmo que requer¨ªan las embestidas. Y, finalmente, trazaba la media ver¨®nica, larga, belmontina y honda
Las mu?ecas sueltas...
Zalduendo / V¨¢zquez, Aparicio
Tres toros de Zalduendo, los dos primeros de Castillejo de Huebra y 6? de Aldeanueva: chicos salvo 5? y 6? (algo m¨¢s hechos); varios sospechosos de pitones; sin fuerza alguna los seis y algunos inv¨¢lidos; manejables. Curro V¨¢zquez: media estocada perdiendo la muleta y descabello (petici¨®n y vuelta); media ladeada y rueda insistente de peones (oreja); dos pinchazos y estocada ca¨ªda (ovaci¨®n y saludos). Julio Aparicio: estocada corta atravesada y cuatro descabellos (silencio); media, rueda de peones y dos descabellos (aplausos); estocada ca¨ªda (ovaci¨®n y saludos). Palacio Vistalegre, 3 de marzo. Media entrada.
Curro V¨¢zquez se sacud¨ªa las mu?ecas, como si le pendieran de un hilo y daba as¨ª argumento a quienes hablan de las mu?ecas sueltas para explicar el curso alado de la ver¨®nica cuando la recrea un toreo atacado de torer¨ªa.
Pero no son s¨®lo las mu?ecas. Es todo el cuerpo... Se torea con todo el cuerpo. Lances y pases se acompa?an con las piernas a comp¨¢s, el giro de la cintura, la cabeza despierta, el coraz¨®n ardiente....
Curro V¨¢zquez, que a su primer toro lo hab¨ªa toreado por ver¨®nicas como los ¨¢ngeles, y a su segundo le hab¨ªa hecho un quite enorme, cambiado el tercio volvi¨® a reclamar el percal y repiti¨® el quite, en medio de un estruendo de ovaciones. Este segundo quite, en efecto, casi calcaba el anterior. Y, sin embargo -he aqu¨ª el misterio del arte-, no alcanz¨® la misma grandeza. Ser¨¢ porque la genialidad tiene su momento, su halo m¨¢gico.
Un mundo complicado es este de los toros. Est¨¢ hecho de t¨¦cnica y de valor, pero cualquier m¨¦rito puede quedar empeque?ecido por esos momentos irrepetibles e inexplicables.
Muchos no entienden c¨®mo ciertos toreros, con apenas tres pases, dos gestos, un adem¨¢n, logran mayor gloria que los insistentes, incansables, inagotables pegapases. Y, ciertamente, nadie se lo podr¨ªa aclarar.
El arte, ya se sabe: se siente o no se siente.
Con la muleta tuvo asimismo Curro V¨¢zquez pasajes notables, tandas de redondos o de naturales interpretados con fundamento; y, principalmente, las trincheras, la fastuosa teor¨ªa de ayudados con que remat¨® algunas series.
Todo con unos toros de escaso fuste y nula fuerza, es preciso aclarar, porque as¨ª de falsa fue la corrida entera. Y cuando subi¨® un poco la talla del toro -ocurri¨® con el quinto de la tarde- baj¨® otro tanto la calidad del toreo y el reposo del torero.
Mano a mano con Julio Aparicio se anunciaba el cartel. Alguien dijo que estaba planteado a primera sangre. Ganas de exagerar. Mano a mano, r¨²brica de torneo medieval es, efectivamente, uno contra otro, en igualdad de condiciones, con las mismas armas. Pero en la actual tauromaquia significa uno despu¨¦s de otro y pare usted de contar. Al terminar los maravillosos quites, Curro V¨¢zquez ofrec¨ª¨® a Julio Aparicio que participara, y el espada madrile?o declin¨® la oferta.
Julio Aparicio no estaba para manos a mano ni para ser ¨¦l mismo. Habiendo destacado de novillero por su arte, adoptaba aires de legionario, una faena la empez¨® de rodillas, hac¨ªa gestos tremendistas. Mas no le sal¨ªa el toreo, casi todo lo remataba por alto, no se estaba quieto. Dio la sensaci¨®n de que hab¨ªa perdido la torer¨ªa -con ella la grandeza- y ven¨ªa a d¨¢rselas de pegapases. Qu¨¦ pena.
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