Contra todas las muertes
Explica la autora los motivos del acto de Gesto por la Paz en Bilbao en memoria de todas las v¨ªctimas
El pasado 18 de enero, el profesor Reyes Mate publicaba en este mismo peri¨®dico un art¨ªculo titulado ?Pero qui¨¦nes son las v¨ªctimas? en el que, adem¨¢s de muy valiosas aportaciones para definir la cualidad de v¨ªctima, vert¨ªa el calificativo de 'incongruencia moral' sobre el acto simb¨®lico que convoc¨® recientemente en Bilbao Gesto por la Paz en memoria de todas las personas muertas por la violencia terrorista. A simple vista, tal vez sea cierto que resulta terrible la exhibici¨®n de una pancarta en la que los nombres de las v¨ªctimas figuraban junto a los de terroristas que hab¨ªan muerto como consecuencia accidental de sus propios actos violentos. Incluso, as¨ª dicho, puede constituir una presentaci¨®n feroz e injusta con las v¨ªctimas. Por eso mismo, es necesario deshacer el nudo de esa llamada incongruencia moral, mediante la exposici¨®n de los valores sobre los que Gesto por la Paz bas¨® su actuaci¨®n, para observar que la justicia y el reconocimiento debido a las v¨ªctimas no son incompatibles con la expresi¨®n de dolor por la p¨¦rdida de otras vidas humanas y que, mucho menos, significa una equiparaci¨®n moral de todas ellas.
'El eje sobre el que gira la elecci¨®n moral de Gesto no es el que enjuicia los actos de las personas'
Antes que nada, no habr¨ªa que obviar el hecho de que la pancarta de la discordia llevaba escrito, en letras bien grandes, el lema que le daba sentido: 'Gehiagorik ez. Nunca m¨¢s'. Es decir, no se puede entender su significado completo, si se descarta la parte que expresa ese deseo de que la violencia no se repita 'nunca m¨¢s' y que tanto contrasta con los m¨¢s de mil nombres de personas que ya han perdido la vida por culpa de su ejercicio. As¨ª, el sentido ¨²ltimo de la pancarta no era el de resolver la cuesti¨®n de la culpa o la inocencia individual de cada persona muerta o asesinada, sino, simplemente, el de reflejar lo innecesaria e in¨²til que es cada una de esas muertes, incluidas la de los propios terroristas.
Es evidente que Gesto por la Paz pod¨ªa haber elegido la opci¨®n, m¨¢s c¨®moda, de ignorar la muerte de quien practica el ejercicio de la violencia y, por tanto, asume, voluntariamente, la posibilidad de su propio sacrificio y hacer figurar, s¨®lo, los nombres de las v¨ªctimas; es decir, de aquellas personas cuya muerte es producto de la m¨¢xima injusticia que un ser humano puede cometer con otro. Sin embargo, el eje sobre el que gira la elecci¨®n moral de Gesto por la Paz no es el que enjuicia los actos de las personas, ni siquiera cuando ese acto es el asesinato, sino el que atiende a la p¨¦rdida bald¨ªa de vidas humanas. Esta opci¨®n se funda en el impulso moral m¨¢s b¨¢sico de cualquier persona: salvar la vida de un semejante, y constituye, adem¨¢s, la ¨²nica forma de acabar con la l¨®gica de la muerte que, tan sutilmente, nos inocula la violencia.
El impulso primario de salvar la vida de nuestros semejantes quedar¨ªa completamente desnudo si, por ejemplo, los terroristas decidieran dejar de ejercer la violencia contra otras personas y asumieran como forma de lucha su autoinmolaci¨®n. ?Tratar¨ªamos, entonces, de evitar su muerte? ?Acaso no ser¨ªa, tambi¨¦n, una muerte buscada en un acto voluntario? Seguro que a todos nos resultar¨ªa terriblemente dolorosa esa situaci¨®n y sufrir¨ªamos si el resultado fuera su muerte. A¨²n as¨ª, es cierto que la diferencia entre un sacrificio propio voluntario y una muerte accidental provocada por el ejercicio de la violencia estriba, sobre todo, en la intencionalidad del acto: en el primero, se elige morir por algo y no se pone en peligro la vida ajena, mientras que, en el segundo, se intenta matar, aunque, accidentalmente, se pueda morir. Ante ambos supuestos, aceptamos con normalidad nuestro deseo de salvar a quien se quiere inmolar y, sin embargo, damos por buena la p¨¦rdida de quien muere en el acto de matar, sin caer en la cuenta de que lo que estamos haciendo, en el segundo caso, no es m¨¢s que enjuiciar la acci¨®n del individuo y considerarla merecedora del castigo de muerte. Dicho de otra manera, es una opci¨®n en la que se acepta, solapadamente, la pena de muerte accidental. Para romper esa din¨¢mica, Gesto por la Paz decidi¨®, desde su fundaci¨®n, no aceptar ninguna de las muertes y denunciar todas ellas, independientemente del juicio que le merecieran los actos de las personas en vida, incluido el ¨²ltimo instante de esa vida. De la misma manera que nadie preguntar¨ªa a un herido por coche bomba ?es usted la v¨ªctima o el que estaba poniendo el artefacto?, antes de auxiliarle para salvarle la vida, Gesto por la Paz no cree necesario enjuiciar los actos de las personas para decidir si condena su muerte o no, ya que responde a ese primer impulso de salvar cualquier vida humana y por tanto toda muerte violenta le parece condenable.
Asimismo, si estamos en contra de la violencia, debemos rechazarla en todos sus resultados. De otra forma, estar¨ªamos cayendo en la doble moral de aceptar una parte de la violencia. En este sentido, cuando muere un terrorista como consecuencia de su propia actividad, la mayor¨ªa de la gente suele experimentar, como m¨ªnimo -y muchos as¨ª lo enuncian p¨²blicamente-, cierto alivio porque, de esa forma, se ha evitado el asesinato de sus futuras v¨ªctimas. Este posicionamiento significar¨ªa que s¨®lo podemos elegir la muerte y que nuestra libertad estar¨ªa limitada a preferir la muerte de una u otra persona. Aceptar la muerte del terrorista conllevar¨ªa la aceptaci¨®n de, al menos, una parte de la pr¨¢ctica de la violencia (la que le toca a quien la ejerce) y, de esta manera, casi sin quererlo, nos atrapar¨ªa la l¨®gica que practica el fan¨¢tico. Frente a la preferencia del terrorista de matar antes de morir, s¨®lo ser¨ªamos capaces de articular otra preferencia tan pobre como la suya: que muera antes de que mate. A veces, la crueldad de la violencia no nos permite ver que, incluso en las situaciones m¨¢s extremas, existen otras opciones en las que no hace falta el sacrificio de ninguna vida: que el terrorista sea detenido antes de cometer su siguiente crimen, que se arrepienta, que falle... El deterioro moral m¨¢s grave ser¨ªa aquel que sufrir¨ªan las personas que acabar¨ªan eligiendo la muerte del terrorista en cualquier caso, es decir aquellas que considerasen un resultado m¨¢s satisfactorio su desaparici¨®n f¨ªsica que su detenci¨®n, por ejemplo.
Es verdad que quienes ejercen la violencia no nos dan a elegir, que la realidad que nos imponen es s¨®lo una y que, desgraciadamente, suele ser la m¨¢s terrible, pero, por eso mismo, tanto si es el terrorista el que presenta su propio sacrificio como si lo que nos deja es la inmensa injusticia de una nueva v¨ªctima, nuestra respuesta debe ser la misma: el rechazo total a esa realidad de muerte, propia o ajena, que se nos propone y la repulsa por la nefasta aceptaci¨®n de poner la vida, ajena o propia, al servicio de una causa. Y ¨¦se es el ¨²nico sentido no s¨®lo de la pancarta de Gesto por la Paz, sino de todas las concentraciones silenciosas que lleva realizando en el Pa¨ªs Vasco y Navarra desde hace quince a?os: la rebeli¨®n contra la muerte, contra todas las muertes.
Ana Rosa G¨®mez Moral es miembro de Gesto por la Paz.
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