Heroica remontada del Deportivo ante el PSG (4-3)
El conjunto gallego remonta un 0-3 y acaba doblegando al Par¨ªs Saint Germain
Diez d¨ªas despu¨¦s del memorable partido ante el Madrid, Riazor volvi¨® a convertirse en un recinto m¨¢gico, un lugar donde el espectador ha de suspender su sentido de la credibilidad y aguardar a que cualquier cosa sea posible. Porque el Deportivo escribi¨® anoche otra gesta inolvidable, uno de esos partidos que nos recuerdan el parentesco del f¨²tbol con el g¨¦nero ¨¦pico. Maltratado por la suerte y por algunos errores defensivos, el Deportivo se vio en el agujero al inicio del segundo tiempo, con tres goles en contra. Lo sucedido a partir de entonces resulta dif¨ªcil de explicar como no sea recurriendo a las ciencias ocultas. La entrada de Pandiani, medio tigre, medio futbolista, convirti¨® el partido en un espect¨¢culo delirante. El uruguayo conect¨® tres cabezazos a gol dentro del ¨¢rea. El cuarto le correspondi¨® a Diego Trist¨¢n. Y as¨ª, volando extasiado por el aire de Riazor, el Deportivo consum¨® una remontada imposible, con cuatro tantos en menos de media hora.
Luis Fern¨¢ndez es de la escuela de Helenio Herrera, de esa clase de t¨¦cnicos que utilizan cualquier cosa para tender trampas al contrario y tratar de confundirle. Fern¨¢ndez lleg¨® a A Coru?a pregonando que no sabr¨ªa si Anelka estar¨ªa en condiciones de jugar. Ya en el estadio, entreg¨® una alineaci¨®n en la que figuraba el ex madridista, y, a ¨²ltima hora, a Anelka termin¨® dej¨¢ndolo en la grada. En mala hora, porque su revelo, Leroy, estuvo a punto de cavar la tumba del Deportivo con dos goles, uno de ellos monumental y justo al borde del descanso.
En Riazor, Fern¨¢ndez se olvid¨® de romanticismos y, pese a la ausencia de su b¨®lido, pertrech¨® al equipo para jugar al contragolpe sin el menor disimulo. Sorprendente decisi¨®n, porque los franceses necesitaban un triunfo para seguir alimentando la esperanza, pero el extra?o plan del volc¨¢nico Fern¨¢ndez tuvo a favor el viento de la fortuna. Nada en el arranque del partido hac¨ªa presagiar la dram¨¢tica situaci¨®n en la que el Deportivo alcanzar¨ªa el descanso. Los blanquiazules camparon con autoridad por el partido, ante un rival que parec¨ªa al borde de la flojera total. Sin un gran juego, pero, en todo caso, con un dominio m¨¢s que suficiente, el gol merode¨® una y otra vez por los alrededores de la meta francesa. Es verdad que el PSG aprovech¨® alg¨²n contragolpe para ense?ar la patita por debajo de la puerta. Las ocasiones de verdad, sin embargo, las desperdici¨® el Deportivo, incluido un mano a mano de Fran ante Letizi.
Todo parec¨ªa en su sitio hasta que a la media hora de juego sobrevino la primera cat¨¢strofe. En uno de los contragolpes franceses, Okocha recibi¨® desmarcado en la izquierda del ¨¢rea, y su disparo tropez¨® en Donato y despist¨® a Molina. El gol supuso una sacudida terrible para el Deportivo, que cay¨® v¨ªctima del ataque de nervios, la precipitaci¨®n, el individualismo y todas esas cosas tan habituales en circunstancias de apuro. El PSG, claro, experiment¨® el proceso inverso y, de repente, el partido estaba vuelto del rev¨¦s, con los franceses cada vez m¨¢s atrevidos para abordar a Molina. Y tras la cat¨¢strofe premonitoria, el fin del mundo: el majestuoso gol de Leroy, que dej¨® a Riazor petrificado.
Consumado el apocalipsis, todo lo que ocurri¨® a partir de entonces forma parte del mundo de lo alucin¨®geno. Ya pod¨ªan haber salido por all¨ª espadas flam¨ªgeras y carros de fuego que la sensaci¨®n de irrealidad no hubiese sido menor. El Deportivo se convirti¨® en una fiera desbocada, descuid¨® su madriguera y Leroy perpetr¨® lo que parec¨ªa el hachazo definitivo. Nada de eso. Sin dejar tiempo a que se derramasen l¨¢grimas, en apenas un par de minutos, el Deportivo pesc¨® dos cabezazos en el ¨¢rea y se meti¨® de nuevo en un partido del que le hab¨ªan expulsado a palos. Encaramado a la ola de entusiasmo que se desat¨® en Riazor, el Deportivo se convirti¨® en una locomotora sin frenos, con todo lo bueno y lo malo que eso implica: aterroriz¨® al PSG, pero, en ocasiones, le falt¨® poner una pausa a su juego. En ocasiones as¨ª descollan los futbolistas como Pandiani, a quien por algo llaman El Rifle. Genuino representante de un f¨²tbol tan antiguo como el uruguayo, nadie ha de esperar de ¨¦l exquisiteces, pero cuando el f¨²tbol se convierte en una cuesti¨®n de car¨¢cter no hay otro como Pandiani. Dos veces m¨¢s volvi¨® a volar en el ¨¢rea y en ambas captur¨® la pelota con la cabeza para desesperaci¨®n de un PSG que ya no entend¨ªa nada y que se fue de Riazor con la sensaci¨®n de haber sido utilizado para escenificar una perfomance surrealista.
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