Nerviosos, irascibles, destemplados
Que en la vida en general, y en la pol¨ªtica en particular, resulta aconsejable una cierta dosis de estoicismo, alguna reserva de serenidad, no parece discutible. S¨¦neca, Epicteto, Marco Aurelio o Montaigne servir¨¢n de avales Sobre todo cuando nos vienen mal dadas y sentimos el golpe de la fortuna adversa. Incluso podemos llegar a comprender y tolerar que, en tales circunstancias, alguien pierda la compostura y muestre el lado m¨¢s h¨ªspido de su car¨¢cter. Pero resulta sorprendente que, en plena racha favorable -l¨¦ase por ejemplo la mayor¨ªa absoluta de un gobierno con un s¨®lido estado de gracia demosc¨®pico- se prodiguen los malos modos, se evidencie la ineducaci¨®n civil, se pierda la compostura. Tal como est¨¢ ocurriendo en el Palau de la Generalitat y, por ende, en todos los ¨¢mbitos de decisi¨®n pol¨ªtica controlados por el PP.
Un claro ejemplo de lo cual tenemos en la airada salida de tono con que el alcalde de Alicante, Luis D¨ªaz Alperi, ha acogido la sentencia que paraliza, siquiera moment¨¢neamente, la agresi¨®n urban¨ªstica en el Benacantil mediante un innecesario palacio de congresos. Y digo innecesario puesto que en nuestra tierra estamos ya alcanzando una saturaci¨®n de los tales que, por otra parte, s¨®lo sirven para congresos de tipo peque?o, a lo m¨¢s medio, sin que podamos aspirar a situarnos -y no s¨®lo por recept¨¢culos- en los grandes y verdaderamente lucrativos circuitos internacionales del turismo congresual, de los congresos que re¨²nen por encima de los mil quinientos o dos mil participantes. La descalificadora reacci¨®n del mun¨ªcipe hacia la sala actuante, que ha merecido el varapalo consiguiente del Tribunal Superior de Justicia, s¨®lo puede entenderse en clave de la ofensiva desatada por el PP contra la judicatura, anta?o depositaria de las esencias salom¨®nicas, del esp¨ªritu de Daniel, Sol¨®n y Licurgo cuando sus sentencias reca¨ªan en otro ¨¢mbito gubernamental, y hoy un conjunto de peligrosos entrometidos, perturbadores del orden pol¨ªtico y administrativo, a los que hay que meter en vereda, para lo cual se aplica el ministro Acebes con denodado esfuerzo y diligencia que podr¨ªa ser mejor utilizada remediando las carencias personales y materiales de nuestros juzgados.
Otra sentencia, la que condena a la Generalitat a indemnizar por discriminaci¨®n injustificada en la adjudicaci¨®n de publicidad institucional al peri¨®dico Levante ha provocado, literalmente, un ataque de nervios en el Palau, donde los bramidos e imprecaciones presidenciales pod¨ªan escucharse desde la plaza de Manises y aleda?os. Quiz¨¢s, no lo tengo claro, Zaplana reflexione en adelante y deje de utilizar el dinero p¨²blico, que sale de nuestros bolsillos, como palo a los d¨ªscolos, prebenda para los sumisos y zanahoria prometedora para los vacilantes. El sectarismo, vienen a decir los magistrados, no tiene cabida en el ¨¢mbito econ¨®mico administrativo.
Aunque puede que estas destempladas reacciones queden reducidas a an¨¦cdotas personales si observamos c¨®mo el PP sigue empe?ado en dinamitar la instituci¨®n de la Sindicatura de Greuges en su af¨¢n vindicativo contra la s¨ªndica en funciones, Emilia Caballero, culpable de prestar o¨ªdos al movimiento ciudadano opuesto al desmembramiento del Cabanyal. Vaya por delante que soy de los que nunca han tenido claro qu¨¦ pinta en un ordenamiento jur¨ªdico tan garantista como el nuestro una figura importada de latitudes n¨®rdicas, el ombusdman, a no ser, precisamente, como voz cr¨ªtica -y poco m¨¢s que eso- frente a alcaldadas y arbitrariedades gubernamentales. Pero si nos dotamos estatutariamente de esta instituci¨®n, y fijamos en su desarrollo legal -a propuesta precisamente del PP- una alt¨ªsima mayor¨ªa cualificada de dos tercios -la misma que se precisa en una reforma constitucional- para su elecci¨®n, parece evidente que la voluntad legislativa fue la de impedir que nadie que no goce de un amplio consenso en las Cortes Valencianas pueda ser elegido, lo que obliga al partido del gobierno a un esfuerzo de di¨¢logo y transacci¨®n que, a lo que se ve, no entra en los usos y costumbres de los populares, m¨¢s proclives a la bronca ¨¢spera y a la permanente amenaza de cambiar las leyes a su conveniencia si no se satisfacen sus intereses y caprichos. Claro que qu¨¦ podemos esperar de un partido cuyas diputadas montan en c¨®lera -la santa osad¨ªa, la santa indignaci¨®n que preconizaba el monse?or beatificado- por una inocua alusi¨®n a actitudes monjiles, que la posterior gazmo?er¨ªa exhibida no hace sino acreditar. O que conspira ansiosamente y se somete a la vejaci¨®n de arrumbar a su cabeza de la lista municipal con tal de derribar al alcalde socialista de mi pueblo, aunque sea para gobernar, es un decir, con comunistas de pata negra como los de Ayora, que hacen de Anguita un angelical y recatado boy scout . Tila, mucha tila es lo que precisan. Eso o, directamente, neurol¨¦pticos en vena.
Segundo Bru es catedr¨¢tico de Econom¨ªa Pol¨ªtica y senador socialista por Valencia
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