El voto del consumidor
El consumidor espa?ol ha empezado a hacer valer sus derechos. Y a mostrar su fuerza. Nadie le ha pedido su opini¨®n, pero su voz ha sonado fuerte y clara: no m¨¢s carne producida de cualquier manera. Desde que estall¨® la crisis de las vacas locas, el consumo de vacuno ha ca¨ªdo el 48%. Nunca hab¨ªa sucedido nada parecido con ning¨²n otro producto. Hasta ahora, el consumidor espa?ol se hab¨ªa mostrado muy fiel a sus h¨¢bitos y los esc¨¢ndalos provocados por el clembuterol, las dioxinas o los antibi¨®ticos, elementos todos ellos con diferentes efectos en la carne, apenas causaron leves sacudidas en el mercado. Con las vacas locas ha sido distinto. La sacudida inicial se ha ido ampliando hasta convertirse en un terremoto, tras el cual muchos expertos que siguen de cerca el mercado de consumo piensan que nada volver¨¢ a ser igual.
?Por qu¨¦ ahora y no antes? La encefalopat¨ªa espongiforme bovina o mal de las vacas locas re¨²ne dos caracter¨ªsticas que, unidas, la convierten en un fen¨®meno singular: primero, es la consecuencia de un fraude largamente perpetrado (alimentar a los animales con unos piensos de residuos c¨¢rnicos que hace mucho que fueron prohibidos); y, segundo, aunque la posibilidad de transmisi¨®n parezca de momento escasa, es una enfermedad que puede afectar a seres humanos y, adem¨¢s, causar a quien la contraiga una muerte espantosa y sin remedio conocido.
A estas dos caracter¨ªsticas se han sumado una serie de im¨¢genes horribles, difundidas ampliamente por la televisi¨®n y los medios impresos, de animales muertos amontonados de cualquier manera en vertederos, transportados en gr¨²as m¨®viles o, para rematar, quemados en piras que cubren todo el horizonte. Y adem¨¢s, a la crisis provocada por el mal de las vacas locas se ha sumado la de la fiebre aftosa, que tambi¨¦n ha rebotado desde el Reino Unido. Los an¨¢lisis de mercado en Espa?a han mostrado que el momento en que el descenso de la venta de carne se aceler¨® de forma definitiva coincidi¨® con la difusi¨®n de las im¨¢genes del enterramiento ilegal de centenares de reses en un vertedero de Galicia, durante los primeros d¨ªas de este a?o. Algo que parece resultar incompatible con la sensibilidad de un pa¨ªs desarrollado.
Otra caracter¨ªstica de esta crisis es que ha reducido dr¨¢sticamente la credibilidad del Gobierno espa?ol (y de muchos otros) como garantes del cumplimiento de las normas sobre seguridad y calidad de los alimentos. La negativa sistem¨¢tica durante a?os a aceptar que la enfermedad pod¨ªa estar afectando tambi¨¦n a las reses espa?olas requerir¨¢ de mucho esfuerzo y mucha transparencia durante mucho tiempo para que se recupere la credibilidad perdida por la Administraci¨®n y sus responsables. La salida a la luz esta semana de un informe del Ministerio de Agricultura en el que se acepta que desde 1999 se ten¨ªa la certeza de que hab¨ªa fraude en el uso de harinas c¨¢rnicas no ha hecho m¨¢s que reforzar la idea de que los poderes p¨²blicos han estado ocultando datos durante mucho tiempo.
La revoluci¨®n silenciosa de los consumidores, que se ha manifestado reduciendo a la mitad el consumo de vacuno, va a obligar a las autoridades espa?olas y europeas, m¨¢s pronto que tarde, a poner en marcha una pol¨ªtica agraria que, por encima de todo, garantice la seguridad y la calidad de los alimentos. Entrados en el siglo XXI, cuando ya hace mucho que las situaciones graves de hambre han sido superadas en los pa¨ªses de nuestro entorno, resulta absurdo -y, como muestran los hechos, tambi¨¦n arriesgado para los ciudadanos- que se siga primando la cantidad por encima de la calidad y la seguridad. El voto de los consumidores, en Espa?a y en la mayor¨ªa de los pa¨ªses afectados, no deja lugar a dudas.
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