Retraso tecnol¨®gico
Es conocido el retraso europeo en la creaci¨®n y comercializaci¨®n de tecnolog¨ªa respecto de Estados Unidos, l¨ªder mundial en ingresos por patentes e inventos, a pesar de que el nivel de la ciencia europea es excelente. Las razones de que esto ocurra tienen que ver con la iniciativa de empresas y particulares, su propensi¨®n a arriesgar en proyectos e ideas de futuro y una mayor flexibilidad en la creaci¨®n -y tambi¨¦n destrucci¨®n- de empresas; en resumidas cuentas, con una mayor vitalidad de la sociedad civil, incluido el mundo acad¨¦mico.
Pero no debe pasarse por alto que el porcentaje del PIB dedicado a investigaci¨®n y desarrollo (I+D) en EE UU, el 2,7%, es notablemente mayor que el 1,8% europeo. El efecto acumulado de este mayor esfuerzo acaba por manifestarse en la balanza tecnol¨®gica, y as¨ª no es extra?o que m¨¢s de la mitad de las patentes utilizadas en la Uni¨®n Europea tengan origen no comunitario, mientras que s¨®lo el 16% de las utilizadas en Estados Unidos son de origen europeo.
La Comisi¨®n Europea ha decidido incrementar el presupuesto asignado a I+D en su VI Programa Marco 2002-2006 y concentrar sus esfuerzos en campos que incluyen la gen¨®mica, la nanotecnolog¨ªa, las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n o la seguridad alimentaria. Sin embargo, el incremento aprobado, de un 10% respecto del anterior Programa Marco, apenas si compensa la disminuci¨®n de los presupuestos nacionales, por lo que es dif¨ªcil que disminuya el desequilibrio. Aun as¨ª, la existencia del programa europeo y su exigencia de cofinanciaci¨®n con los Estados miembros, act¨²an como un mecanismo para comprometer fondos nacionales y tienden a concentrar esfuerzos dispersos en las l¨ªneas de inter¨¦s estrat¨¦gico com¨²n.
Si la situaci¨®n en la Uni¨®n Europea no es boyante, en comparaci¨®n con nuestros competidores estadounidenses, la de Espa?a dentro de la UE es mucho peor. No se acaba de dar el impulso necesario para incrementar el gasto en I+D, un impulso que tiene que ser significativo y sostenido para poder colmar una brecha tan enorme. No es extra?o as¨ª que nos encontremos con que el d¨¦ficit tecnol¨®gico haya aumentado en los ¨²ltimos a?os. En 1993, los ingresos por transferencia de tecnolog¨ªa supon¨ªan tan s¨®lo un 24% de los gastos, pero en 1999 esa cifra ha descendido al 19%. Y no porque no se haya avanzado, sino porque el resto del mundo ha avanzado m¨¢s, de forma que, en t¨¦rminos reales, nuestra presencia tecnol¨®gica ha disminuido. El hecho de que ¨²nicamente un 0,59% de las patentes utilizadas en Europa sean de origen espa?ol es significativo de este retroceso.
Las causas de la situaci¨®n se reparten tambi¨¦n entre los sectores privado y p¨²blico. El gasto en I+D de las empresas espa?olas es un ¨ªnfimo porcentaje de su facturaci¨®n, y son bien conocidas sus reticencias a invertir en creaci¨®n de conocimiento, tanto fuera como dentro de sus instalaciones. Como es tambi¨¦n un hecho que el mundo acad¨¦mico no muestra el dinamismo existente en otras latitudes en la aplicaci¨®n pr¨¢ctica del conocimiento que genera.
En cuanto a los poderes p¨²blicos, y aunque sea reincidir en una cantinela demasiado conocida, gastar m¨¢s en centros de investigaci¨®n, equipamiento e infraestructuras y crear m¨¢s plazas de investigadores, profesores y t¨¦cnicos -para recuperar a muchos de los que se forman aqu¨ª pero luego ejercen su trabajo fuera o para no desanimar a los j¨®venes que no ven futuro alguno en la investigaci¨®n- es un deber moral para con las generaciones presentes y las futuras. El nuevo Ministerio de Ciencia y Tecnolog¨ªa tiene por delante un largo trecho para transformar radicalmente esta situaci¨®n y aportar el impulso que nuestro pa¨ªs est¨¢ necesitando.
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