Entrenados en el odio
La detenci¨®n de 15 j¨®venes pertenecientes a Haika tiene la parte positiva de atacar la impunidad y quitar de la circulaci¨®n a un grupo de sujetos que tarde o temprano empu?ar¨¢n las armas, pero alerta sobre el hecho de que haya personas, nacidas todas ellas despu¨¦s de la muerte de Franco, que deciden que la realizaci¨®n de sus anhelos adolescentes pasa por pegarle un tiro en la nuca al pr¨®jimo. Sabemos que los autores de los ¨²ltimos cr¨ªmenes, incluido el del ertzaina I?aki Totorika, perpetrados por el grupo terrorista ETA, son j¨®venes, y les adelanto que est¨¢ a punto de aparecer en la escena criminal una nueva promoci¨®n de adolescentes, qui¨¦n sabe si m¨¢s sanguinarios. Cuando la leva, voluntaria o forzosa, llega a los que acaban de dejar de ser ni?os, es un s¨ªntoma evidente de que la guerra est¨¢ a punto de acabarse, pero ?qu¨¦ ha pasado en estos 20 a?os de democracia en el resto de Espa?a y de libertad vigilada en el Pa¨ªs Vasco para que en Euskadi se haya creado una generaci¨®n de gente dispuesta a matar? Ha pasado algo tan sencillo y tan complejo como que se ha creado, a conciencia, una generaci¨®n de seres odiantes: sujetos entrenados en el odio desde muy peque?os, que son capaces luego de asesinar con absoluta anestesia moral y de sentimientos respecto de sus v¨ªctimas desconocidas, sujetos que persiguen a la v¨ªctima por un aparcamiento y le arrancan del lugar en el que se acurruca despavorida, le sacan a los medios y all¨ª le descerrajan un tiro en la cabeza; sujetos que aprietan el bot¨®n criminal a sabiendas de que morir¨¢ el destinatario de la bomba, pero tambi¨¦n otros que le rodean y nada tienen que ver con ¨¦l; individuos que llaman a una viuda para que les devuelva la bala con la que acaban de matar a su marido o que, en fin, profanan tres, cuatro, cinco veces, la tumba de un concejal asesinado, como si no les pareciera suficiente para saciar su odio una sola muerte por cada v¨ªctima. ?C¨®mo se produce esta hinchaz¨®n de odio? ?Con qu¨¦ pasta se amasan las entendederas de estos estajanovistas del odio, m¨¢xime en el contexto de un pa¨ªs con insultante nivel de bienestar material?
En el Pa¨ªs Vasco se ha creado, a conciencia, una generaci¨®n de seres odiantes
Pues este odio se inocula en algunas familias, en las que los ni?os, desde muy peque?itos, oyen historias melanc¨®licas que hablan de esplendores pasados, tan pasados que nunca han existido, y en las que se divide el mundo entre malos, muy malos, sin brizna de bien alguno, y buenos impolutos, sufridores e incomprendidos. Este odio se planifica en determinados centros de ense?anza en los que los ni?os cantan letras a ritmo de rap en las que se poetizan las desgracias de tener que vivir con los espa?oles y se delira con lo felices que seremos el d¨ªa que se vayan todos ellos y volvamos a la Arcadia feliz. El odio se ense?orea cuando en ciertos medios de comunicaci¨®n, p¨²blicos y privados, se difunde machaconamente una visi¨®n siempre peyorativa de los que previamente se ha etiquetado como enemigos. El odio se legitima cuando determinados l¨ªderes pol¨ªticos nacionalistas dicen que hay que 'aniquilar' a los oponentes espa?oles, lapsus freudiano que apenas se corrige con un parpadeo en el que se apostilla que la aniquilaci¨®n ser¨¢ pol¨ªtica, o equiparan a los que pegan tiros como quien va a la oficina con los que los reciben por pasar por all¨ª, o mueren por ser tan pol¨ªticamente incorrectos como para defender la Constituci¨®n y el Estatuto, militancias pol¨ªticas para las que el proyecto nacionalista reserva la pena de muerte abolida por la Constituci¨®n. Desparrame de odio el que rezuman las arengas de algunos l¨ªderes religiosos, siempre dispuestos a ser omnicomprensivos con los supuestos idealistas que dicen jugarse la vida -pero que en realidad se la arrebatan a otros- para liberar un pa¨ªs en el que algunos se sienten oprimidos desde el neol¨ªtico, m¨¢s o menos.
Dif¨ªcilmente podremos convivir en el Pa¨ªs Vasco con este super¨¢vit de odio que tanta muerte trae mientras persista tan perverso entrenamiento, mientras se estrangule la historia, en los discursos y en algunos libros de texto, hasta confirmar los delirios; dif¨ªcilmente se podr¨¢ vivir en democracia, es decir, convivir entre distintos, si no se educa en valores a los j¨®venes, valores que nos hagan ver que el otro nos es necesario y que tiene que ser distinto aunque s¨®lo sea para poder discutir con ¨¦l. Hoy todav¨ªa est¨¢ de moda en el Pa¨ªs Vasco el matonismo supuestamente pol¨ªtico. Individuos que suelen ser los torpes de la clase alcanzan el minuto de gloria al entrar en el reba?o de una organizaci¨®n que no les exige m¨¢s que impulsos primarios y que a cambio les proporciona el calor de establo que les exime de la responsabilidad individual, una organizaci¨®n que mata a uno para atemorizar a cien mil y que respalda al chulo del barrio cuando discute, por ejemplo, con el decano de la facultad que se atreve a reprocharle la colocaci¨®n de unos carteles en los que se amenaza a profesores escoltados. Se ha creado una generaci¨®n que entiende que matar al otro es la forma natural de resolver los problemas, que jalea la muerte ajena como si cantara en la ¨²ltima fila del autob¨²s escolar y que, siendo criminal, se siente v¨ªctima incomprendida.
Afortunadamente, este super¨¢vit de odio se ha empezado a desactivar con la actuaci¨®n de algunos heroicos ciudadanos vascos, siempre dispuestos a tener m¨¢s dignidad que miedo; ese amplio cat¨¢logo de odios, que se ensanchan con la impunidad, se va a adelgazar si despu¨¦s de las elecciones auton¨®micas se forma un gobierno que luche por restablecer lo obvio y empiece a cortar el suministro de odio.
Jos¨¦ Mar¨ªa Calleja es periodista.
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