Cerebros
La naturaleza nunca desperdicia nada, por eso el hombre a¨²n conserva los tres cerebros que ha ido acumulando a lo largo de la evoluci¨®n durante millones de a?os. Nuestros tres cerebros est¨¢n superpuestos. Uno de ellos es equivalente todav¨ªa al del reptil y anida en la base del enc¨¦falo, al cual sirve de fundamento. Otro se halla en mitad de la sesera, se llama l¨ªmbico, y a ¨¦l le debemos las sensaciones puras que compartimos con todos los mam¨ªferos superiores. Coronando este engrudo aparece el cortex desde donde el primate inici¨® el raciocinio que lo llev¨® hasta el pensamiento abstracto incluyendo tambi¨¦n las razones para sentirse un miserable. Los tres cerebros est¨¢n en activo, mutuamente implicados, aunque algunas personas desarrollan m¨¢s uno que otro, seg¨²n les vaya en la vida. En este momento de nuestra evoluci¨®n el cortex experimenta una tensi¨®n expansiva, hasta el punto que alguno de sus bulbos ya choca contra las paredes del cr¨¢neo buscando la salida. De hecho, gran parte de su labor ya la hemos cedido a organismos exteriores met¨¢licos y puede que dentro de poco los seres m¨¢s evolucionados lleven medio cerebro extracorp¨®reo en una cartuchera colgada del cinto. Nuestro cerebro no est¨¢ dise?ado para entender el universo, por eso el empe?o incontenible del cortex por penetrar en el misterio de la materia tal vez nunca llegar¨¢ a nada e incluso los m¨¢s pesimistas creen que nos llevar¨¢ a la propia destrucci¨®n. En cambio, ese estrato l¨ªmbico del cerebro que nos hizo mam¨ªferos ha alcanzado unas cotas sublimes. Despu¨¦s de haber refinado hasta el extremo las emociones y sentimientos que genera ese pedazo de seso, de ¨¦l parte el amor a Beatriz, la duda de Hamlet, la locura del Alonso Quijano, la Novena de Beethoven y cualquier placer o dolor nuestro, por leve que sea. Pero nos queda todav¨ªa dentro el cerebro del reptil. En su momento de esplendor los reptiles fueron los primeros animales que empezaron a marcar el territorio y a desarrollar el instinto de dependencia, dos caracter¨ªsticas que nos transmitieron y que aun nos pertenecen. ?Acaso no conoce usted a gente que, si bien parece caminar muy erguida, en realidad va arrastr¨¢ndose por el suelo? Si alguien piensa que su patria es un territorio exclusivo y se crea inferior o superior a otro, en el fondo est¨¢ usando todav¨ªa el cerebro de un antepasado que hace millones de a?os no era sino una simple lagartija.
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