Una voz seductora
A pesar de su biograf¨ªa, donde Mozart ocupa un lugar importante, no fue con el salzburgu¨¦s donde el bar¨ªtono sueco Hakan Hagegard dio lo mejor de s¨ª mismo en el Palau de la M¨²sica de Valencia. Le falt¨® un punto de picard¨ªa para afrontar un aria tan chispeante como Rivolgete a lui lo sguardo, destinada en principio a Cosi fan tutte y desplazada luego por otra.
A ese d¨¦ficit se a?adi¨® el percibido en el tr¨ªptico de Ravel, cuyas resonancias espa?olas no encontraron en Hagegard el idiomatismo adecuado. Por el contrario, Wolf fue vertido con una vis c¨®mica que el p¨²blico supo valorar muy bien y aplaudir con fuerza.
En cualquier caso, el estilo de Hagegard se adecua mejor a las atm¨®sferas n¨®rdicas: Stenhammar, Brahms y Sibelius se tradujeron con el colorido brumoso y un tanto dolorido que tantas veces exigen. Por otra parte, los angustiosos mon¨®logos de Jedermann (del compositor suizo Frank Martin) tuvieron un fraseo tenso y un tono fronterizo con el parlato que iluminaban bien los anclajes de su estilo: Sch?nberg y Bart¨®k entre otros.
Ciclo de Lied
Hakan Hagegard, bar¨ªtono. Elisabeth Bostr?m, piano. Obras de Mozart, Stenhammar, Martin, Ravel, Brahms, Sibelius y Wolf. Palau de la M¨²sica. Valencia, 11 de marzo.
Suave ronquera
La voz de ese bar¨ªtono es realmente hermosa. Por ello, cualquier defecto en la t¨¦cnica e, incluso, en la interpretaci¨®n, queda de alguna manera minimizado. Desde hace mucho -alguna grabaci¨®n ya lo revela- en su canto se nota una suave ronquera, quiz¨¢s producto de una emisi¨®n defectuosa, pero que en absoluto afea su color, sino que le da un tono natural y levemente rudo.
Hay partituras -no todas, desde luego- que ganan con eso. Pero quiz¨¢s esa peculiaridad se encuentre relacionada con ciertos quiebros de la voz que se escucharon en la franja aguda, y con la conversi¨®n del canto en grito en el tercer lied de Brahms y primero de Wolf.
Con todo y con eso, la belleza del instrumento, as¨ª como la inteligencia en la manera de usarlo, minimizaban las consideraciones cr¨ªticas e induc¨ªan al oyente a abandonarse y disfrutar. Conseguir ese objetivo es, sin duda, un logro importante para todos los int¨¦rpretes.
Elizabeth Bostr?m, en el piano, fue certera en el frasco y en la compenetraci¨®n con Hagegard. El sonido, sin embargo, emborronado la mayor parte del tiempo, con roces en m¨¢s de una ocasi¨®n y mostrando una tendencia acusada hacia el fortissimo, no fue una base adecuada para el lucimiento de la voz.
De todas maneras -y seguimos con lo mismo- tambi¨¦n la belleza del elemento vocal pudo sobreponerse a ello: como siempre, una voz seductora hace olvidar todo lo dem¨¢s.
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