Rebeli¨®n animal
Los animales est¨¢n hartos. Seg¨²n parece, el uso que hacemos de ellos desencadenar¨¢ en breve una nueva rebeli¨®n en la granja, pero esta ser¨¢ sin duda consecuencia de nuestros propios actos. No estoy hablando solamente de los animales de granja propiamente dichos, sino tambi¨¦n de los animales salvajes, que tampoco parecen estar muy contentos de nuestra tutela. ?Acaso el mundo no se ha convertido en una inmensa granja? En primer lugar, los tigres, en serio peligro de extinci¨®n, se han organizado en comandos que practican la guerra de guerrillas. Parece ser que junto a ellos est¨¢n los elefantes y otros animales, que componen la divisi¨®n de pesos pesados que amenazan el orden mundial. No olvidemos a las ballenas, que con sus gritos han anunciado que atacar¨¢n submarinos at¨®micos, barcos de guerra y todo aquello que se les ponga por delante. Caballeros, los animales nos han declarado la guerra.
?Se imaginan esta noticia en grandes titulares? ?Se imaginan a los perros mordiendo las manos de los que les dan el pan? ?Se imaginan a las bandadas de estorninos y patos salvajes lanz¨¢ndose suicidas a las turbinas de los reactores de los m¨¢s modernos aviones? ?Se imaginan una rebeli¨®n a gran escala de quienes, hasta ahora, han sido nuestros esclavos? A m¨ª no me resulta dif¨ªcil evocar a las palomas lanzando huevos sobre la poblaci¨®n civil y cag¨¢ndole la ropa en el tendedero a todo quisqui. No me resulta muy dif¨ªcil fantasear con enormes ej¨¦rcitos de ratas invadiendo las calles de nuestras ciudades. Tal vez yo tenga mucha imaginaci¨®n, pero tampoco me resulta demasiado dif¨ªcil imaginar escuadrones enteros de mosquitos de la malaria viajando hacia Europa aprovechando el cambio clim¨¢tico, o destacamentos de cucarachas saliendo en perfecto orden de marcha de las cloacas, para atacar nuestros v¨ªveres.
?Y los animales de compa?¨ªa? Estos, muy por el contrario de lo que pensamos, tampoco est¨¢n contentos. Se convertir¨¢n sin duda en p¨¦rfidos esp¨ªas, agentes dobles al servicio de la gran comunidad animal, a la que, por cierto, el hombre pertenece a pesar de haberla traicionado. En el gran delirium tremens de la rebeli¨®n animal, el hombre s¨®lo merece el calificativo de traidor. ?Qui¨¦n desequilibr¨® el sagrado orden de la naturaleza? ?Qui¨¦n diezm¨® las poblaciones de las especies, perfectamente ordenadas hasta la superdesarrollo humano? ?Qui¨¦n jug¨® con la gen¨¦tica de las especies, animales y vegetales?
Olv¨ªdense de comprarle a su hijo un periquito el domingo en la Plaza Nueva, que con sus gritos alertar¨¢ a los buitres. Olv¨ªdense de compartir su vida con un gato, que mientras se frota contra sus piernas mandar¨¢ se?ales con su cola hacia los tejados, donde espera un ej¨¦rcito de panteras. Olv¨ªdense de observar a los peces en sus peceras, que telep¨¢ticamente transferir¨¢n sus conversaciones telef¨®nicas a los tiburones. Los animales ya no nos quieren, si es que lo hicieron alguna vez. Est¨¢n hartos de ser sacrificados por miles de millares. Est¨¢n hartos de sufrir enfermedades como la fiebre aftosa y la encefalopat¨ªa, o de ser sometidos a experimentos inhumanos. Los animales quieren ser libres, condici¨®n que tuvieron en el albor de los tiempos.
As¨ª que prep¨¢rense. Ej¨¦rcitos de termitas se acercan ya a las principales ciudades. Su misi¨®n est¨¢ clara: acabar con el predominio de la raza humana. Se acabaron ya los documentales sobre la vida salvaje, en los cuales aparec¨ªan simp¨¢ticos protagonistas en su medio natural, jugando, cazando o dando a luz. Se acabaron ya las dulces mascotas que mor¨ªan sobre la tumba de su amo, o que lograban que un ni?o problem¨¢tico exhalara un 'te quiero'. Se acabaron las pel¨ªculas como Lassie, Flipper o Liberad a Willy.Los animales nos permitieron detentar el poder y ya han visto lo que hemos hecho con ¨¦l. Los animales est¨¢n hartos, desquiciados, y por eso, mediante una milagrosa inteligencia colectiva que no conoc¨ªamos los humanos, por extra?o que parezca, han decidido tomar el poder. Y piensan que pueden hacerlo mucho mejor que nosotros. Las primeras decisiones al respecto han sido enfermar, suicidarse, o simplemente, dejarse extinguir. Pero ahora las cosas est¨¢n cambiando. Esperemos, por nuestro bien, que no empiecen a mutar. San Darwin, patr¨®n de las especies evolucionadas, nos coja confesados.
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