Z¨®calo
Pues a Emiliano Zapata, ya de muerto, le sacaron una pasta gansa, por unas secuencias de celuloide; y al Che lo proclamaron rey del p¨®ster. El capital es as¨ª de fino: estudia la qu¨ªmica del revolucionario y practica el arte de trasmutar sus impulsos en valores burs¨¢tiles. El subcomandante Marcos no debe bajar la guardia ni el embozo, ni entrar en la mano de la estratagema. Si ahora asoma tras el pasamonta?as, lo pueden demoler. Siempre hay un financiero de ¨¦lite, con la mira telesc¨®pica montada sobre una implacable cartera de negocios, y c¨®mo dispara. El audaz financiero est¨¢ dispuesto a abrir un floreciente mercado, con los escombros de la esperanza, a acumular m¨¢s poder econ¨®mico y a exhibir la capucha del universitario Sebasti¨¢n Guill¨¦n, en la vitrina de sus trofeos. El subcomandante Marcos tiene que andarse con mucha cautela. Llega de Lacandona y Lacandona es una espesura capaz de pararle los pies a la patulea neoliberal; y Chiapas, un territorio desplegado de la necesidad a la dignidad, que se extiende por los pa¨ªses evanescentes y saqueados, por las apestosas afueras de la opulencia, por los campos arrasados, por las subterr¨¢neas galer¨ªas, por las industrias de mano de obra infantil, por el hambre de los indigentes, por el chabolismo de las espl¨¦ndidas metr¨®polis.
Sin duda, paralelamente a la larga y espectacular marcha zapatista, que ha culminado en la capital de M¨¦xico, ha habido otras marchas. Marchas humildes, crispadas, silenciosas, silenciadas, disueltas a golpes. Marchas por los derechos de tantos pueblos expoliados, se dan, a diario, aunque sea de pensamiento. Y es seguro que en cada plaza de cada aldea, se congrega la multitud o sus aspiraciones; y que el mundo es un impresionante Z¨®calo; y el Z¨®calo, la globalizaci¨®n de la protesta, de la denuncia y de la justicia. La utop¨ªa ya no es una isla, ni ning¨²n lugar: es todo el planeta. Cuando el subcomandante Marcos se quite el pasamonta?as, veremos su verdadero rostro. Y si es el de diez millones de ind¨ªgenas y el de otros muchos millones de explotados, habr¨¢ que humedecer la punta del lapicero, echar cuentas y tomarse en serio eso del relevo. Por lo que pueda venir.
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