El negocio de la espiritualidad
La espiritualidad ha entrado en los c¨ªrculos comerciales y se ha convertido en un ingente negocio que, seg¨²n datos tomados de Wall Street Journal, mueve mil millones de d¨®lares. El mundo empresarial ha descubierto su poder e invierte en espiritualidad esperando conseguir ping¨¹es beneficios a muy corto plazo. Tres fen¨®menos se mueven en esa ¨®rbita: los grupos de autoayuda, que cuentan con una amplia difusi¨®n; los movimientos de la 'Nueva Era', que invaden el mercado religioso y cultural, y las nuevas manifestaciones de la magia, que desembocan en una credulidad laica. Son tres ejemplos de perversi¨®n de la espiritualidad hasta l¨ªmites insospechados.
Los grupos de autoayuda se presentan como formas de realizaci¨®n integral de la persona y cauces privilegiados para el logro de su equilibrio emocional. Pero eso es s¨®lo la apariencia, la intenci¨®n confesada. Sin embargo, su objetivo en muchos casos es el est¨ªmulo para un mayor rendimiento y la consecuci¨®n de mejores resultados en el ¨¢mbito laboral dentro de la competitividad que impone el mercado mundial.
La 'Nueva Era' es, seg¨²n la certera observaci¨®n del historiador de las religiones Giovanni Filoramo, una etiqueta creada por razones preferentemente medi¨¢ticas, que comprende experiencias heterog¨¦neas desde el channeling o comunicaci¨®n con maestros superiores y esp¨ªritus hasta las artes curativas conforme a la creencia tradicional del origen espiritual de la enfemedad. Estamos ante una reinterpretaci¨®n del espiritismo de hace dos siglos.
El mundo de la magia tiene un fuerte arraigo no tanto en el terreno de las creencias religiosas tradicionales cuanto en el imaginario colectivo de las sociedades occidentales laicas. Se extiende la 'cultura de los hor¨®scopos' con el apoyo de no pocos medios de comunicaci¨®n y crece en proporciones insospechadas el n¨²mero de personas que los consultan a diario y se rigen ciegamente por sus previsiones. El individuo renuncia as¨ª a su libertad de elecci¨®n y se pone en manos de las fuerzas del destino. Lo que entre muchas personas comienza como un juego o una distracci¨®n, con el paso del tiempo se convierte en una especie de imperativo categ¨®rico a seguir. Las consultas de los videntes, cartomantes, magos y adivinos cuentan cada vez con m¨¢s clientes en busca de mensajes optimistas que alivien las tensiones y los conflictos de la vida. El alivio, empero, es pasajero y se torna frustraci¨®n en cuanto la persona se enfrenta con la dura realidad cotidiana. Los honorarios por las consultas de este tipo no suelen estar sometidos a regulaci¨®n alguna y pueden constituir una forma de extorsi¨®n econ¨®mica legitimada socialmente y no controlada por las instancias correspondientes.
Estas creencias no conocen edades ni clases sociales. A ellas se adhieren personas acomodadas en busca de mejoras 'existenciales' y personas desfavorecidas para encontrar una salida a su vida sin futuro. No faltan j¨®venes, incluso no creyentes, que se instalan en ese mundo sin experimentar contradicci¨®n alguna. Seg¨²n una encuesta del Instituto de la Juventud, el porcentaje de j¨®venes espa?oles que cree en adivinos, 'profetas' y enviados ha subido en cinco a?os 7 puntos, pasando del 15% en 1995 al 22% el 2000.
Estas manifestaciones demuestran que se ha producido un desplazamiento m¨²ltiple: de la creencia cr¨ªtica que caracteriz¨® el fen¨®meno religioso de las d¨¦cadas anteriores a la credulidad acr¨ªtica; de la gratuidad de la experiencia religiosa que defini¨® los movimientos espirituales alternativos al inter¨¦s cremat¨ªstico que define hoy nuestra cultura; de una fe movilizadora de las conciencias y de las energ¨ªas ut¨®picas a una fe pasiva y alienante; de la relaci¨®n directa con la divinidad a la comunicaci¨®n a trav¨¦s de m¨²ltiples mediadores, gu¨ªas espirituales, gurus, etc.
El negocio de la espiritualidad constituye una de la m¨¢s graves manifestaciones de la perversi¨®n de lo sagrado, como ya viera Marx con especial lucidez. Corruptio optimi, pessima.
Pero ¨¦sta es s¨®lo una cara del actual clima religioso. Junto al mercantilismo de la espiritualidad asistimos hoy al renacimiento de la m¨ªstica como tema de estudio y como experiencia religiosa.
En los estudios sobre el fen¨®meno m¨ªstico se ha producido un cambio de escenario. Hoy no es s¨®lo ni principalmente la teolog¨ªa la que se ocupa de dicho fen¨®meno. Son tambi¨¦n las diferentes ciencias humanas y de la religi¨®n las que investigan sobre ¨¦l en sus aspectos antropol¨®gico-sociales y le conceden especial importancia en nuestra cultura. Ha cambiado tambi¨¦n la perspectiva de los estudios, que deja de ser confesional y apolog¨¦tica y se torna cr¨ªtica y laica. Ambos cambios dan como resultado una modificaci¨®n sustancial en la concepci¨®n de la m¨ªstica y en la imagen de los m¨ªsticos.
La m¨ªstica ha sido presentada como un fen¨®meno antiintelectual y antirracional, que se mueve en la esfera puramente emocional. Sin embargo, los m¨¢s recientes estudios interdisciplinares parecen desmentirlo y las experiencias religiosas profundas muestran que la m¨ªstica compagina sin especial dificultad el intelecto y la afectividad, la raz¨®n y la sensibilidad, la experiencia y la reflexi¨®n, la facultad de pensar y la de amar.
Si otrora se pon¨ªa el acento en el car¨¢cter ahist¨®rico, desencarnado, puramente celeste y angelical de la m¨ªstica, hoy se subraya su dimensi¨®n hist¨®rica. La m¨ªstica tiene mucho de sue?o y se mueve en el mundo de la imaginaci¨®n, es verdad, pero el sue?o y la imaginaci¨®n est¨¢n cargados de utop¨ªa. Y, como dice Walter Benjamin, la utop¨ªa 'forma parte de la historia', se ubica en el coraz¨®n mismo de la historia, mas no para acomodarse a los ritmos que impone el orden establecido, sino para subvertirlo desde sus cimientos; no para quedarse a ras de suelo, sino para ir a la profundidad.
A la m¨ªstica se la ha acusado de huir de la realidad como de la quema y de recluirse en la soledad y la pasividad de la contemplaci¨®n por miedo a mancharse las manos en la acci¨®n. Pero eso es desmentido por los propios m¨ªsticos y m¨ªsticas, como la carmelita descalza Cristina Kauffmann, para quien la m¨ªstica 'es el dinamismo interno de toda actividad solidaria y creativa del cristiano. Crea personas de incansable entrega a los dem¨¢s, de capacidad de transformaci¨®n de las relaciones interpersonales'.
Los m¨ªsticos y las m¨ªsticas aparecen, a los ojos de la gente, como personas exc¨¦ntricas, pacatas, conformistas, integradas en el sistema. Sin embargo, su vida se encarga de falsar esa imagen. En realidad, se comportan con gran libertad de esp¨ªritu y acusado sentido cr¨ªtico. Son personas desinstaladas, reformadoras y con capacidad de desestabilizar el sistema, tanto religioso como pol¨ªtico. Por eso resultan la mayor¨ªa de las veces tan inc¨®modos para el poder que no puede controlarlos. Son sospechosos de heterodoxia, de rebeld¨ªa y de dudosa moralidad. Por eso, con frecuencia son sometidos a todo tipo de controles de ortodoxia por parte de los inquisidores, de fidelidad institucional por parte de los jerarcas, de integridad moral por parte de los cancerberos de la moralidad. Y no cabe extra?arse, porque as¨ª ha sido siempre. Baste recordar a dos de los m¨¢s relevantes m¨ªsticos del cristianismo: san Juan de la Cruz, encarcelado por los enemigos de la reforma carmelitana, y al maestro Eckhart, cuyas doctrinas fueron condenadas despu¨¦s de su muerte.
La experiencia m¨ªstica es objeto de revalorizaci¨®n fuera del ¨¢mbito religioso. El fil¨®sofo Henri Bergson la considera la esencia de la religi¨®n. Para el psic¨®logo William James, la ra¨ªz y el centro de la religi¨®n personal se encuentran en los estados de conciencia m¨ªsticos. El cient¨ªfico Albert Einstein, nada sospechoso de apologista de la religi¨®n, ve en la m¨ªstica la m¨¢s bella emoci¨®n del ser humano y la fuerza de toda ciencia y arte verdaderos, y llega a afirmar: 'Para quien esta experiencia resulte extra?a, es como si estuviera muerto'.
Juan-Jos¨¦ Tamayo es te¨®logo.
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