Sacamantequeando la sem¨¢ntica
El lenguaje se las trae. A veces parece que decimos mucho y no decimos nada, en cambio, otras, preferir¨ªamos habernos mordido la lengua por haber dicho m¨¢s cuando cre¨ªamos haber dicho menos. Aunque tambi¨¦n podemos tartamudear, que es como decir lo mismo pero en plan ametralladora, e incluso puede ocurrir que, sin ametrallar, soltemos siempre lo mismo y que, s¨®lo por chinchar, digamos acaso digo donde dijimos Diego o d¨ªgame donde dijo Diego d¨ªjome. Lo dicho, un l¨ªo. No en vano hay un refr¨¢n que advierte que los peces suelen morir por la boca. Claro que, como est¨¢ expresado en una lengua muy poco querida por aqu¨ª, los m¨¢s empecinados no le hacen ni caso. Y luego pasa lo que pasa.
Tomemos por ejemplo el caso de Arnaldo Otegi. Al parecer tratan de imputarle un delito por haber animado a un chaval a proferir presuntas incitaciones a cometer desmanes, y ¨¦l se defiende tachando de rid¨ªculo el intento y haci¨¦ndose la siguiente reflexi¨®n: si se considera delito animar a un joven en una rueda de prensa ya no sabemos qu¨¦ es delito en este pa¨ªs. Dejemos de lado las cuestiones judiciales y centr¨¦monos en las sem¨¢nticas,que son las que nos incumben. No hay que ser muy ducho en la materia para percatarse de que Otegi reconoce impl¨ªcitamente haber animado al chaval, puesto que no niega haberlo hecho, por lo que se acredita de animador y responsable de sus animaciones. Ahora bien, esto no puede considerarse estrictamente un fallo de sem¨¢ntica sino tal vez de prudencia, prudencia que s¨ª est¨¢, en cambio, detr¨¢s del tremendo error sem¨¢ntico que comete al pretender que el hecho de animar resulta totalmente inocuo. Cierto, nadie comete nada por el mero hecho de animar a la Real e incluso al Athletic; sin embargo, los campos de f¨²tbol han conocido formas muy tristes y luctuosas de animar. Bueno, los campos de f¨²tbol y esas calles donde ¨²nicamente tendr¨ªamos que vivir. Insisto, vivir.
Pero la que se lleva la palma en esto de confundir el culo con las t¨¦mporas, es decir, de darse el gran cogot¨®n sem¨¢ntico, es Ana Lizarralde, la ex portavoz de Jarrai adem¨¢s de todav¨ªa correligionaria, se supone, de Otegi. Y todo por pretender arreglar cierta frase que ha interesado a la fiscal¨ªa: 'Si quieren guerra la van a tener'. La ex portavoz despliega, a tal efecto, el gran abanico de argumentos extra¨ªdos de lo que parece un amplio saber sem¨¢ntico, aunque s¨®lo consigue hundirse m¨¢s. De entrada, se agarra al contexto -su frase se habr¨ªa sacado de contexto- y para resituarla adecuadamente en el mismo expone que habl¨® de la guerra como se habla de un trabajo, ya que s¨®lo pidi¨® que los j¨®venes trabajaran por sus derechos. Claro que, a continuaci¨®n, comete un desliz que la devuelve a la casilla de partida pues, detr¨¢s de la invitaci¨®n a que trabajen por sus derechos, les exhorta a que luchen 'en los diferentes campos sociales'. ?En qu¨¦ quedamos, hay que trabajar o hay que luchar? ?Qu¨¦ es la guerra sino lucha? ?Lucha sigue siendo un t¨¦rmino inocuo cuando se sit¨²a en un contexto de guerra?
Dispuesta, sin embargo, a no dejarse coger en paparruchas ret¨®ricas o de significado, remacha lo antedicho con la rotunda declaraci¨®n de que guerra y trabajo son sin¨®nimos: 'Si estamos en un conflicto, guerra puede ser sin¨®nimo de trabajo', consiguiendo con ello enredarse m¨¢s, porque precisamente el contexto de conflicto por ella enarbolado hace que la guerra pueda considerarse como un trabajo -es decir, que se mate, por ejemplo, como si se hicieran tornillos- y no el trabajo como una guerra, que era lo que pretend¨ªa. Aunque donde verdaderamente podr¨ªa haber cometido el m¨¢ximo error es al soltar: 'La frase fue pronunciada en sentido metaf¨®rico', como si eso le quitase alcance, pues sabemos desde Lakoff y Johnson que: 'Las met¨¢foras pueden crear realidades, especialmente realidades sociales. Una met¨¢fora puede as¨ª convertirse en gu¨ªa para la acci¨®n futura. Estas acciones desde luego se ajustar¨¢n a la met¨¢fora. Esto reforzar¨¢ a su vez la capacidad de la met¨¢fora de hacer coherente la experiencia. En este sentido, las met¨¢foras pueden ser profec¨ªas que se cumplen'.
Pero a lo mejor estamos hablando de otra cosa. ?No dije que el lenguaje, el maldito lenguaje, se las tra¨ªa?
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