Feliz cumplea?os
Una vez le o¨ª decir a Francisco Ayala que nunca hab¨ªa esperado nada. Se lo o¨ª el d¨ªa que cumpli¨® 90 a?os, y desde entonces lo he recordado muchas veces, como ahora, cuando acaba de cumplir 95. Era un d¨ªa luminoso, uno de esos d¨ªas granadinos que parecen paralizados: hay una sensaci¨®n de que todo durar¨¢ siempre, aunque todo pueda disolverse en un segundo. Granada es una noci¨®n distinta del tiempo, como si estuvi¨¦ramos en una pel¨ªcula que se repetir¨¢ sin fin, por m¨¢s que entre sesi¨®n y sesi¨®n se apague la luz del cine.
Me ha inquietado eso de vivir sin esperar. Siempre estamos esperando algo, o desesperando: media vida a la espera de una buena noticia, leyendo hor¨®scopos, y media vida sin esperanza, es decir, leyendo m¨¢s hor¨®scopos. La esperanza supone cierta superstici¨®n, cierta creencia en lo que no existe. El que espera sufre de pesimismo y optimismo mezclados: ve las faltas que dej¨® el pasado, pero cuenta con que el futuro las corregir¨¢. Un escritor atiende al presente, y un poco a distancia. Francisco Ayala dijo una vez que los escritores se alejan de las cosas, y no creo que se alejen por desamor, sino por afecto e inter¨¦s, por enamoramiento, para verlas mejor.
Yo veo en Francisco Ayala una tendencia a ser extranjero, por voluntad o por destino. Sali¨® de Granada a los 16 a?os y fue estudiante en Madrid, profesor de Derecho con algo m¨¢s de veinte, becario en Berl¨ªn entre 1929 y 1931, cuando Alemania, centro de la cultura mundial, fraguaba el nazismo, la destrucci¨®n del mundo entonces conocido. Ayala vio esto perfectamente. Luego tuvo que exiliarse por su lealtad a la Rep¨²blica, fugitivo de Franco en Argentina, Puerto Rico y Estados Unidos. Reci¨¦n llegado a Buenos Aires, ejerci¨® como profesor en la Universidad Litoral de Santa Fe, y semanalmente viajaba en tren a Rosario, donde tomaba un autob¨²s hasta sus clases. En autob¨²s y tren volvi¨® a leer En busca del tiempo perdido de Marcel Proust: el viaje por esas p¨¢ginas lo ayudaba a levantar la vista del libro y entrar en la vida diaria de la Argentina anterior a Per¨®n.
Leyendo a Proust y sintiendo a Espa?a lejana y prohibida, Ayala anot¨® que el tiempo domina sobre el espacio y lo transforma. Es de los que piensan que el trabajo del tiempo no mejorar¨¢ forzosamente las cosas, puesto que el futuro depende de lo que nosotros hagamos hoy. Ayala es escritor: observa las cosas y las escribe para verlas con mayor claridad. Yo creo que todo escritor es un poco extranjero, un poco distante, aunque, como dice Ayala, siempre se escriba para alguien pr¨®ximo, para participar en esa inacabable conversaci¨®n que llamamos literatura.
S¨¦ por un art¨ªculo de Juan Cruz que Juan Vida ha terminado en Granada su retrato de Francisco Ayala (me hab¨ªa hablado mucho de ese cuadro Rafael Torres). Juan Vida mejora nuestros ojos, m¨¢s poderosos gracias al talento del pintor, y tengo ganas de ver c¨®mo ha pintado los ojos de Francisco Ayala, que me dijo una vez que nunca esper¨® nada. El escritor es ese viajero que, sin esperar el espect¨¢culo que promete la gu¨ªa tur¨ªstica, mira y ordena en palabras la realidad para tratar de entenderse con ella.
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