Crisis de poder en Ucrania
En Rusia, el D¨ªa Internacional de la Mujer -el 8 de marzo- dura tres jornadas, sin duda para compensar su muy escasa presencia entre la ¨¦lite dirigente. S¨®lo una mujer, la viceministra Valentina Matveenko, figura en el Gobierno, y Vlad¨ªmir Putin tuvo que buscar a fondo para encontrar a otras 19 en el mundo de los negocios. Como la larga fiesta de las mujeres eclips¨® otras noticias nacionales, todas las miradas se volvieron hacia Kiev, capital de Ucrania, que desde hace varios meses est¨¢ sumida en una grave crisis de poder.
La cuesti¨®n era saber si el presidente de esta rep¨²blica de 50 millones de habitantes, Leonid Kuchma, se atrever¨ªa a salir de su palacio para depositar una corona de flores a los pies de la estatua de Taras Shevchenko, gran poeta nacional que luch¨® por la libertad a finales del pasado siglo.
El 9 de marzo, Kuchma se atrevi¨® dos horas antes de lo previsto y protegido por cinco cordones policiales. Los contestatarios, tomados por sorpresa por el cambio de programa, formaron m¨¢s tarde un imponente cortejo de 10.000 personas y se dirigieron a la avenida Kreshchanik -los Campos El¨ªseos de Kiev-, donde se toparon con la polic¨ªa que proteg¨ªa el edificio de la presidencia de la Rep¨²blica. La batalla no debi¨® de ser muy violenta, a juzgar por el escaso n¨²mero de heridos, seis polic¨ªas y algunos m¨¢s entre los manifestantes. Pero unas horas m¨¢s tarde, las autoridades lanzaron una amplia operaci¨®n de castigo contra el partido de extrema derecha, UNA-UNSO, en la que detuvieron a un centenar de militantes, destrozaron sus locales y realizaron una batida en las estaciones de tren. Desde Ucrania occidental, adonde fue para ver los destrozos causados por las inundaciones, Kuchma advirti¨® que no ceder¨ªa ante la presi¨®n de la calle y que no negociar¨ªa con los organizadores de las manifestaciones. De inmediato, Alexandr Moroz, ex presidente socialista del Parlamento y uno de los fundadores del Comit¨¦ de Salvaci¨®n Nacional, hizo un llamamiento a sus partidarios para que permanecieran alerta. Con toda seguridad, la ola de descontento se extender¨¢ al conjunto del pa¨ªs y la polic¨ªa tendr¨¢ grandes dificultades para detenerla.
No hay que ser una lumbrera para comprender que este rechazo al poder actual no se debe ¨²nicamente al asesinato del periodista de la oposici¨®n Gueorgu¨ª Gongadze. Las revelaciones sobre este tr¨¢gico asunto, conocidas gracias a una cinta grabada por un ex guardaespaldas del presidente, Mykola Mielnichenko, fueron la gota que colm¨® el vaso. Independiente desde 1991, Ucrania ha sido muy mimada por Occidente, y en especial, por Estados Unidos. Se ha convertido en el tercer pa¨ªs que m¨¢s ayuda estadounidense recibe -tras Israel y Egipto-, con m¨¢s de 10.000 millones de d¨®lares. El origen de esta contribuci¨®n es la convicci¨®n, muchas veces subrayada por el ex director del Consejo de Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski, de origen polaco, que sosten¨ªa que, al perder a Ucrania, 'Rusia dejaba de ser una potencia imperial'. As¨ª que hicieron todo lo que estaba en sus manos para desarrollar la democracia y la econom¨ªa de mercado en este pa¨ªs. ?Con qu¨¦ resultados?
Durante esta d¨¦cada, el producto nacional bruto de Ucrania se ha reducido en dos terceras partes, mucho m¨¢s que en Rusia. Tanto en Kiev como en Mosc¨² existe el mismo dominio a cargo de una minor¨ªa de oligarcas, mientras que el nivel de vida de la poblaci¨®n est¨¢ en ca¨ªda libre. M¨¢s del 60% de los ucranios se encuentran por debajo del umbral de pobreza. Mujeres sin recursos son exportadas a Occidente por la mafia para prostituirlas, mientras que un gran n¨²mero de hombres buscan un trabajo clandestino en los pa¨ªses lim¨ªtrofes. Elegido en 1994 de forma m¨¢s o menos legal frente al 'padre de la independencia', Leonid Kravchuk, Kuchma, ex director de la gran f¨¢brica de cohetes de Dnepropetrovsk, era considerado prorruso. Estableci¨® el ruso como lengua nacional -¨¦l mismo hablaba muy mal el ucranio-, pero r¨¢pidamente comprendi¨® que Occidente ten¨ªa mucho m¨¢s que ofrecerle que el vecino del Norte.
Para lograr ser reelegido en noviembre de 1999, aplic¨® con mayor brutalidad si cabe el m¨¦todo ruso de Bor¨ªs Yeltsin, estableciendo un r¨ªgido control sobre los medios de comunicaci¨®n y utilizando todos los 'recursos administrativos'. Ni siquiera as¨ª consigui¨® los 16,5 millones de votos necesarios y su 'victoria' se debi¨® a manipulaciones flagrantes. Los observadores de la OSCE lo se?alaron convenientemente, afirmando que 'el escrutinio no fue ni libre ni equitativo'. Para EE UU y sus aliados esta observaci¨®n carece de toda importancia. ?C¨®mo pod¨ªa ser de otro modo cuando el presidente Kuchma anunci¨® como prioridad de su presidencia 'la integraci¨®n en Europa, en la Uni¨®n Europea, y el acercamiento a la OTAN'? Ahora, gracias a las 200 horas de grabaciones en el despacho de Kuchma, todo el lado turbio de su elecci¨®n sale a la luz y sus confesiones involuntarias causan m¨¢s impresi¨®n incluso que el caso Gongadze.
Queda por saber ad¨®nde han ido a parar los miles de millones de ayudas a Ucrania. Desde hace casi un a?o, en la prensa estadounidense se pueden encontrar juicios severos contra 'la ¨¦lite' ucrania. Al parecer, ¨¦sta ha sacado demasiada tajada del 'caos de la transici¨®n', ha obtenido unos beneficios desmesurados de ella y se ha vuelto reticente a los cambios, necesarios para el pa¨ªs, pero que pueden perjudicar sus intereses. Dan a entender que esta '¨¦lite' estaba compuesta por 'directores rojos', grandes beneficiarios de las privatizaciones a mano armada de grandes f¨¢bricas sovi¨¦ticas. Detr¨¢s de estas cr¨ªticas, demasiado vagas para ser precisas, se pod¨ªa sentir el temor de que los 'nuevos ucranios' busquen una alianza con los 'nuevos rusos', siguiendo el viejo dicho de 'cada oveja con su pareja'. De pronto, el asesinato de Gueorgu¨ª Gongadze aport¨® un argumento concreto para expresar la indignaci¨®n en nombre de la libertad de prensa, terreno preferido de la prensa estadounidense, que nada ten¨ªa que decir sobre los asesinatos de otros periodistas ni sobre el r¨ªgido control de los medios de comunicaci¨®n por Kuchma y los suyos. Sea como fuere, el economista ultraliberal sueco Aslund Anders, primero y, m¨¢s recientemente, George Soros en el Finantial Times, tomaron partido contra Kuchma, proponiendo que fuera reemplazado por el primer ministro Iuchenko. Se precipitaron un poco, porque para ser presidente de Ucrania hay que pasar por el engorroso tr¨¢mite del sufragio universal.
La izquierda en Ucrania est¨¢ tan fuerte como dividida. En las ¨²ltimas elecciones presidenciales present¨® a cuatro candidatos. El mejor situado, Piotr Simonenko, l¨ªder del Partido Comunista, no pudo reunir los votos de los otros tres candidatos. M¨¢s tarde, cuando Moroz organiz¨® su Comit¨¦ de Salvaci¨®n P¨²blica, Simonenko se neg¨® a unirse a ¨¦l para no sentarse al lado de los banderovtsy (*) de UNA-UNSA, que lucharon contra el poder sovi¨¦tico en connivencia con el ocupante alem¨¢n.
Tras este pretexto se oculta la esperanza de que Leonid Kuchma, que ha sido puesto contra las cuerdas por los manifestantes y abandonado por un decepcionado Occidente, no tenga m¨¢s salida que un acercamiento a Mosc¨². En febrero, en Dnepropetrovsk, Vlad¨ªmir Putin, a la vez que pretend¨ªa no inmiscuirse en los asuntos internos de Ucrania, firm¨® con Kuchma un gran n¨²mero de acuerdos militares e industriales. En ese momento, los ucranios reconocieron haber 'tomado prestado' el petr¨®leo y el gas ruso que pasaban por su territorio a trav¨¦s de los oleoductos, por un valor de 25.000 millones de d¨®lares; por su parte, el presidente ruso insisti¨® en la necesidad de restablecer las relaciones entre las antiguas rep¨²blicas sovi¨¦ticas.
Ahora, la victoria de los comunistas en las elecciones de Moldavia permite presagiar la voluntad de esta Rep¨²blica de sumarse a la alianza entre Rusia y Bielorrusia. As¨ª pues, se est¨¢ creando cierta din¨¢mica de unidad, pero los pa¨ªses ya no son los mismos que en 1991. Todo depende, al menos en Rusia y en Ucrania, de los oligarcas, cuyo origen es turbio, y sus objetivos, dif¨ªciles de saber.
En una entrevista en Izvestia, Alexandr Moroz afirma que Kuchma debe marcharse antes del mes de mayo. Le garantizar¨¢ la inmunidad por sus actos en el poder. Otros pretenden que el presidente est¨¢ demasiado involucrado como para esperar una salida honrosa y que m¨¢s bien aspira a crear un r¨¦gimen policial. Una ¨²nica cosa es segura: los sinsabores y la crisis est¨¢n lejos de haberse acabado en Ucrania.
* Stepan Bandera, un nacionalista de Ucrania occidental, intent¨® colaborar con la Alemania nazi, pero, considerado demasiado independiente, fue internado. El KGB lo mat¨® en Alemania Occidental en 1950. A pesar de todo, en Ucrania occidental es considerado un h¨¦roe nacional. K . S. Karol es periodista franc¨¦s especializado en cuestiones del Este.
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