Ruinas y ruindades
Se puede ser iconoclasta e integrista a la vez y no estar loco; conservador y v¨¢ndalo al mismo tiempo sin que se note demasiado la contradicci¨®n. La vena talib¨¢n de ?lvarez del Manzano aflora cuando, para capear el temporal de derrumbamientos, declara que hay demasiado conservacionismo nost¨¢lgico, demasiados edificios de la vieja ciudad que en vez de ser rehabilitados deber¨ªan ser demolidos y sustituidos por otros nuevos.
Saludan los especuladores inmobiliarios, constre?idos por esas zarandajas conservacionistas, las declaraciones del edil. Obligados hasta ahora a mantener las apariencias de la fachada, expertos en el vaciado quir¨²rgico de los inmuebles que caen en sus manos, los constructores y reconstructores del centro urbano, los expertos en la adquisici¨®n de casas de renta antigua ya tuvieron demasiada brega e innumerables complicaciones para expulsar de sus viviendas a los inquilinos supervivientes, tambi¨¦n de renta antigua, de sus ¨²ltimos reductos, de buen grado o por la fuerza de los hechos consumados.
Los propietarios de muchos de estos inmuebles consintieron y a veces propiciaron la ruina de sus propiedades y la degradaci¨®n de sus viejos caserones para desprenderse de esas r¨¦moras. M¨¢s de un casero fue denunciado por participar activamente en la destrucci¨®n de su patrimonio inmobiliario para acelerar el proceso y provocar la huida de los vecinos m¨¢s resistentes y enquistados que se aferraban a sus contratos de baja renta.
Pero no hay nada tan efectivo como uno o varios hundimientos catastr¨®ficos para darle marcha al asunto, y la efectividad es mayor todav¨ªa si el prudente alcalde de la Villa y Corte, siempre oportuno en sus manifestaciones, advierte a la poblaci¨®n sobre los peligros de aferrarse al pasado, a sus rentas y a sus obras.
En el maltratado barrio de Malasa?a abundan los ejemplos de tales ruindades, edificios te¨®ricamente protegidos que fueron desedificados hasta sus cimientos pero guardaron las apariencias de la antigua fachada que sirvi¨® de protecci¨®n y escudo durante la reconstrucci¨®n frente a las miradas curiosas,inquisitivas y delatoras.
Antes de que el se?or alcalde avalara con su palabra admonitoria a los demoledores, metiendo el miedo en el cuerpo a los habitantes de estas casas deshabitables, ya hab¨ªan empezado a actuar sobre el casco viejo de Madrid, con total impunidad, algunos pioneros de la demolici¨®n total que encubr¨ªan su destructiva labor bajo la coartada de la rehabilitaci¨®n.
En un solar, hoy totalmente asolado, de la calle de la Madera donde hasta hace pocos meses se levantaba un maltrecho, arrumbado y abandonado caser¨®n, uno de los m¨¢s antiguos, si no el m¨¢s antiguo, del barrio, un orgulloso cartel anuncia venta de pisos y apartamentos en un presunto palacio, cuya historia y abolengo ha quedado sepultada en sus cimientos pues de la primitiva edificaci¨®n no se ha dejado piedra sobre piedra.
No cabe duda de que en este y en otros solares del centro de Madrid se levantar¨¢n, como ya se han levantado, edificios mim¨¦ticos, esmeradas imitaciones del pasado que no romper¨¢n con la uniformidad formal del entorno, balcones de forja, tejados de teja tradicional y fachadas convencionales que servir¨¢n de camuflaje y de coartada. No est¨¢ lejano el d¨ªa en el que todo sea carcasa, decorado y trampantojo, en estos barrios en los que s¨®lo se protege la apariencia.
Y mientras el viejo Madrid de los nost¨¢lgicos malvive entre el desamparo y el desahucio y los ruines sacan partido a la ruina, se elabora un cat¨¢logo de edificios a proteger en el que figuran como joyas a preservar las Torres de Valencia, vertical atentado, infame monolito perpetrado a orillas del Retiro que hoy sirve de pared¨®n de fondo a la Puerta de Alcal¨¢, cegando una de las m¨¢s hermosas perspectivas que ofrec¨ªa la ciudad a sus contempladores y a los fot¨®grafos de tarjetas postales. Ominoso menhir erigido a mayor gloria de la especulaci¨®n inmobiliaria en un tiempo pasado y no mejor en el que, bajo los buenos auspicios de la dictadura, no exist¨ªan apenas cortapisas para los depredadores del paisaje y del patrimonio urbano que impon¨ªan sus fueros y sus desafueros.
?ste es el pasado que quieren mantener a toda costa y a cualquier costo los conservadores iconoclastas y los v¨¢ndalos integristas, como un aviso de lo que todav¨ªa nos puede deparar un futuro en sus manos.
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