Units per Elx

No hay que tener muy afinadas las antenas para percibir el enfado de amplios sectores sociales ilicitanos a prop¨®sito de la proyectada Ley de ?reas Metropolitanas que, a juicio de aquellos, postergar¨¢ la ciudad de las palmeras con respecto a la capital de la provincia. ?Y hasta ah¨ª pod¨ªamos llegar!, proclaman a modo de conjuro contra la amenaza que pende sobre su proverbial autoestima. El asunto, adem¨¢s, ha prendido en la ciudadan¨ªa y el PSPV, que gobierna el municipio, lo ha convertido en casus belli pol¨ªtico con evidente eficacia movilizadora. Ante tal ofensiva, el PP, aunque no de manera un¨¢nime, ejerce el desairado papel de matizar los riesgos y exageraciones que se le endosan a esta iniciativa legal, si bien su plausible pedagog¨ªa se diluye ante la fronda del cabreo que capitaliza la plataforma c¨ªvica Units per Elx.

Al parecer, entre los despliegues estrat¨¦gicos de dicha plataforma figura viajar a Valencia y manifestarse ante la Generalitat. Los ¨¢nimos est¨¢n tan caldeados que no nos sorprender¨ªa. Muy al contrario, lo celebrar¨ªamos, pues para no pocos expedicionarios de la ciudad de las palmeras significar¨ªa su primer contacto con la sede de su propio gobierno auton¨®mico, que en ocasiones contemplan como ajeno y lejano, siendo as¨ª que es suyo y lo tiene a tiro de piedra. Por otra parte, el Consell constatar¨ªa que el conflicto lo tiene aqu¨ª y no en el extremo meridional de su imperio, poco menos que sustra¨ªdo a la opini¨®n del cap i casal.

De todos modos, el problema no se va a solucionar mediante estos u otros despliegues espectaculares o demag¨®gicos. Ni tampoco echando mano del rodillo parlamentario e imponiendo por narices una organizaci¨®n territorial que, parad¨®jicamente, ha sido torpedeada una y otra vez en el marco metropolitano de Valencia. Alguna experiencia ha debido decantar esta frustraci¨®n sucesiva, alentada tanto por la falta de voluntad pol¨ªtica, las codicias institucionales o corporativas como por la falta de persuasi¨®n y de liderazgo. ?acaso van a obviarse de un plumazo todas estas fisuras y desencuentros en el hoy por hoy idilio imposible entre Elche y Alicante?

No se nos oculta el trasfondo de a?ejos prejuicios localistas y oportunismo pol¨ªtico que subyacen en la resistencia de los ilicitanos. Viejos y a menudo artificiales contenciosos de vecindad, claro est¨¢. Pero no por ello dejan de ser sentidos como reales y estar vivos. De ah¨ª la necesidad de haber actuado -de actuar todav¨ªa- con la debida prudencia, explicando y negociando la, por otra parte, ineluctable racionalizaci¨®n de ese espacio territorial agusanado de problemas y objetivos comunes. Obrar de otro modo, como si de un ucase se tratara, sugiere que, antes que una soluci¨®n -que deber¨ªa ser ejemplar-, se est¨¢ arbitrando un castigo a una ciudad regida por la oposici¨®n.

Ignoramos hasta qu¨¦ punto es viable que la integraci¨®n en el ¨¢rea metropolitana sea voluntaria, asumi¨¦ndola en su conjunto o parcialmente, tal cual reclaman en Elche. Pero la verdad es que si la f¨®rmula no se asume desde la libertad, mediante pactos y sin sombras de prevalencias, sean capitalinas o partidarias, nos tememos que la promulgaci¨®n del mentado proyecto territorial ser¨¢ lo m¨¢s parecido a un aborto. Esto es, un fracaso pol¨ªtico y otro mal precedente para otras empresas semejantes.