Los gaditanos no podemos ser talib¨¢n
Plinio el Viejo describe una importante explotaci¨®n, cuyo mayor apogeo se produjo en la ¨¦poca de Trajano, a finales del siglo I y principios del siglo II. Este yacimiento romano recibe el nombre de Las M¨¦dulas en Ponferrada (Le¨®n).
Los investigadores no se terminan de poner de acuerdo en las cifras, pero para extraer durante 250 a?os que dur¨® la actividad entre 750.000 y 1.00.000 de kilos de oro, se lavaron 240 millones de metros c¨²bicos de tierras de aluvi¨®n, y para lo que necesitaron construir 325 kil¨®metros de canalizaciones, incluso trasvasar agua de la cuenca del Duero al Sil.
Una de las herencias de este incre¨ªble esfuerzo del ser humano ha sido un impresionante paisaje que mereci¨® en 1931 la declaraci¨®n de Bien de Inter¨¦s Cultural por su importancia arqueol¨®gica y en 1997 la Unesco lo declar¨® Patrimonio de la Humanidad.
El Puerto de Santa Mar¨ªa tiene sus 'M¨¦dulas' en la sierra de San Crist¨®bal, en el mirador natural de la bah¨ªa de C¨¢diz, donde desde los fenicios se ha extra¨ªdo de las entra?as de este promontorio su 'oro' que no era otro que la roca calcarenita, ideal para hacer sillares para la construcci¨®n.
Durante siglos la mano sutil y delicada de los maestros y oficiales canteros han horadado el interior de la sierra de San Crist¨®bal para que se pudieran hacer monumentos tales como la catedral, el Ayuntamiento o el Hospital de la Sangre en Sevilla, incluso hasta para la catedral de Las Palmas de Gran Canaria salieron piedras de esta cantera portuense.
Aqu¨ª la herencia de este esfuerzo y trabajo ha sido el patrimonio arquitect¨®nico creado y un paisaje subterr¨¢neo incre¨ªblemente bello, impresionante y de una magnitud dif¨ªcil de creer si no se ha visto. En cambio, y al contrario de Las M¨¦dulas leonesas, aqu¨ª no ha habido ning¨²n reconocimiento, m¨¢s bien lo contrario. Poco a poco la actividad pas¨® de ser subterr¨¢nea a ser a cielo abierto y el martillo y el cincel dieron paso al barreno, la p¨®lvora y la pala excavadora. Y la piedra delicadamente trabajada para levantar catedrales, castillos, palacios, hospitales, puentes, bodegas, etc¨¦tera, pas¨® a ser usada a granel para rellenar salinas y marismas, hacer espigones, carreteras o pol¨ªgonos industriales, actividad que a¨²n dura hoy d¨ªa y cuyo resultado ha sido, aparte de la actividad econ¨®mica producida, la destrucci¨®n de la casi totalidad de este importante patrimonio cultural subterr¨¢neo conocido como las Cuevas de San Crist¨®bal.
En este enclave atalaya de la Bah¨ªa se encuentran arqueolog¨ªa, agua (subterr¨¢neas y superficial), bosques, luz, paisaje, elementos combinados que explican nuestro origen presente y puede tambi¨¦n que nuestro futuro como ciudadanos de la bah¨ªa de C¨¢diz, y desde donde se interpretan las armon¨ªas y desajustes a lo largo del tiempo, de la dif¨ªcil relaci¨®n hombre, territorio y paisaje.
Todo ello le da a la sierra de San Crist¨®bal un importante potencial hist¨®rico, cultural y ecol¨®gico que nos obligan a proteger, salvaguardar y ponerlo en valor social y p¨²blico. A¨²n no es demasiado tarde y el momento actual es adecuado, no perdamos m¨¢s tiempo, no sea que pasemos a la historia como los talib¨¢n afganos.
Juan Carlos Neva Delgado es gerente de Imacona.
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