Angelitos negros
Todo aclarado: los sacerdotes que 'violaban, abusaban del poder o hac¨ªan proposiciones' y las monjitas que acced¨ªan o aguantaban ?eran africanos! O sea, ?negros! Los embarazos s¨®lo dar¨¢n 'angelitos negros', como aquellos a los que cantaba Mach¨ªn. As¨ª ser¨¢n los que nazcan de las 29 hermanitas de una sola misi¨®n de Malawi: cuando la superiora fue a explic¨¢rselo al obispo -sin duda, negro-, la suspendi¨®. Me lo explica bien Abc, tan ducho en asuntos clericales, y 'ni un solo caso implica a misioneros'. Los misioneros son blancos. Es, por lo tanto, una cuesti¨®n de raza. Razas que 'no encuentran valor en el celibato' (yo debo tener algo de esa sangre porque coincido). Ocurre tambi¨¦n que una monja 'oriunda de la zona y educada en los valores de la tierra' no ve posible negarse a una proposici¨®n sexual. Y muchas que acaban de llegar -las ni?as- deben prestar 'favores sexuales' 'para acceder a los certificados necesarios para trabajar en una di¨®cesis'. Tampoco hay que escandalizarse ahora: desde 1985 hay una prohibici¨®n entre el clero africano de que una monja viaje sola en un coche con un sacerdote: se la cepilla.
Recuerdo un juicio en T¨¢nger: el juez ingl¨¦s absolvi¨® a un marroqu¨ª acusado y convicto de haber violado a un ni?o, en raz¨®n de que era 'costumbre local'. Estas chicas 'educadas en los valores de la tierra' y estos hombres que entienden que la virginidad de la novicia les asegura de estar libres del sida, y que su condici¨®n de mujer africana, y por lo tanto objeto, servil, la impide resistirse como a otras. Como a Maria Goretti, que era italiana. Y las italianas, parecer ser, no tienen el menor inter¨¦s por el sexo.
Como los blancos en general. Los verdaderos misioneros -por los que reitero mi admiraci¨®n por una labor sanitaria y educativa; m¨¢s a¨²n cuando veo que algunos fragmentos de esa educaci¨®n no entran en la naturaleza del hombre y la mujer- no han hecho nada. Siempre habr¨¢ negros y blancos; y ¨¦sa puede ser una de las razones de la Ley de Extranjer¨ªa, y de las pobres muchachas negras de las ciudades espa?olas, a las que persiguen con una cruel ternura los que quieren quitarles la ¨²nica posibilidad que tienen de comer.
(De ninguna manera me r¨ªo de los protagonistas de esta infamia de la castidad obligatoria, sino de sus brujos comentaristas).
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