En defensa de un gesto
La acogida que determinadas personalidades de la izquierda intelectual europea (Jos¨¦ Saramago, Danielle Mitterrand, Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, Ignacio Ramonet, Alain Touraine...) dispensaron a los zapatistas en su entrada a la capital de M¨¦xico ha sido criticada desde muchos sectores de derechas y de izquierdas que han acusado a dichos intelectuales de buscar en Latinoam¨¦rica los triunfos que no han logrado en Europa. Tales cr¨ªticas ofrecen, a mi modo de ver, notorias debilidades si miramos las cosas con objetividad y con perspectiva hist¨®rica.
En primer lugar, no es razonable pensar que la izquierda ha sido derrotada en Europa. Si aceptamos la convenci¨®n de que lo que caracteriza a la izquierda es la construcci¨®n de una sociedad en la que las personas tengan mayor libertad e igualdad, no cabe duda que en Europa -gracias al empuje de la izquierda- el grado de libertad e igualdad es infinitamente mayor que hace un siglo, mucho mayor que hace medio siglo y significativamente mayor que hace 25 a?os. Encontraremos siempre determinadas fases en las cuales se producen retrocesos parciales, y probablemente estemos, desde hace algunos a?os, en una de ellas. Otra cosa es que muchas utop¨ªas se hayan desvanecido cumpli¨¦ndose as¨ª el exacto sentido de la palabra utop¨ªa. Pero ning¨²n an¨¢lisis m¨ªnimamente serio puede desmentir que en Europa los niveles de libertad y de igualdad -para simplificar, derechos de las personas y reparto de la riqueza- son m¨¢s que notables y las cifras que lo confirman est¨¢n a disposici¨®n de cualquiera.
Puede decirse, con toda raz¨®n, que hay m¨¢s libertad e igualdad en la Europa del norte que en la del sur; que en las grandes ciudades europeas, junto a personas y grupos que viven en la opulencia, hay sectores sometidos a una fuerte marginaci¨®n; que buena parte de los inmigrantes -sobre todo los de primera generaci¨®n- est¨¢n seriamente discriminados; que la distancia entre los m¨¢s ricos y los m¨¢s pobres sigue siendo escandalosa, y todo el etc¨¦tera que se quiera. Pero, en definitiva, si giramos la vista hacia atr¨¢s, los avances son indiscutibles, mucho mayores que en cualquier otra ¨¦poca hist¨®rica.
Ahora bien, si en alg¨²n momento se ha cre¨ªdo -con la fe del carbonero- que por v¨ªas r¨¢pidas acceder¨ªamos a para¨ªsos imposibles, entonces es probable que uno se encuentre desencantado y considere que la izquierda en Europa ha fracasado totalmente. En este caso, sin embargo, los frustrados no son los que han ido a recibir a Marcos y los suyos, sino quienes los critican. Por tanto, no veo razones suficientes para mantener que Saramago y compa?¨ªa son unos melanc¨®licos que a?oran la revoluci¨®n que no pudieron hacer en su d¨ªa, sino que su gesto va en otra direcci¨®n: indicar que la gran debilidad del progreso de la libertad e igualdad en Europa es, desde una perspectiva de izquierda, su responsabilidad en la desigualdad econ¨®mica, la falta de libertades b¨¢sicas y el desequilibrio social y cultural del mundo. Ah¨ª est¨¢ el gran d¨¦ficit de la izquierda europea: en encerrarse en s¨ª misma y no querer ver el esc¨¢ndalo que supone, desde su perspectiva ideol¨®gica, la situaci¨®n mundial.
En efecto, as¨ª como antes he dicho que el grado de libertad e igualdad en nuestro continente es -con todos los defectos que se quieran- muy aceptable, en el mundo -en el Tercer Mundo, quiero decir-, la desigualdad y la falta de libertades crecen de modo alarmante con la complicidad y la cooperaci¨®n europea, tambi¨¦n de sus fuerzas de izquierda.
Para empezar, hemos de ser conscientes de que el Tercer Mundo comienza en las fronteras mismas de Europa occidental, de aquella rica y confortable Europa que creci¨® y se desarroll¨® al amparo de la guerra fr¨ªa y de la divisi¨®n en bloques. Al desplomarse el bloque perdedor, Europa -con excepci¨®n de Alemania al anexionarse su zona oriental- no s¨®lo no lo ha ayudado de forma significativa, sino que ha arrasado militarmente algunas de sus zonas. La responsabilidad de Alemania y, despu¨¦s, la complicidad de todos los dem¨¢s pa¨ªses europeos en la terrible y todav¨ªa inacabada guerra de los Balcanes es m¨¢s que evidente si se repasan fr¨ªamente los hechos acaecidos all¨ª a partir de 1989.
Por otra parte, los pr¨¦stamos a Rusia y a pa¨ªses menores otorgados por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional s¨®lo han servido para fomentar un capitalismo corrupto e in¨²til para su pa¨ªs, pero provechoso para los bancos occidentales, que son las instituciones financieras donde se depositan a corto plazo estos pr¨¦stamos. Igual sucedi¨® en Latinoam¨¦rica hace 20 a?os: a las corruptas dictaduras de entonces se les facilitaron unos cr¨¦ditos que superaban con mucho su capacidad financiera, y todav¨ªa hoy, a?o a a?o, los est¨¢n devolviendo con intereses a la potente banca occidental. La econom¨ªa occidental crece por el tir¨®n de unos mercados financieros especulativos, todopoderosos e incontrolados. La presente crisis de Estados Unidos comienza a demostrarlo. As¨ª, la distancia entre ricos y pobres, a escala mundial, aumenta a?o tras a?o ante la pasividad, cuando no la colaboraci¨®n, de la izquierda occidental.
Hay una estrecha y vergonzosa relaci¨®n entre la situaci¨®n de los pa¨ªses ricos y la de los pa¨ªses pobres. Denunciar con un gesto tanto esta relaci¨®n como la responsabilidad que en ella tienen los gobernantes de la izquierda europea es, probablemente, el motivo del viaje a M¨¦xico de Saramago y sus compa?eros.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UAB.
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