Encapuchados
No ser¨ªa nada extra?o que muy pronto el ¨²ltimo grito de la moda fuera enfundarse un pasamonta?as para hacer frente a las crecientes complicaciones de la vida cotidiana. Si se supone que la moda tiene por objetivo proponer cambios est¨¦ticos o descubrir novedades y si los dise?adores suelen decir que su inspiraci¨®n est¨¢ en la calle, ?qu¨¦ hay tan rompedor y novedoso en este momento como el escueto y sugerente pasamonta?as que asoma su irresistible glamour en la m¨¢s palpitante actualidad?
Ah¨ª est¨¢ el espectacular subcomandante Marcos: su look llama tanto la atenci¨®n de todo el planeta como Claudia Schiffer en su mejor momento. Ah¨ª est¨¢n etarras y kaleborrokas, j¨®venes l¨ªderes de la transgresi¨®n sin sentido que, tras su pasamonta?as, fabrican tan tranquilos c¨®cteles m¨®lotov en plena calle de Bilbao. Ah¨ª va la intr¨¦pida Ertzaintza, una fuerza de ¨¦lite cuyo pasamonta?as, burocr¨¢ticamente sobrio, es el mejor escudo protector contra tanto enemigo. ?Sabr¨¢ la moda reconocer el m¨¦rito de estas vanguardias de la vida del siglo XXI y rendir emocionado, elegante y rentable homenaje al que podr¨ªa ser el invento del siglo?
El incomparable ingenio del lenguaje publicitario que derrocha la moda sacar¨ªa enormes r¨¦ditos de este sencillo artilugio. De entrada, ya lo he dicho, nunca hasta hoy, en la historia del traje civil, se ha utilizado un pasamonta?as como prenda de uso com¨²n. He ah¨ª, pues, una aut¨¦ntica novedad, ins¨®lita en una ¨¦poca en la que todo se basa en la copia o en el revival. ?No est¨¢ la gente ¨¢vida de novedades? ?No se busca el impacto de lo ins¨®lito o de lo nunca visto? ?No andan las pasarelas tan necesitadas de platos fuertes? ?No estamos hasta el gorro de transparencias? Pues ah¨ª est¨¢, virgen de todo precedente, incontaminado, opaco y por descubrir: el pasamonta?as. Prenda del pueblo, capaz de toda sofisticaci¨®n y de hacer volar la imaginaci¨®n, promesa de experiencias sin l¨ªmites... el pasamonta?as es suspense, es magia, es ritual, es sorpresa, es protecci¨®n, y es erotismo latente -?qu¨¦ hay detr¨¢s, m¨¢s all¨¢ de esos ojos? Se trata, en suma, de satisfacer necesidades -acuciantes- del presente.
Veamos: ?qu¨¦ da mayor libertad, mayor impunidad, mayor autonom¨ªa, mayor inc¨®gnito y, a la vez, mayor notoriedad, que una capucha que tapa toda la cabeza a excepci¨®n de los ojos? ?Se atrever¨ªa alguien a pedir la documentaci¨®n, o el DNI, a un ertzaina, a un kaleborroka, o a ese genio de los medios de comunicaci¨®n que es el subcomandante mexicano? ?Por qu¨¦ ellos eluden todo control y nosotros no? ?Qui¨¦n es capaz de identificar a esos pioneros del pasamonta?as? ?Y si el subcomandante no fuera en realidad el subcomandante? ?No es el pasamonta?as el s¨ªmbolo de ese sue?o contempor¨¢neo de la completa y total irresponsabilidad? ?No tenemos todos derecho a ocultar nuestras miserias o nuestra superioridad y a vestir nuestra ansiedad con el rostro impasible de una capucha? ?No nos preguntamos con m¨¢s frecuencia de lo que deseamos por qu¨¦ hay que dar la cara? ?Y para qu¨¦ hay que darla y ante qui¨¦n? ?No es el pasamonta?as el vestido ideal para la era de Internet? ?A qui¨¦n puede importarle qui¨¦n sea qui¨¦n con tal de hacer sustanciosos negocios?
Imaginemos que todos estos argumentos pesan. Imaginemos a los chicos de Gran Hermano, a los ministros, a los famosos... imaginemos que todos acabamos con el pasamonta?as puesto. ?No se habr¨ªa conseguido, al fin, la igualdad? ?No se evitar¨ªan conflictos por las m¨¢s nimias diferencias? ?No ser¨ªamos todos como un ej¨¦rcito de fr¨ªvolos fan¨¢ticos del disfraz? Porque, no hay duda, los pioneros -Marcos, kaleborrokas, Ertzaintza: todos militares- han hecho del pasamonta?as un arma eficaz en la batalla comunicativa; ah¨ª est¨¢ la verdadera guerra. Imaginemos a los peri¨®dicos con expresivas fotograf¨ªas de individuos y de masas encapuchadas. ?Podr¨ªa existir una opini¨®n p¨²blica con pasamonta?as? Todo depende. Depende de qui¨¦n d¨¦ la orden. Pero constato dos cosas: una, Christian Dior muri¨® hace mucho, y dos, universalizar la capucha ser¨ªa como democratizar los privilegios. El sue?o de una noche de primavera.
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