Una capital en marcha
El sugerente art¨ªculo de Pascual Maragall Madrid se va ha suscitado una interesante pol¨¦mica en la que se han planteado las cuestiones fundamentales que afectan a nuestra Comunidad: su inserci¨®n en el Estado, su identidad, sus prioridades pol¨ªticas... ?Se va Madrid de una Espa?a de las autonom¨ªas en la que no se siente c¨®moda, en busca de contextos m¨¢s competitivos que le permitan ganar cuota de mercado para sus empresas y consolidar su presencia internacional, o, por el contrario, Madrid se queda en este Estado cuasi federal, del que se siente impulsor y constructor solidario?
Pero ?qu¨¦ hay que entender por Madrid? En ocasiones -recordemos la c¨¦lebre 'bota de Madrid', tan citada por el nacionalismo vasco- es un concepto pol¨ªtico compendio de todos los males de un Estado centralista y autoritario. Sin embargo, no olvidemos que Madrid es adem¨¢s una ciudad -capital del Estado- y la Comunidad Aut¨®noma en la que se desarrolla una parte sustancial de la vida pol¨ªtica, econ¨®mica y social de los madrile?os.
La identidad de Madrid es indisociable de su condici¨®n de capital de la Espa?a plural
En consecuencia, la discusi¨®n tiene diferentes niveles. Frente a la tentaci¨®n de presentar el debate sobre la idea de Espa?a en t¨¦rminos 'territoriales' (modelo vasco, catal¨¢n, madrile?o), considero preferible partir de tres modelos: el centralista, vigente hasta la promulgaci¨®n de la Carta Magna; el constitucional, y el nacionalista-soberanista, partidario de modificar la Constituci¨®n y reconocer el derecho a la autodeterminaci¨®n, todos ellos con defensores y detractores por toda la geograf¨ªa espa?ola.
?Qu¨¦ modelo preferimos los madrile?os? Me parece importante destacar que la Espa?a constitucional es una Espa?a plural en un doble sentido: asume que coexiste una pluralidad de nacionalidades y regiones en su seno, y asume que todas esas nacionalidades y regiones son a su vez plurales. No supone la consagraci¨®n de una pluralidad de identidades monol¨ªticas, sino la proclamaci¨®n del deseo de los espa?oles de hacer descansar nuestra convivencia en el respeto de la pluralidad cultural, ling¨¹¨ªstica, religiosa e ideol¨®gica que caracteriza nuestras diferentes realidades.
Por ello, en pocas comunidades espa?olas est¨¢ tan asumido lo que ha dado en llamarse el 'patriotismo constitucional' como en Madrid, pues, por mor de las circunstancias, nuestra comunidad hace descansar su convivencia en los valores que definen nuestra Constituci¨®n. ?Puede una comunidad en la que, por poner un ejemplo, abundan los Jordis, Itziar, Montserrats, desconocer la realidad plural espa?ola?; ?una comunidad receptora y beneficiaria de la contribuci¨®n de personas de toda Espa?a puede convertirse en una instancia uniformadora enemiga de la pluralidad caracter¨ªstica de nuestro pa¨ªs? Pero adem¨¢s, felizmente, para ser madrile?o no hay que asumir ning¨²n patr¨®n de comportamiento, pues no existe nada parecido a lo que ser¨ªa un 'buen madrile?o'. Por ello, en el Madrid de inicios del siglo XXI, no s¨®lo la Espa?a de las autonom¨ªas es una realidad asumida naturalmente, sino que las propias se?as de identidad de este Madrid son indisociables de su condici¨®n de capital de esa Espa?a diversa y plural.
En segundo lugar, se plantea el modelo de comunidad de Madrid que los madrile?os queremos. Sabemos que ¨¦sta no fue fruto de una reivindicaci¨®n sentida de la ciudadan¨ªa basada en la defensa de unas se?as de identidad propias, sino que obedeci¨® a la voluntad de dar una respuesta satisfactoria y arm¨®nica a la inserci¨®n de la capital del Estado en el nuevo marco auton¨®mico, llevando a Madrid las ventajas del proceso de descentralizaci¨®n pol¨ªtica y administrativa caracter¨ªstico del modelo constitucional. Por ello, nuestra Comunidad se justifica en la medida en que alcance ese doble objetivo: primero, garantizar que la ciudad de Madrid cumpla satisfactoriamente con su condici¨®n de capital de un Estado auton¨®mico, y se erija en esa ciudad representativa de la nueva Espa?a, punto de encuentro para todos los espa?oles, abierta, dialogante, plural, moderna, pr¨®spera, solidaria, que intenta evitar los enfrentamientos territoriales y lucha por la cohesi¨®n; y segundo, prestar de manera eficiente, igualitaria y solidaria los servicios p¨²blicos que los madrile?os demandan.
En este ¨²ltimo punto, la situaci¨®n deja mucho que desear, y no s¨®lo -como dec¨ªa Leguina- por la inhabitabilidad de nuestra ciudad, sino tambi¨¦n porque la pol¨ªtica llevada a cabo por Ruiz-Gallard¨®n ha carecido de objetivos de integraci¨®n y cohesi¨®n y ha supuesto un constante debilitamiento del Estado de bienestar que los gobiernos socialistas hab¨ªan construido y un incremento de los desequilibrios sociales y territoriales: la cr¨ªtica situaci¨®n de la educaci¨®n p¨²blica, la nula sensibilidad manifestada ante los problemas de los sectores sociales m¨¢s desfavorecidos (menores, discapacitados, tercera edad, inmigrantes), o la pr¨¢ctica desaparici¨®n de suelo destinado a viviendas protegidas en la ciudad de Madrid lo confirman. Por otro lado, el vaciamiento democr¨¢tico de la actividad parlamentaria, el dirigismo cultural o la deriva autoritaria manifestada en la destituci¨®n del director de Telemadrid, muestran que Madrid no es hoy esa comunidad abierta, plural, din¨¢mica, participativa y tolerante por la que trabajaron Tierno, Barranco y Leguina.
Tiene raz¨®n Ruiz-Gallard¨®n cuando proclama que Madrid se queda para trabajar a favor del bienestar de toda Espa?a; pero debemos recordarle que es su responsabilidad garantizar servicios p¨²blicos eficientes e igualitarios a los madrile?os, y que en ese campo Madrid no puede quedarse quieta. Estoy convencido de que seremos los socialistas los encargados de ponerlo en marcha.
Jes¨²s Gonz¨¢lez Amuchastegui es profesor de Filosof¨ªa del Derecho de la Universidad Complutense y militante de la Federaci¨®n Socialista Madrile?a.
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