Padres fundadores
Jacques Herzog y Pierre de Meuron recibir¨¢n su Pritzker en Monticello, y este azar afortunado subraya su perfil de padres fundadores de la arquitectura del siglo que comienza. La mansi¨®n virginiana de Thomas Jefferson, hito de la arquitectura neocl¨¢sica y santuario de la pol¨ªtica norteamericana, es un escenario especialmente apropiado para homenajear a una pareja suiza que ha amalgamado el arte con la naturaleza y la vida cotidiana, y cuya obra geom¨¦trica y t¨¢ctil se ha convertido en acaso la m¨¢s influyente del momento. S¨®lo su antecesor en el galard¨®n, el holand¨¦s Rem Koolhaas, puede competir con los arquitectos de Basilea en ambici¨®n demarcadora de nuevos territorios, y la selecci¨®n de estas figuras enfrentadas y complementarias como charnelas del tr¨¢nsito del siglo es un acierto del jurado del Pritzker que ilumina el premio con agudeza cr¨ªtica e intuici¨®n hist¨®rica. La ¨²ltima etapa de la arquitectura se ha alimentado del di¨¢logo pol¨¦mico entre holandeses y suizos, y la distinci¨®n de los jefes de filas de ambas escuelas subraya tanto el vigor de la creaci¨®n europea como el rigor del premio americano, que con ¨¦sta llega a la d¨¦cima edici¨®n consecutiva sin recaer en autores de ese continente: tras Robert Venturi en 1991, el Pritzker se ha concedido a dos japoneses y ocho europeos, reflejando con fidelidad el campo gravitatorio del debate contempor¨¢neo. Por lo dem¨¢s, el arco voltaico de divergencias entre Rotterdam y Basilea se ha convertido, de un tiempo a esta parte, en una f¨¦rtil pasarela de comunicaci¨®n, asoci¨¢ndose Koolhaas con Herzog y de Meuron en numerosas aventuras profesionales, que suman la inteligencia subversiva del holand¨¦s con la sensibilidad refinada de los suizos para roturar el territorio de la arquitectura que viene.
Cuando recojan sus medallas en Monticello, los suizos rendir¨¢n tributo a un presidente-arquitecto aborrecido por los conservadores americanos, que reprochan a este padre fundador de la naci¨®n su paternidad irresponsable con su esclava Sally y su simpat¨ªa por la Revoluci¨®n Francesa, y cuya utop¨ªa agraria comparan desfavorablemente con el modelo industrial de su rival Hamilton. Sin embargo, fue Hamilton el que recomend¨® a Jefferson para la presidencia, y Jefferson el que instal¨® un busto de Hamilton frente a su propio retrato en Monticello, para que 'siguieran oponi¨¦ndose despu¨¦s de muertos', confirmando ese di¨¢logo vigoroso inseparable de los momentos fundacionales que Jacques Herzog y Pierre de Meuron han sabido establecer con su predecesor en el premio. Algunos piensan que Am¨¦rica es hoy jeffersoniana en la teor¨ªa y hamiltoniana en la pr¨¢ctica, y es posible que la arquitectura emergente de nuestro tiempo habite tambi¨¦n en ese lugar ambiguo donde se cruza la utop¨ªa art¨ªstica de los suizos con el modelo pragm¨¢tico de los holandeses. Pero en Virginia, durante unas horas, s¨®lo existir¨¢ Basilea.
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