Sentimientos y argumentos
El pasado d¨ªa 1 de abril en EL PA?S, Javier P¨¦rez Royo acude en defensa de la Ley del Menor justificando la actuaci¨®n de la Administraci¨®n de 'justicia' en el caso del asesinato de la joven Klara G. C., cometido San Fernando (C¨¢diz). No dudo del alto nivel del se?or P¨¦rez Royo como jurista, pero s¨ª dudo de la sinton¨ªa de estos expertos con lo que piensa la gente, para la cual se hace y de la cual emana la Justicia, seg¨²n frase ret¨®rica de nuestra Constituci¨®n.
Es evidente que el delincuente lo tiene m¨¢s f¨¢cil en una democracia que en una dictadura. Lo que no es tan evidente es que delinquir en nuestra democracia resulte 'barato' para ciertos delincuentes, a los cuales les basta estar drogado, celoso, enfadado, ir con unas copas de m¨¢s, o ser rico o joven, para que le apliquen toda clase de eximentes y consideraciones fraternales; mientras, la v¨ªctima y/o sus allegados, aparte del acto burocr¨¢tico de presentarse como parte, permanecen en un lugar alejado como simples espectadores, reviviendo los hechos e ignorados por la justicia, experimentando con esta vejaci¨®n un sufrimiento a?adido. Y en esto no tiene nada que ver la cacareada, aunque no por eso menos real, dotaci¨®n econ¨®mica.
Y como justificaci¨®n base de todo ello tenemos el angelical art¨ªculo 25 de la Constituci¨®n en virtud del cual gozan del mismo tratamiento de presunci¨®n de reinserci¨®n: por un lado una persona, nacida en un barrio marginal, que no ha conocido escuela ni entorno familiar ni m¨¢s referente ¨¦tico que la ley de la selva, y por otro lado, banqueros, mercaderes, pol¨ªticos, violadores, torturadores familiares o jovencitas que torturan hasta la muerte a una compa?era de clase por el mero placer de experimentar una sensaci¨®n nueva y, de camino, hacerse famosas. Aunque nada tengo que ver con legislaci¨®n ni c¨®digos, me atrevo a imaginar un art¨ªculo 25 seg¨²n el cual un tribunal opinar¨¢ sobre la eficacia de la reinserci¨®n en cada caso.
El articulista, no sin antes dedicar unas l¨ªneas a las v¨ªctimas (familiares y allegados en este caso) lamentando que pueda aumentar su dolor la lectura de tan bienintencionados argumentos jur¨ªdicos, se pregunta qu¨¦ ser¨ªa de las s¨¢dicas asesinas en el futuro si se fuera m¨¢s severo con ellas... A esta pregunta ret¨®rica, le doy mi respuesta concreta: me importa un bledo, lo que s¨ª s¨¦ es que no quiero que los juristas las dejen para que me atiendan en un hospital, ni en un mercado, ni como cuidadoras de ni?os... ?ni administr¨¢ndome 'justicia' o pidi¨¦ndome dinero para una ONG!
En otra parte he le¨ªdo el argumento del 'instinto de venganza' y me pregunto ?por qu¨¦ hemos llegado a ser tan estrictos en la represi¨®n de este instinto, heredado de nuestros antepasados irracionales hasta el punto de pasarnos por el forro los sentimientos de las v¨ªctimas y, en cambio, elevamos a la categor¨ªa de 'leg¨ªtima ambici¨®n' el igualmente irracional instinto de posesi¨®n al que sometemos a t¨ªmidos controles cuyo resultado salta a la vista?-
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