La vuelta a La Axarqu¨ªa en una hora
El t¨¦rmino municipal de Canillas de Aceituno re¨²ne toda la gama de paisajes de la comarca
Los montes y sierras de Canillas de Aceituno son uno de los secretos mejor guardados de La Axarqu¨ªa. Por eso, el caminante que decida encaramarse a este pueblo de apenas 2.000 habitantes que separa la Alta y la Baja Axarqu¨ªa, encontrar¨¢ en su periplo m¨¢s cabreros y hombres de sierra que senderistas. Desde la plaza de su Ayuntamiento arranca una de las rutas m¨¢s duras de ascenso a La Maroma, el pico m¨¢s alto de estas sierras, con sus 2.068 metros de altitud, aunque La Maroma es m¨¢s un murall¨®n que un pico propiamente dicho. Pero no hace falta llegar tan alto para contemplar la riqueza del paisaje singular.
La ruta de El Saltillo permite, en apenas una hora de recorrido, asomarse a todos los paisajes id¨ªlicos que convirtieron La Axarqu¨ªa en el tesoro m¨¢s apreciado por los andalus¨ªes en la provincia de M¨¢laga, y en el que fue su ¨²ltimo refugio. Salvado el primer tramo, algo empinado y que hay que hacer a pie salvo que se comunique la visita al Ayuntamiento -hay una cadena casi al principio del carril-, el resto del recorrido es completamente llano.
La ruta discurre a 1.300 metros de altitud por la ladera de un monte que en el pueblo se conoce como El Pozuelo. Se trata de una especie de cornisa que en realidad sirve para tapar las tuber¨ªas que llevan agua de los manantiales del r¨ªo Alm¨¢nchares hasta el pueblo. En algunos tramos, la canalizaci¨®n actual pisa un antiguo acueducto ¨¢rabe. Para llegar hasta all¨ª, hay varias opciones: iniciar el ascenso a La Maroma indicado en la plaza del Ayuntamiento hasta tropezar con el camino, o bien salir del pueblo en coche en direcci¨®n a Sedella.
Si se escoge esta segunda opci¨®n, hay que buscar un carril de tierra que aparece a la izquierda de la carretera a aproximadamente un kil¨®metro y medio del pueblo. El carril, estrecho y accidentado, arranca con una fuerte subida, ya que el pueblo de Canillas de Aceituno est¨¢ a 600 metros sobre el nivel del mar, y la ruta propuesta, a m¨¢s del doble. Si se viaja con personas que tengan dificultades para realizar este ascenso, conviene avisar al Ayuntamiento, ya que casi al principio de la pista hay una cadena que impide el paso. Una vez llegados al final de este tramo hay que dejar el coche. La vereda se localiza f¨¢cilmente junto a una casucha en ruinas.
Hacia la izquierda, el caminito se prolonga unos 300 metros. Al principio discurre entre un olivar ya asilvestrado, y poco a poco va dejando ver el sur de la comarca: montes viejos, de picos suaves, que hasta el advenimiento de la filoxera, una plaga b¨ªblica para La Axarqu¨ªa, estuvieron cubiertos de vi?as. Hoy los pueblan algunos almendros y el matorral mediterr¨¢neo. Algunos est¨¢n surcados de caprichosos dibujos geom¨¦tricos que, si uno se fija, reflejan el dramatismo de unas tierras de labor condenadas ya a ser poco rentables: parcelas peque?as en medio de fuertes pendientes. Al fondo, el azul del pantano de La Vi?uela, una rica reserva de agua de primera calidad, y las blancas manchitas dispersas de las casas de labor con sus paseros.
El paisaje es una fiesta para los sentidos, pero una fiesta serena. En los d¨ªas claros se pueden contemplar las monta?as de ?frica emergiendo de la suave neblina que vela el mar. A los pies del caminante, las matas de tomillo, romero, mejorana y jara disparan sus perfumes limpios al m¨ªnimo roce.
El otro lado de la senda ofrece una panor¨¢mica radicalmente diferente, como si en vez de unos cientos de metros se hubieran caminado muchos kil¨®metros. Esta parte se interna en la Sierra Tejeda y en las faldas de La Maroma. Ahora la cornisa est¨¢ colgada sobre el tajo que ha ido afilando pacientemente el r¨ªo Alm¨¢nchares. La vegetaci¨®n se torna de matorral y delicadas flores de jara en solemnes pinos negrales e intr¨¦pidos palmitos. Por tramos, el barranco del fondo es tan profundo que la vereda se remata con una barandilla.
Pero, cuando parece que est¨¢ todo visto, a¨²n aguarda otra sorpresa. La ruta termina en un salto de agua que ha regastado la roca caliza hasta formar algunas pozas. Aunque una pintada en la piedra proh¨ªba el ba?o, las autoridades locales afirman que est¨¢ permitido, ya que la toma de agua para el abastecimiento del pueblo queda m¨¢s arriba.
En ese tramo, el paisaje es ya absolutamente umbr¨ªo. Adelfas, yedra salvaje y multitud de plantas amantes de la humedad reverdean en el entorno. La accesibilidad de la ruta, quitando el primer tramo, es tan buena que el Ayuntamiento actualmente se desvive para reunir los 80 millones que calcula que costar¨ªa convertirla en ruta visitable en silla de ruedas. Aunque 80 millones son muchos para un lugar que a¨²n no se ha sumado a los circuitos tur¨ªsticos de interior. Canillas es a¨²n un diamante en bruto.
Mejor, en primavera
- D¨®nde. Desde M¨¢laga, tomar la Autov¨ªa del Mediterr¨¢neo hasta la localidad de V¨¦lez-M¨¢laga. Una vez en este pueblo, seguir las indicaciones; primero, hacia La Vi?uela y, despu¨¦s, hacia Canillas de Aceituno. - Cu¨¢ndo. Cualquier ¨¦poca del a?o, aunque la primavera permite disfrutar a la vez de la floraci¨®n del matorral mediterr¨¢neo y de la posibilidad de un ba?o en el r¨ªo. La ruta no es complicada, pero se aconseja llevar calzado adecuado para el monte. - Alrededores. No hay que perderse los pueblos de Sedella y Salare. Los dos municipios destacan por el aspecto de sus calles, que a¨²n conservan la esencia de su pasado morisco. - Y qu¨¦ m¨¢s. Actualmente, la zona de acampada de La Rahige est¨¢ cerrada por obras, pero estar¨¢ lista en junio. Para comer el chivo y otros productos t¨ªpicos, los restaurantes La Covacha (tapeo); La Sociedad y el Bodeg¨®n de Juan Mar¨ªa, todos en el centro del pueblo.
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