'LA INMIGRACI?N SIN L?MITES ES UNA AMENAZA'
El pensador italiano Giovanni Sartori, el 'pr¨ªncipe' de la ciencia pol¨ªtica de la izquierda liberal de Europa, sostiene que la llegada incontrolada de inmigrantes que no quieren integrarse supone un riesgo para el pluralismo y la democracia.
Giovanni Sartori ha estado en Madrid presentando lo que no s¨®lo ¨¦l llama un panflesto en el mejor sentido del t¨¦rmino fraguado en el siglo XVIII. Es un an¨¢lisis l¨²cido, pol¨ªtico y sociol¨®gico, que concluye en lo que supone un ap¨¦ndice provocador y refrescante, para muchos muy cuestionable o condenable incluso, en todo caso controvertido. Es un libro-panfleto breve que habr¨¢ de tener en cuenta, le guste o no, todo aquel que realmente piense en serio sobre el mayor reto para las sociedades desarrolladas en las pr¨®ximas d¨¦cadas, la inmigraci¨®n o la incursi¨®n descontrolada de personas de culturas diferentes o antag¨®nicas que buscan un porvenir en un medio social que les es ajeno, siempre dif¨ªcil y que muchas veces consideran hostil.
Este liberal de izquierdas de quien mucha izquierda abomina, dice muy claramente lo que tantos otros piensan difusamente y no se atreven a formular por miedo a ser tachados de desviacionistas, reaccionarios o incluso racistas. Hoy que tantos temen pecar de incorrecci¨®n pol¨ªtica y ser condenados al ostracismo pol¨ªtico e intelectual por opiniones que no concuerdan con las verdades al uso, Sartori vuelve a mostrarse como el pensador valiente que siempre ha sido. Dicen algunos que demasiado valiente para ser consistente. Es posible. En todo caso, sin ¨¦l u otros como ¨¦l, el debate sobre la sociedad moderna en general, y en este caso sobre la inmigraci¨®n en particular, ser¨ªa m¨¢s triste, sumiso y romo. Por eso es siempre de inter¨¦s leerle y, para quienes hayan tenido la suerte de poder hacerlo, un lujo escucharle. Es tan dif¨ªcil terminar una conversaci¨®n con Sartori como empezarla. Cualquier referencia lo lanza a un discurso l¨²cido, plet¨®rico de sentido del humor, iron¨ªa y complicidad y brillantez en la exposici¨®n de sus reflexiones sobre las f¨®rmulas de coexistencia humana en lo que llama 'la buena sociedad'.
Pregunta. Profesor Sartori, llama un poco la atenci¨®n el hecho de que el cardenal Biffi, de Bolonia, provocara un inmenso revuelo con sus manifestaciones sobre la conveniencia de fomentar una inmigraci¨®n cristiana y prevenir la musulmana. Hablaban de cruzadas fundamentalistas del Vaticano y todo tipo de razones aviesas. Usted, en su nuevo libro, viene a defender la misma tesis. Con usted se meten mucho menos. ?Por qu¨¦?
Respuesta. Pues probablemente porque el cardenal es m¨¢s importante que yo.
P. No me sea usted modesto.
R. Siempre hay que intentarlo. Yo creo que es dif¨ªcil de explicar en cuanto a las diferencias. Yo no estoy de acuerdo con Biffi en que hay que preferir a unos inmigrantes cristianos a unos musulmanes. Eso es un criterio religioso que yo respeto, pero no puedo compartir. Yo hablo desde un punto de vista absolutamente laico. En t¨¦rminos culturales. En cuanto al argumento de que la civilizaci¨®n occidental y el islam actual son fundamentalmente incompatibles, creo que es cierto y estoy dispuesto a defenderlo. Pero no creo que nuestro argumento, el de Biffi y el m¨ªo, sean el mismo. No creo que ¨¦l y yo estemos defendiendo la misma sociedad; ¨¦l defiende la sociedad cristiana; yo, la que llamo la 'buena sociedad', la sociedad pluralista. Lo que pasa en que en ciertos puntos estamos de acuerdo, porque las bases hist¨®ricas y culturales de las que parte son correctas. Las premisas son muy diferentes, as¨ª como las perspectivas. Yo parto de unas premisas pol¨ªticas y ¨¦ticas, pero laicas, y ¨¦l es un cat¨®lico.
P. Pero usted habla en todo caso de diferentes religiones y culturas del mundo que son m¨¢s integrables que otras en nuestra sociedad occidental, en la sociedad abierta de que hablaba Popper, aunque en su ¨¦poca, cuando fragu¨® el t¨¦rmino de la sociedad abierta, nadie se enfrentaba a estos desaf¨ªos actuales.
R. Entonces no exist¨ªan tales problemas. En todo caso, si usted habla de religi¨®n, hay diferencias. La comunidad pluralista es para m¨ª esa 'buena sociedad' que se caracteriza por que, dentro de la diversidad, genera consenso e integraci¨®n. Si nuestra civilizaci¨®n, la democr¨¢tica liberal, se basa en convicciones realistas que preceden a las construcciones constitucionales y que son, por medio de la tolerancia, la columna vertebral de nuestro sistema de creencias. Este sistema es hoy perfectamente ajeno a las creencias religiosas. Con esta premisa, digo que las dos cuestiones est¨¢n en plantearse si los inmigrantes que llegan desde el sur a Italia y Espa?a son gentes f¨¢ciles de integrar y, sobre todo, si tienen la voluntad de integrarse. Yo creo que no tienen ning¨²n deseo de integrarse salvo excepciones. E incluso si desearan hacerlo ser¨ªan los m¨¢s dif¨ªciles de integrar, ya que su sistema de creencias y de valores difiere totalmente del nuestro.
P. ?Qu¨¦ es lo que hace a chinos, indios u otros pueblos no occidentales inmigrantes preferibles a los de religiones 'vigorosas y totalitarias', como las llama usted, por ejemplo, la isl¨¢mica?
R. En el libro yo hablo poco de ello y en realidad no hago nunca consideraciones ¨¦tnicas. Si las hiciera, dar¨ªa igual que fueran chinos, indios u otros. Son tan diferentes como los otros y, sin embargo, no crean reacciones xen¨®fobas. Se trata de un problema cultural, pol¨ªtico y ¨¦tico. Si fuera ¨¦tnico ser¨ªan rechazados todos por igual. Pero el rechazo y la reacci¨®n la genera culturalmente el islam, que es una religi¨®n p¨²blica, no privada, una religi¨®n muy fuerte y autoafirmativa. Las religiones sincretistas son privadas y no afectan a la cosa p¨²blica. Pero el islam, que pasa ahora con un fuerte renacimiento, es, yo dir¨ªa hoy que absolutamente, al cien por cien, incompatible con la sociedad pluralista y abierta en Occidente. Aunque los islamistas son muy diferentes entre s¨ª, ellos tienen un concepto del mundo propio que nada tiene que ver con el colectivo de individuos con una base com¨²n, como somos las sociedades occidentales. Los principios de las dos culturas son antag¨®nicas y son ellos los que nos consideran a nosotros los infieles aunque est¨¦n aqu¨ª (en Europa), no nosotros a ellos.
P. ?Cu¨¢nto puede abrirse esta sociedad, en su opini¨®n, sin que est¨¦ en peligro su subsistencia por lo que usted califica de enemigos culturales? ?Hasta d¨®nde se puede llegar sin hacer peligrar la cohesi¨®n y provocar esa fragmentaci¨®n que usted teme?
R. No es fragmentaci¨®n, es algo mucho peor, es la disoluci¨®n balc¨¢nica de nuestras cualidades pluralistas. Lo que es muy posible. La sociedad abierta, como contraposici¨®n a la cerrada, ya no es la que nos conceptuaba Popper. Se trata de establecer cu¨¢n abierta puede ser una sociedad abierta para seguir si¨¦ndolo. Se trata de poder definir el valor de la diversidad, la solidez del pluralismo, la importancia de la tolerancia. El pluralismo tiene una larga historia en Occidente. Comienza al final de las guerras religiosas del XVII. Entonces comienza a cuajar el concepto de que la diversidad no es da?ina, sino un valor a?adido, y a partir de ah¨ª se desarrollan la tolerancia, el consenso y el pluralismo, sobre estas piezas se ha de basar la sociedad abierta para que no se colapse. Estas nociones no son infinitamente el¨¢sticas. La apertura total que supone la entrada indiscriminada de todo aquel que quiera hacerlo nos deja sin espacio ni para respirar, pero adem¨¢s supone la entrada de fuerzas culturales ajenas y enemigas al sistema pluralista nuestro.
Hay tres criterios para establecer la supervivencia en diversidad. El primero es la negaci¨®n del dogmatismo, es decir, precisamente todo lo contrario que predica el islam. Cualquier cosa que uno haga tiene que ser explicada por argumentos racionales. Todo acto tiene que ser explicado. No vale eso de que Dios lo dice, o que es as¨ª.
El segundo es que ninguna sociedad puede dejar de imponer el principio de impedir el da?o y esto supone que todas nuestras libertades siempre acaban donde supondr¨ªan un da?o o peligro de da?o al pr¨®jimo.
Y el tercero y quiz¨¢s m¨¢s importante es el de la reciprocidad. La reciprocidad dentro de la doctrina de la tolerancia supone que no podemos ser tolerantes con la intolerancia. Yo soy tolerante como anfitri¨®n, pero t¨² tienes que serlo asimismo desde tu papel de hu¨¦sped. La religi¨®n cat¨®lica ha sido durante mucho tiempo muy intolerante, hoy no se lo puede permitir. Aunque muchas veces quisiera. Ya ha perdido para siempre la ocasi¨®n de serlo. Pero el islam sigue pensando en el poder de la espada. Y la obligaci¨®n en estas religiones es distinta. A la Iglesia cat¨®lica no le gusta que se vayan sus creyentes, pero se tiene que aguantar. La isl¨¢mica no te lo permite.
P. Usted critica mucho las tendencias multiculturalistas. Me ha recordado a Harald Bloom y a sus ataques contra ese relativismo cultural que, seg¨²n ¨¦l, tanto da?o ha hecho a sociedad y cultura en EE UU y que, seg¨²n usted, hace peligrar la cohesi¨®n pluralista incluso en EE UU.
R. Sin duda. Harald Bloom, un hombre muy inteligente, hablaba del multiculturalismo como -y yo estoy de acuerdo- una ideolog¨ªa. Yo lo que digo es que el multiculturalismo en s¨ª es una ideolog¨ªa perniciosa, porque fragmenta, divide y enfrenta y lleva directamente a un proceso cuyo fin posible es la ant¨ªtesis del pluralismo.
P. Dice usted que el pluralismo ha sido un proceso largo cuyo comienzo sit¨²a al final de las guerras europeas de religiones en la Paz de Westfalia en 1648 y en el que desde entonces, pese a todos los traumas y desastres europeos, se han ido sumando cultura y tolerancia. Viene a decir que el pluralismo, por medio de una integraci¨®n voluntaria y racional, suma valores, mientras el multiculturalismo fracciona y fragmenta, crea peque?as sociedades cerradas, de necesidad identitaria en las que ya se disuelve la premisa de que todos los ciudadanos son iguales y liquida as¨ª la ciudadan¨ªa, balcaniza.
R. Ah¨ª hablo de tres niveles: uno es el nivel de creencia en que la diversidad es buena, despu¨¦s tambi¨¦n est¨¢ la necesidad de una estructura plural que supone compensaciones cruzadas y afiliaciones m¨²ltiples. Es una estructura, como dice, de sumar, sobre el principio de la afiliaci¨®n m¨²ltiple y voluntaria. Tiene que ser una sociedad en la que la multiplicidad de compromisos niega esa autoridad a la religi¨®n, al origen y otros factores o mitos que acaban dando a Dios una fusta dominadora determinante.
P. Insiste usted mucho en la necesidad de la reciprocidad entre inmigrantes y, llam¨¦moslos hu¨¦spedes. ?A qu¨¦ se refiere?
R. Nunca he pensado en ello como eso que algunos dicen que para abrir una mezquita en Italia hay que inaugurar una iglesia cat¨®lica en Arabia Saud¨ª. Me refiero a algo distinto. La reciprocidad supone que, si entras en un pa¨ªs que no es el tuyo y te beneficias de ello, considerando que no se te ha obligado a acudir al mismo, entonces debes atenerte a los valores b¨¢sicos de la sociedad que te acoge. Si no lo aceptas, no es que yo te vaya a echar, pero no te hago ciudadano con los mismos derechos de un pa¨ªs cuyas reglas no aceptas.
P. ?D¨®nde est¨¢ la clave para esa integraci¨®n y aceptaci¨®n de las reglas b¨¢sicas de convivencia que le son en principio ajenas, en su opini¨®n, a los inmigrantes musulmanes?
R. En la escuela. Es ah¨ª donde la segunda generaci¨®n debe completar una integraci¨®n que para la primera es imposible por su procedencia y nivel cultural. Las escuelas especiales, isl¨¢micas o de cualquier otro tipo, s¨®lo fomentan la resistencia a la integraci¨®n y la lucha cultural contra la sociedad de acogida.
P. ?No pasa entonces la integraci¨®n por la ciudadan¨ªa, como tantos dicen hoy en d¨ªa en la clase pol¨ªtica?
R. No. Creo que los ciudadanistas, quienes siguen creyendo que la integraci¨®n es una cuesti¨®n de mera concesi¨®n de la ciudadan¨ªa, est¨¢n cometiendo un grave error. Los papeles no equivalen a integraci¨®n. Conceder sin m¨¢s la ciudadan¨ªa a personas que en gran parte vienen dispuestas a no integrarse y que acaban formando grupos o tribus de no integrables, y as¨ª f¨¢cilmente grupos de presi¨®n en contra precisamente de la sociedad abierta que acept¨® acogerlos, es uno de los inmensos errores que se est¨¢n cometiendo. Esos grupos que no quieren integrarse crean compartimentos estancos en la sociedad que rompen el principio de igualdad ante la ley que las sociedades que vivimos en pluralismo hemos creado durante siglos. Hay culturas que niegan los principios en los que nosotros vivimos y nosotros hemos de ser tolerantes, como antes dije, pero s¨®lo ante la reciprocidad de la tolerancia. El respeto a la identidad del anfitri¨®n debe ponerse como condici¨®n para una integraci¨®n. La alternativa es la desintegraci¨®n y el conflicto de culturas.
P. ?Y el racismo, ese t¨¦rmino que se usa mucho como arma arrojadiza, pero que, seg¨²n usted, genera mucho m¨¢s racismo como tal del que antes hab¨ªa?
R. Hay mucha gente que protesta por situaciones, no por ideolog¨ªa. Quien tiene una mezquita junto a su casa en Europa y se despierta a las seis de la ma?ana con el grito (al rezo) del muhec¨ªn, ahora, adem¨¢s, con altavoces, y lo sufre cinco o seis veces al d¨ªa est¨¢ molesto y harto, su casa pierde valor y ¨¦l quiere mudarse. No es un racista. Pero si protesta y cierta gente le llama racista, acaba siendo racista por indignaci¨®n. Creo que hay mucho militante antirracista que genera mucho racismo. Y creo que mucho pol¨ªtico deber¨ªa tener m¨¢s en cuenta la ¨¦tica de la responsabilidad frente a la f¨¢cil ¨¦tica de los principios. Cualquiera puede ser bueno en sus intenciones. Pero quien no sea responsable en el ejercicio p¨²blico y pol¨ªtico, quien no tenga en cuenta cu¨¢les pueden ser las consecuencias de sus propias acciones, es un irresponsable ante sus votantes, ante la sociedad entera y finalmente tambi¨¦n ante los propios inmigrantes.
P. Usted es un enemigo declarado de Silvio Berlusconi. Parece ya seguro que ganar¨¢ con Gianfranco Fini y Umberto Bossi para formar un Gobierno de derechas. ?Ve una amenaza de extrema derecha en Italia?
R. No, no se trata de la extrema derecha. El peligro m¨¢ximo es que es un solo hombre el que ostentar¨ªa el poder, el dinero y los medios. Ya hoy Berlusconi domina el 80% de los medios de comunicaci¨®n. Los pocos, estatales, que no son suyos, est¨¢n asustados, intentan ser neutrales y guardar la ropa. Los suyos son beligerantes. Si gana, los tendr¨¢ todos y ser¨¢ una tarea casi imposible desalojar a este hombre del poder. Es terror¨ªfico. Lo importante es ahora conseguir que Berlusconi no tenga una mayor¨ªa suficiente para hacer reformas constitucionales. Pero lo aterrador en realidad es esa concentraci¨®n de fuerza en un hombre, en un solo hombre.
El pensador valiente e inc¨®modo
Profesor em¨¦rito en la Universidad de Columbia, en Nueva York, profesor de la Universidad de Florencia en su Italia natal, gran opinador en L'Espresso y el Corriere della Sera, autor de algunos de los libros clave en la ciencia pol¨ªtica de las ¨²ltimas dos d¨¦cadas en todo el mundo, como Qu¨¦ es la democracia, Partidos y sistemas de partidos, Teor¨ªa de la democracia, Ingenier¨ªa constitucional comparada y Homo videns, Giovanni Sartori se ha volcado siempre, con la valent¨ªa que le caracteriza y sin complejos mediocres y ansias de agradar, sobre las grandes cuestiones que marcan la vida y el debate en las sociedades modernas.
C¨®modo no ha sido nunca su pensamiento para nadie, y eso le divierte mucho a este intelectual combativo y vital a sus 77 a?os. Ha escrito algunos de los m¨¢s respetados ensayos sobre cuestiones constitucionales y problemas de la democracia, desde las amenazas distorsionantes de las diversas leyes de repartici¨®n de las part¨ªculas de la voluntad popular en las elecciones hasta las graves interrogantes que plantea la omnipresencia de los medios, y los poderes que tras ellos se ocultan, en el debate pol¨ªtico. Considera que Silvio Berlusconi es una amenaza grotesca pero muy seria para la democracia italiana, pero tambi¨¦n que el pietismo cat¨®lico izquierdista est¨¢ generando inmensos riesgos para el pluralismo. Cree que la ¨¦tica de los principios es una m¨¢xima en el comportamiento de la persona, pero tambi¨¦n que la ¨¦tica de la responsabilidad debe primar en aqu¨¦llos que tienen mandato pol¨ªtico y social y est¨¢n obligados a calcular, sopesar y prever las consecuencias de sus actos. Considera que la sociedad pluralista puede morir de buena voluntad, falta de sentido com¨²n y reflexi¨®n serena. Porque individualmente, dice, podemos y debemos guiar nuestra conducta seg¨²n nuestras convicciones y principios ¨ªntimos, pero los responsables de la cosa p¨²blica han de subordinar sus afectos a la responsabilidad de evaluar las consecuencias de sus actos para toda la sociedad. Y esto echa en cara a los pol¨ªticos de Europa y EEUU. Y lo que le granjea las cr¨ªticas, cuando no las iras, de colegas, bienpensantes, fil¨¢ntropos profesionales, pol¨ªticos humanitaristas y colectivos occidentales de vocaci¨®n tercermundista.
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