Kostunica y Djindjic se lanzan a una carrera por el poder
El presidente yugoslavo y el primer ministro serbio se enfrentan en una guerra dial¨¦ctica
Entre Djindjic y Kostunica la lucha por el poder est¨¢ abierta. Vale todo: desde la postura ante la colaboraci¨®n con el Tribunal Penal Internacional de La Haya para los cr¨ªmenes de guerra en la antigua Yugoslavia al desenlace de las elecciones legislativas del pr¨®ximo 22 de abril en Montenegro, que pueden inclinar la balanza hacia la independencia y significar el fin de la actual Yugoslavia. El encarcelamiento de Milosevic ha sido el catalizador en esta lucha al enfrentar a la polic¨ªa serbia de Djindjic con el Ej¨¦rcito yugoslavo que obedece a Kostunica.
No se mencionan en sus declaraciones, pero los dardos que se lanzan van cargados de veneno. El d¨ªa en que la polic¨ªa serbia intent¨® por primera vez la detenci¨®n de Milosevic, Kostunica estaba de viaje en Ginebra y despu¨¦s declar¨® que no fue informado de forma oficial hasta 12 horas despu¨¦s del fracaso del operativo. Djindjic puso cara de inocente y declar¨®: 'Yo no s¨¦ nada. Estaba en casa viendo Gladiator con mi hijo'.
Viejos rivales
Los encargados de lanzar el ataque contra el Ej¨¦rcito, y por elevaci¨®n contra Kostunica, fueron los peones de Djindjic. El ministro del Interior de Serbia, Dusan Mihajlovic, acus¨® a los militares de dar las llaves de la residencia de Milosevic a su guardia personal y no a la polic¨ªa. El negociador de la DOS en la rendici¨®n de Milosevic, el jefe del grupo parlamentario Cedomir Jovanovic, corrobor¨® el papel representado por los militares en la operaci¨®n. Djindjic se limit¨® a declarar que corresponde al presidente decidir sobre la suerte del jefe del Estado mayor del Ej¨¦rcito, el general Nebojsa Pavkovic, al que Kostunica sostiene contra viento y marea.
Kostunica no tuvo el menor reparo en ridiculizar a la polic¨ªa serbia y defender al Ej¨¦rcito yugoslavo. Seg¨²n ¨¦l, 'la situaci¨®n en la entrada era terrible. Afuera estaban aquellos raros polic¨ªas en vaqueros, con las medias que les tapaban la cara. Parec¨ªa como si estuvieran rodando una pel¨ªcula, y dentro estaban los seguidores de Milosevic, parapolic¨ªa, armas... Tem¨ªa que se produjera un enfrentamiento si las puertas se abr¨ªan. Por eso, buscando el camino menos arriesgado, vacil¨¦ en retirar a esos dos o tres militares, y creo que esa vacilaci¨®n quiz¨¢s impidi¨® el conflicto'.
La hostilidad entre Kostunica y Djindjic viene de lejos, desde los d¨ªas en que se cre¨® el Partido Democr¨¢tico (DS), en cuya fundaci¨®n participaron los dos. Despu¨¦s Kostunica se march¨® para fundar un Partido Democr¨¢tico de Serbia (DSS). El DSS estaba destinado a ser un grup¨²sculo en la sopa de letras de la oposici¨®n a Milosevic de no haber mediado la irresistible ascesi¨®n de Kostunica hasta convertirse en el rostro que derrot¨® al d¨¦spota en las elecciones presidenciales del 24 de septiembre. Kostunica debe sin duda ese triunfo a la habilidad de Djindjic para organizar y mantener unida la DOS y ceder la candidatura, aunque fuese a rega?adientes, a un hombre con posibilidades de derrotar a Milosevic por su imagen de dem¨®crata, honesto y su ideolog¨ªa de patriota serbio. El electorado percibe todav¨ªa a Djindjic como un pol¨ªtico oportunista y camale¨®nico, da?ado por la propaganda del r¨¦gimen de Milosevic, que lo acus¨® de traici¨®n y de huir de Serbia a Montenegro cuando ca¨ªan las bombas de la OTAN. Djindjic declar¨® despu¨¦s a este peri¨®dico que se fue tras haber recibido avisos de sus contactos en los servicios secretos de que se planeaba su asesinato.
La operaci¨®n de ganar las elecciones result¨® un ¨¦xito y tambi¨¦n la rebeli¨®n popular para confirmar en las calles lo conseguido en las urnas. El pragm¨¢tico Djindjic est¨¢ ahora convencido de que Kostunica se ha convertido en una r¨¦mora para todo el proceso. Bajo cuerda, Djindjic lo compara con Mija¨ªl Gorbachov, que posibilit¨® el cambio y luego fracas¨® en Rusia. El legalismo, nacionalismo y la dureza ideol¨®gica de Kostunica resultan un obst¨¢culo para negociar con la comunidad internacional, de cuya ayuda econ¨®mica depende la arrasada econom¨ªa de Yugoslavia. A Djindjic, que en su d¨ªa no tuvo empacho en acercarse a Pale durante el cerco a Sarajevo y comerse un buey asado con el siniestro Radovan Karadzic, no le temblar¨ªa ahora el pulso en entregar a Milosevic a La Haya para recibir los dineros de occidente. Kostunica se aferra a una interpretaci¨®n legalista y restrictiva de la constituci¨®n de Yugoslavia, que proh¨ªbe la extradici¨®n de sus ciudadanos a otros Estados, y acusa al Tribunal de La Haya, de practicar una justicia 'selectiva' contra los serbios.
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