'Ceteris paribus'
Se acercan las elecciones en el Pa¨ªs Vasco y se empiezan a decir, o se siguen diciendo, cosas peregrinas. ?Ejemplos? Ah¨ª va uno: los constitucionalistas no deber¨ªan disputar el Gobierno a los nacionalistas. ?Por qu¨¦? Porque si cae la moneda de cara y ganan el PNV se radicalizar¨¢ todav¨ªa m¨¢s y tendremos entonces, en lugar de uno, dos problemas. Al de ETA se a?adir¨¢ el del PNV. ?Por qu¨¦ digo que el argumento es peregrino? Reparen en su sesgo, su orientaci¨®n. Lo natural ser¨ªa recordar al PNV que estamos en una democracia, que la democracia permite la alternancia y que la alternancia significa que a veces es al otro al que le toca gobernar. Pero no se hace esto, sino lo contrario: se avisa a los constitucionalistas de los horrores que podr¨ªan ocurrir si son ellos los que gobiernan.
La historia se repite con relaci¨®n a ETA. L¨¦ase... el art¨ªculo de Haro Tecglen aparecido en EL PA?S el 30 de marzo. Conforme a la doctrina Haro, el terrorismo es incoercible y, por tanto, vanos los intentos de combatirlo desde el Estado de derecho. Peor todav¨ªa: una democracia beligerante tiende a extralimitarse en su pulso con los terroristas y, de resultas, a perder su car¨¢cter democr¨¢tico. ?Conclusi¨®n? Por realismo y coherencia, los dem¨®cratas deber¨ªan sentar la cabeza y no persistir en su satanizaci¨®n de los chicos del pasamonta?as.
Demos otra vuelta al manubrio. La goller¨ªa que les voy a exponer a continuaci¨®n suele hacer acto de presencia cuando se discuten futuribles de naturaleza cataclism¨¢tica. Verbigracia: la situaci¨®n se desmanda por entero en el Pa¨ªs Vasco, o se verifica una sublevaci¨®n institucional de los nacionalistas moderados. Por lo uno o por lo otro, o por lo que sea, Madrid se ve en la precisi¨®n de decidir si aplica o no la fuerza, dentro siempre de la Constituci¨®n. Pues bien, se nos asegura que aplicar la fuerza ser¨ªa contraproducente. ?La causa? La causa es que el empell¨®n constitucional proyectar¨ªa al PNV contra el regazo amoroso y letal de ETA.
Esto, ?ay!, es probable. Pero tiene poco que ver con las razones que pudieran inducir a Madrid a usar la fuerza. De hecho, si Madrid apelara a la fuerza, no lo har¨ªa con el prop¨®sito s¨®lo de arreglar el Pa¨ªs Vasco, sino con el de impedir que se desarregle irreversiblemente el conjunto de Espa?a. Tal vez entendamos mejor la situaci¨®n recordando los usos y abusos de la cl¨¢usula ceteris paribus, tan frecuente en los an¨¢lisis econ¨®micos. Los opuestos a que, incluso en casos extremos, se invoque el art¨ªculo 155 de la Constituci¨®n, u otro por el estilo, se pintan el porvenir desligando la variable vasca de la espa?ola. Se hacen composiciones de lugar del pelaje de la que sigue: si, ceteris paribus, o permaneciendo constantes los dem¨¢s factores, las tres provincias volaran del mapa, suceder¨ªa esto o lo de m¨¢s all¨¢. 'Esto o lo de m¨¢s all¨¢' incluye contingencias dominables y dom¨¦sticas: la evoluci¨®n de la renta nacional, la variaci¨®n de la cuota espa?ola en el Parlamento Europeo, la domiciliaci¨®n de Iberdrola... Sin embargo, falla algo. Fallan las condiciones que convierten en ¨²til, a efectos predictivos, la cl¨¢usula ceteris paribus. Si se marcharan por las buenas las tres provincias, quedar¨ªa en entredicho el Estado, quedar¨ªa en entredicho el sistema y quedar¨ªa muy expuesta la monarqu¨ªa. El ceteris paribus, en consecuencia, es un chiste. Es como meterse a estudiar el efecto que un cambio de precio tendr¨ªa en la demanda de un producto cuando el modelo encierra, aparte de hip¨®tesis econ¨®micas normales -inflaci¨®n cero, mantenimiento de las rentas y patat¨ªn y patat¨¢n-, la posibilidad de que estalle una bomba de quinientos megatones en el parqu¨¦ de la Bolsa.
?Por qu¨¦, aun as¨ª, porfiamos en analizar el futuro manejando la cl¨¢usula ceteris paribus? Una raz¨®n es el p¨¢nico. Nos provoca tal desaz¨®n que las cosas puedan rodar realmente mal que s¨®lo admitimos aquellas fantas¨ªas en que todo sigue como siempre, salvo el Pa¨ªs Vasco. Otra raz¨®n, es la falta de costumbre. Durante mucho tiempo se ha preferido no hablar, ni reflexionar, y los pensamientos nos salen truncos y como a trompicones.
No se tome el lector, con todo, estas divagaciones a la tremenda. Incurro en ellas por af¨¢n enciclop¨¦dico. En el fondo, no soy pesimista. Aqu¨ª donde me ven, estoy preparando ya las vacaciones del verano.
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