Horizonte de la nueva izquierda espa?ola
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En ning¨²n pa¨ªs de la Uni¨®n Europea hay un dominio pol¨ªtico tan amplio e intenso de la derecha y centro derecha como en Espa?a. Es verdad que la mayor¨ªa absoluta del PP est¨¢ siendo manejada torpemente, y la sucesi¨®n de Aznar es un factor desestabilizador cada d¨ªa m¨¢s fuerte. No obstante, su mayor¨ªa se nota en todos los ¨¢mbitos, no s¨®lo en el de las instituciones pol¨ªticas, sino en el econ¨®mico -a trav¨¦s de una potente red de influencias en las compa?¨ªas privatizadas- y muy particularmente en el campo medi¨¢tico, aprovechando de modo implacable el ins¨®lito modelo gubernamental de la TV y radio espa?olas, que no solamente permite un poder sobre RTVE, sino tambi¨¦n sobre las televisiones privadas y las concesiones de radios. Esa influencia se extiende adem¨¢s a la prensa nacional o a la descapitalizada prensa regional, con enorme dependencia de la publicidad que nace en las instituciones.
Los destellos centristas del Gobierno (pensiones) son cada vez menos frecuentes, y una corriente cultural insolidaria o elitista avanza en el pensamiento social y en cuestiones claves de futuro, como la inmigraci¨®n o la educaci¨®n o las inseguras relaciones laborales.
Donde menos se proyecta este Gobierno es en Europa, enfrentado a un medio ambiente de gobiernos progresistas. Aznar no ha encontrado el modo de salir del aislamiento que le entreg¨® en brazos de algunas maniobras brit¨¢nicas. Su gran esperanza es el triunfo de Berlusconi el 13 de mayo, lo que, unido a los resultados de la izquierda en las municipales francesas ¨²ltimas, podr¨ªa suscitar en la derecha del sur de Europa un atisbo de cambio de tendencia.
Este es el panorama que tiene delante la izquierda espa?ola, en el que todos tienen m¨¦ritos y dem¨¦ritos. La mayor¨ªa absoluta del PP es m¨¦rito de ¨¦ste en cuanto ha logrado la agrupaci¨®n en una sola propuesta pol¨ªtica, -salvo parcialmente en Catalu?a y Euskadi- de todo el espectro conservador, sobre la base de mensajes elementales, medi¨¢ticamente amplificados y eficaces. Sin embargo, esa mayor¨ªa se ha nutrido del agotamiento del viejo proyecto socialista, y de una p¨¦rdida de referentes sociales de ¨¦ste, que ha conducido a una fragmentaci¨®n, por tanto desmovilizaci¨®n, del electorado progresista. Por eso, el horizonte de la izquierda espa?ola pasa por algo que siempre hemos enfatizado: convergencia, renovaci¨®n y cercan¨ªa de los ciudadanos.
Hoy, el desaf¨ªo de la 'causa com¨²n' y de la unidad de la izquierda sigue presente, aunque a trav¨¦s de una confluencia pol¨ªtica que la haga cre¨ªble. Eso est¨¢ siendo posible entre el Partido Socialista y Nueva Izquierda, porque hace a?os que comparten pol¨ªticas, aunque tengan or¨ªgenes culturales y vinculaciones sindicales y sociales diferentes. Es a¨²n dif¨ªcil entre IU y PSOE. Faltan algunos pasos para que la tradici¨®n comunista -declinante por razones hist¨®rica obvias- y la socialista se encuentren en un proyecto com¨²n. Lo que es claro es que ese proyecto tiene como espacio eje el del socialismo democr¨¢tico, que es el que en Espa?a y en Europa ha liderado -y puede y debe liderar en el futuro- las alternativas de gobierno progresistas.
En consecuencia, es el Partido Socialista quien tiene la responsabilidad de relevar a la derecha en el poder. A estas alturas hay algo n¨ªtido: s¨®lo lo har¨¢ si culmina la renovaci¨®n que recibi¨® un fuerte impulso de credibilidad el 35? Congreso, que clausura una etapa y abre otra que asume pero pretende superar el pasado.
El Partido Socialista tiene un reto: ser visto como un nuevo Partido Socialista. Si no es as¨ª, no ser¨¢ un proyecto ganador, porque no lograr¨¢ construir la alternativa que la izquierda espa?ola a¨²n no ha configurado. Esa renovaci¨®n tiene una dimensi¨®n org¨¢nica, la del pluralismo, el debate y la democracia interna, que va a abordar la Conferencia Pol¨ªtica del PSOE del 21 de julio, y que quiz¨¢ sea la m¨¢s compleja; pero tambi¨¦n tiene una dimensi¨®n externa: reconstruir la mayor¨ªa social de progreso que se rompi¨® en 1996.
El PSOE tuvo una raz¨®n social en 1982, que era consolidar la democracia despu¨¦s de un golpe de Estado, integrar a Espa?a en Europa, y edificar un Estado de Bienestar homologable al europeo. En un contexto de desplome del centro derecha, el pueblo espa?ol le di¨® 202 diputados y diputadas al PSOE para hacerlo.
En la actual coyuntura, cuando aquella misi¨®n se cumpli¨®, se le pide otra cosa al Partido Socialista: que d¨¦ respuesta a la globalizaci¨®n sin reglas y sin crecimiento sostenible, a la quiebra de la cultura del Estado de Bienestar y a la ruptura de la cohesi¨®n de nuestra sociedad. Lo primero requiere una estrecha alianza supranacional para hacer una Europa social y pol¨ªtica, mediante una Constituci¨®n que d¨¦ a esta Europa una legitimidad europea de la que carece y sin la cual podemos caer, como advierte J¨¹rgen Habermas, en la desintegraci¨®n, en la renacionalizaci¨®n involutiva (lo que ya empieza a pasar a consecuencia de las vacas locas o la fiebre aftosa, expresi¨®n del fracaso de un determinado modelo agr¨ªcola).
De la izquierda -por tanto del nuevo Partido Socialista- se espera asimismo que recupere y modernice el vigor del Estado de Bienestar, protector y prestacional -que la derecha ha ido debilitando en tantos campos, seguridad, vivienda, sanidad, educaci¨®n, administraciones p¨²blicas- y que cohesione y profundice el Estado auton¨®mico, siendo capaz de implicar en esa acci¨®n a los nacionalistas democr¨¢ticos.
Y, sobre todo, el nuevo Partido Socialista necesita recomponer, sobre bases diferentes, la alianza social progresista que permita cambiar el Gobierno espa?ol. No es nada sencillo, porque la sociedad del siglo XXI tiene poca relaci¨®n con la de 1982. Es una sociedad en la que los factores de dispersi¨®n y de contradicci¨®n de intereses se han potenciado. ?Qu¨¦ tienen que ver las inquietudes de las clases urbanas emergentes ligadas a la Nueva Econom¨ªa con los j¨®venes abstencionistas que no ven claro ni su futuro, ni su trabajo, ni su ubicaci¨®n en la escala social, o con los millones de rostros de la exclusi¨®n, como los llama el Informe de la Fundaci¨®n Encuentro sobre la sociedad espa?ola en 2001: desde los ni?os de familias pobres desestructuradas hasta las personas mayores dependientes, desde inmigrantes irregulares a parados de larga duraci¨®n sin cobertura, desde personas con minusval¨ªas a mujeres y ni?os sometidos a violencia dom¨¦stica, desde madres solas j¨®venes y de rentas bajas a habitantes de barrios marginales y zonas rurales deprimidas, desde poblaci¨®n analfabeta a drogodependientes?.
?C¨®mo unir a quien m¨¢s necesita la igualdad y la libertad?. Pero la raz¨®n de la izquierda es ¨¦sa; agrupar a la sociedad civil en torno a una pol¨ªtica ofensiva por la cohesi¨®n, la igualdad de sexos, la no discriminaci¨®n, la modernizaci¨®n, la protecci¨®n frente a la sociedad de riesgo, haciendo posible un pacto entre Estado y sociedad, en el que ¨¦sta tiene que asumir importantes tareas de vertebraci¨®n asociativa y de servicios, y aqu¨¦l de redistribuci¨®n, justicia y regulaci¨®n.
En cada pa¨ªs europeo, despu¨¦s de dilatados periodos de gobierno de derecha, los progresistas y la izquierda, en especial la socialista, han elaborado su propio modo de hacer el camino. En el Reino Unido, la tercera v¨ªa de Blair, aun con irregularidades, ha potenciado una interesante pol¨ªtica para la sociedad del conocimiento. En Francia, la izquierda plural dirigida por Jospin ha desarrollado la pol¨ªtica social posiblemente m¨¢s a la izquierda de Europa. En Alemania, Schr?eder ha logrado consolidar una pol¨ªtica de componente europe¨ªsta con los Verdes. Cada uno responde a lo m¨¢s caracter¨ªstico de su momento, y sus elementos sociales espec¨ªficos. En Espa?a, la alternativa de los progresistas a un Gobierno que comienza a experimentar una constante erosi¨®n social pasa por un socialismo democr¨¢tico que apueste sin reservas por ser una nueva izquierda unitaria y plural .
Diego L¨®pez Garrido es diputado del Grupo Socialista y secretario general de Nueva Izquierda.
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