?Por qu¨¦?
?Por qu¨¦ son¨® entonces nuestro tel¨¦fono sin que pudi¨¦semos evitarlo, sin que fu¨¦ramos capaces de impedir o cambiar, de alg¨²n modo, las palabras que iban a decirnos? ?Por qu¨¦ la mala noticia lleg¨® a nuestro m¨®vil de repente, con sus espinas terribles, con su marea negra?
?bamos por una autopista, camino de la costa, y nos hab¨ªan hablado tanto del litoral de Almer¨ªa y de las playas del Cabo de Gata que no dej¨¢bamos de pensar en lo que nos esperaba: el mar, la luz azul, la arena rubia y caliente, como reci¨¦n desprendida del sol. ?bamos a llenarnos de todo eso y a traerlo de vuelta a Madrid, a amontonarlo en casa lo mismo que quien apila le?a para hacer un buen fuego en los d¨ªas m¨¢s fr¨ªos.
Pero entonces son¨® el tel¨¦fono y alguien pregunt¨® si sab¨ªamos que Pedro Escart¨ªn hab¨ªa muerto. Despu¨¦s de esa persona llam¨® otra, y luego una tercera, y cada una a?adi¨® un nuevo dato y unas palabras m¨¢s o menos iguales sobre el accidente, sobre lo incre¨ªble y absurdo que es todo.
Al o¨ªr hablar a los que sobreviven, al ver c¨®mo una y otra vez se repiten las mismas palabras, las mismas reflexiones y los mismos gestos, es cuando te das cuenta de que hay muchos tipos de personas pero una manera de enfrentarse a la muerte, a ese modo en el que a veces surge de entre la maleza de las cosas para cambiarlo todo, para acabar con todo.
Para los que conocimos a Pedro Escart¨ªn, su accidente de coche es el final de algunas cosas y el principio de otras. Para los que lo conocimos, tras la noticia llegaron en primer lugar los recuerdos generales, su imagen asociada a sitios, a?os o situaciones concretas. Volvieron a caer sobre nosotros una noche en Madrid, una tarde en Formentera, una comida de cumplea?os, una cena despu¨¦s de la presentaci¨®n de un libro. Pedro siempre te sonre¨ªa al verte, siempre se alegraba de tus ¨¦xitos, siempre te daba un abrazo profundo, un abrazo sin filos ni sombras ocultas... Todas esas cosas ca¨ªan sobre nosotros poco a poco, ca¨ªan igual que una nevada, con firmeza pero con suavidad, cubri¨¦ndolo todo.
Despu¨¦s lleg¨® el momento de intentar descifrarlo, de preguntarse qu¨¦ sab¨ªamos en realidad, aparte de que era m¨¦dico -un gran m¨¦dico de un gran hospital de Madrid- y de que le gustaban los libros, el f¨²tbol, las motos... Cuando alguien muere, la imagen que siempre tuviste de ¨¦l se vac¨ªa y se llena de otra cosa, empiezas a verlo todo de una manera distinta.
Y, en tercer lugar, llegaron los reproches, los deseos de que todo pudiera empezar otra vez desde el principio para no callarte algo que podr¨ªas haberle dicho o para no decir algo que dijiste; los deseos de haber hecho algo que cambiase su camino hacia esa cat¨¢strofe o lo hiciera mejor, m¨¢s dulce, menos accidentado. Yo me acord¨¦ de algunas cosas buenas y malas. Me acord¨¦ de cuando escrib¨ª una parte de su antigua vida en una novela y lo que a ¨¦l le gust¨® que lo hiciera, cu¨¢nto me dijo que le hab¨ªa ayudado leerlo. Me acord¨¦ de que no hab¨ªa ido a su boda con Paula, maldito trabajo, d¨®nde estaba yo aquel d¨ªa y por qu¨¦.
Para los que no conocieron a Pedro Escart¨ªn, su caso ser¨¢ nada m¨¢s que un s¨ªntoma, ser¨¢ s¨®lo la otra cifra de ese n¨²mero funesto que vamos a leer en los peri¨®dicos cuando acaben las vacaciones, el n¨²mero espantoso de los muertos en las carreteras.
Es curioso, vuelves a Madrid y la ciudad parece la de siempre, pero no lo es. Para muchas personas, la ciudad estar¨¢ llena de agujeros imposibles de llenar, de heridas sin cura, de viajes sin retorno. Agujeros, lo dolorosas que resultan esas heridas. Tengan cuidado, piensen en todo eso, no lo olviden al subir a sus coches, no conviertan a la gente que los quiere en lo que yo soy ahora, despu¨¦s de que sonase nuestro tel¨¦fono.
Aqu¨ª, junto a este mar terrible, yo me digo que tal vez todo esto no sea m¨¢s que un error, ya ver¨¢s lo que va a reirse Pedro cuando abra hoy el peri¨®dico y lea, como cada jueves, esta columna; ya ver¨¢s cu¨¢nto le va a gustar contarle a los amigos esta historia, el pr¨®ximo verano en Formentera. Eso es justo lo que va a pasar, en cuanto volvamos a Madrid. Lo otro no es m¨¢s que un error. Lo otro es mentira.
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