Pato flamenco
Hoy no es un d¨ªa como cualquier otro; luce un sol espl¨¦ndido y hasta hace calor, de primavera, pero calor. Por eso apetece dar una vuelta por la parte g¨®tica y renacentista de la ciudad hasta la tantas veces cantada Pila del Pato. 'En la Pila del Pato, mi alma, te he conoc¨ªo.'
Como se sale despu¨¦s del tard¨ªo desayuno, con o sin prensa bajo el brazo, es recomendable empezar el periplo de modo descansado, sin cuestas. Tome, pues, por la Avenida Men¨¦ndez Pelayo para llegar a la populosa Puerta de Carmona, una de las antiguas entradas a la ciudad. Deje a su derecha el Muro de los Navarros y, si es de esos entusiastas de los cachivaches, no siga sin detenerse ante una antigua ferreter¨ªa en la que puede encontrar toda clase de herramientas poco conocidas, torniller¨ªa en v¨ªas de extinci¨®n o la manilla dorada que le falta al ropero de la abuela, tanto tiempo buscada por rastros y almonedas. Incluso aquel que tenga un barco hallar¨¢ una pieza de bronce en medio del abarrotado escaparate que dice: 'Nadie es perfecto, s¨®lo el capit¨¢n'.
Despu¨¦s, la calle San Esteban se abre, fresca, ante el viandante, que en pocos pasos se plantar¨¢ ante la iglesia del mismo nombre a cuyo lado est¨¢ la calle Imperial. Ymperial en un antiguo azulejo. El templo es de estilo g¨®tico-mud¨¦jar y, si entra, podr¨¢ ver obras de Zurbar¨¢n, el artesonado mud¨¦jar de sus tres naves o un c¨¢liz del Renacimiento y un gran cop¨®n de plata debido al punz¨®n de Rivas, entre muchas maravillas. Si es devoto de Santa Ana, aqu¨ª tiene la oportunidad de ver sus huesos en un relicario de plata de dos cuerpos. Salga y un poco m¨¢s adelante y por la misma v¨ªa: la Plaza de Pilatos.
Aqu¨ª es preciso hacer un alto como un turista m¨¢s para contemplar el Palacio de los antiguos Duques de Alcal¨¢, hoy de Medinaceli, que se encuentra a la derecha, frente a la estatua del pintor Zurbar¨¢n.
Es un edificio de dos plantas fechado en el XVI y que, como reza la losa de m¨¢rmol que adorna el frontispicio, entre las dos cabezas talladas de dos emperadores romanos, fue mandado construir por don Pedro Enr¨ªquez, adelantado mayor de Andaluc¨ªa, y su esposa Catalina de Rivera. Se termin¨®, en su mayor parte, bajo las ¨®rdenes de don Fadrique, primer Marqu¨¦s de Tarifa, a su regreso de Jerusal¨¦n.
Los sevillanos tienen tres versiones sobre el origen del nombre de la casa: unos dicen que se construy¨® as¨ª porque don Fadrique se trajo de Jerusal¨¦n, adem¨¢s de la idea de las cinco cruces del Santo Sepulcro, los planos pertenecientes a la casa original de Poncio. Otros opinan que los copi¨® de sus ruinas y unos terceros piensan que como all¨ª est¨¢ una Estaci¨®n de Penitencia en la que aparece el Gobernador de Galilea, de ah¨ª recibe el nombre este palacio mezcla de estilo renacentista, mud¨¦jar y barroco.
Como este lugar merece una visita aparte y se quiere seguir, enfile la calle ?guilas dejando a un lado el palacio con las dos rapaces esculpidas y el convento de Santa Mar¨ªa de Jes¨²s. Contiene obras de Pedro Rold¨¢n y su hija Luisa, La Roldana.
Llegar¨¢ hasta la Plaza de la Alfalfa y si es domingo topar¨¢ con un mercadillo, peque?o zool¨®gico casi dom¨¦stico. Ahora hay que girar por Odreros y pasar junto a la iglesia de San Ildefonso que tiene, entre otras obras, pinturas del siglo XIV y relieves de Mart¨ªnez Monta?¨¦s. Bajando una peque?a cuesta, ya est¨¢ donde quer¨ªa: la Plaza de San Leandro.
Triangular, con pavimento en su zona central de guijarros y adoquines, posee unos pocos bancos de hierro y est¨¢ circundada por una docena de naranjos copudos que se empeque?ecen ante la gigantesca ceiba del centro. En uno de sus v¨¦rtices, la fuente que da el nombre oficioso a la plaza: la Pila del Pato. Instalaci¨®n acu¨¢tica de mediano tama?o ejecutada en tres cuerpos como si fuera una tarta nupcial, s¨®lo que en vez de los mu?equitos para recuerdo de boda, se remata con la figura de un pato de cuyo pico, orientado al cielo, sale un grueso chorro.
En un lateral de la plaza se encuentra la Iglesia Convento que da el nombre oficial al recinto, santo al que tambi¨¦n deben su denominaci¨®n las deliciosas yemas hechas desde tiempo inmemorial por las monjas de clausura de la congregaci¨®n que ocupa el convento. La construcci¨®n es de una sola nave y sus primeras obras se ejecutaron en el siglo XIII. Actualmente presenta rasgos que pueden fecharla entre el XVI y el XVII.
Entrando, puede admirar obras de Juan Mart¨ªnez Monta?¨¦s, como los dos Juanes, Bautista y Evangelista. Trabajos de Francisco de Rivas, el Ostensorio y gran Sagrario de plata dorada en estilo manierista. Hay muchas m¨¢s joyas en el templo y convento de cuya belleza se disfruta antes de salir de nuevo a la calle para despejar la cabeza y dar reposo a los pies en la taberna Pata Negra-Casa Manuel.
Un matrimonio compuesto por una pareja de din¨¢micos gitanos regenta el bar, profusamente decorado con fotograf¨ªas de cantaores, grupos flamencos aut¨¦nticos y retratos de toreros. Paula y Curro Romero, c¨®mo no, son los m¨¢s frecuentes. A prop¨®sito de este ¨²ltimo cuenta Manuel, mientras le sirve una copa acompa?ada con una tapa de aut¨¦ntico potaje aromatizador del local, que una vez encarg¨® un lienzo del torero a Juan Rodr¨ªguez, pintor local, y que ¨¦ste entreg¨® puntualmente, aunque sal¨ªa el Fara¨®n bastante envejecido. Reclam¨® el cliente pidiendo que lo retocara. 'Yo soy pintor, no cirujano pl¨¢stico', contest¨® el artista.
Tambi¨¦n menciona un duelo gastron¨®mico ocurrido entre Juan del Gastor, hermano del guitarrista, y Antonio Vargas: se desafiaban sobre qui¨¦n cocinaba mejor y m¨¢s barato. 'Yo hago las espinacas con los garbanzos que sobran del cocido', dijo Vargas. 'Pues yo, las magdalenas con las c¨¢scaras de los huevos', respondi¨® Juan. Gan¨®, claro.
Pida cualquier otra cosa sin decir adi¨®s ya que si es amante del flamenco, volver¨¢ alg¨²n mi¨¦rcoles por la noche a escuchar a Luis Agujetas o Las Jim¨¦nez y tocar a Mart¨ªn Crio. Muchos artistas se dan cita aqu¨ª durante esas veladas, en esta plaza que, citando a Manuel, no es fea ni bonita, es para ser vista en sue?os antes de verla.
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