GENOCIDAS SIN CASTIGO
Los responsables del exterminio de 800.000 tutsis en Ruanda siguen en libertad, ante la indiferencia de la comunidad internacional, m¨¢s interesada por la suerte de Milosevic o los recuerdos del holocausto nazi
Hace siete a?os, en un peque?o pa¨ªs africano, Ruanda, se perpetraba uno de los mayores exterminios de seres humanos jam¨¢s conocido desde la ¨¦poca nazi. A un ritmo de 333 asesinatos cada hora, descuartizados a golpe de machetazo, aquel genocio se cobr¨® la vida de 800.000 personas de la etnia tutsi, de ellas 300.000 ni?os. Sus responsables siguen impunes, en libertad por Europa y varios pa¨ªses africanos. Un enviado de EL PA?S ha visitado Ruanda y ofrece el testimonio de un horror sin castigo, olvidado por la comunidad internacional.
En medio de las celebraciones por el arresto de Slobodan Milosevic y el malestar causado por las im¨¢genes televisivas de las ovejas sacrificadas en Europa, el mundo se ha olvidado de clamar exigiendo la detenci¨®n de los criminales de guerra responsables de los actos m¨¢s brutales contra la humanidad desde la ¨¦poca nazi.
Hace siete pascuas exactamente, el genocidio de Ruanda estaba en pleno desarrollo. Durante un periodo de 100 d¨ªas, que culmin¨® a mediados de julio de 1994, la gente muri¨® descuartizada a golpes de machete, a un ritmo de 333 personas por hora. De los 800.000 que murieron en la exterminaci¨®n m¨¢s r¨¢pida y mejor organizada de seres humanos jam¨¢s conocida -la gran mayor¨ªa de ellos, personas que simplemente hab¨ªan nacido en la tribu de los tutsi-, 300.000 eran ni?os.
En la diminuta naci¨®n de ?frica central, 20 veces menor que Espa?a, ¨¦sta es la ¨¦poca del a?o en la que sufren especialmente las viudas, los hu¨¦rfanos y los cientos de miles m¨¢s que acuden a las tumbas con im¨¢genes de horror indecible grabadas en la mente; no obstante, F¨¦licien Kabuga, el Goebbels de Ruanda, sigue en libertad, sin recuerdos dolorosos que amarguen el disfrute de su extensa fortuna. Igual que Tharcisse Renzaho, cuyo equivalente nazi ser¨ªa el kommandant del campo en Auschwitz. Y el general Augustin Bizimungu, jefe del Estado Mayor del ej¨¦rcito exterminador de Ruanda, una versi¨®n menos compasiva de otro general mucho m¨¢s famoso -y perseguido con mucha m¨¢s urgencia-: el serbio Ratko Mladic.
Kabuga, Renzaho, Bizimungu: no hay nadie en el mundo que tenga las manos m¨¢s manchadas de sangre y, sin embargo, no son nombres con los que la gente est¨¦ familiarizada fuera de Ruanda. En el resto de ?frica, Mladic, Milosevic e incluso Pinochet son m¨¢s conocidos. A pesar de que el Domingo de Resurrecci¨®n de 1994, en Ruanda, murieron asesinadas -y, en general, de forma m¨¢s brutal- m¨¢s personas que en los 17 a?os del mandato de Pinochet.
El Gobierno ruand¨¦s, que ambiciosamente se denomina de reconciliaci¨®n (imaginemos a alemanes y jud¨ªos viviendo como vecinos en el mismo pa¨ªs inmediatamente despu¨¦s de la II Guerra Mundial), sigue presionando hoy para que se detenga, no s¨®lo a Kabuga, Renzaho y Bizimungu, sino a cientos m¨¢s considerados criminales 'de primera categor¨ªa': los estrategas hutu que, desde las instancias nacionales hasta los pueblos, concibieron el plan para eliminar a la poblaci¨®n tutsi de la faz de la Tierra.
De los que empu?aron en la pr¨¢ctica los machetes, aquellos a quienes sus jefes instaron a abordar la matanza que estaban perpetrando como un 'trabajo', el Gobierno ruand¨¦s ha encarcelado a 120.000. Un n¨²mero relativamente peque?o en una naci¨®n en la que varios millones compartieron esa responsabilidad, pero demasiados para los sobrecargados recursos de los sistemas carcelario y legal. Los presos viven en condiciones espantosas, pero viven. El Gobierno del presidente Paul Kagame, antiguo jefe rebelde de origen tutsi, ha optado por la pol¨ªtica de no corresponder a los torturadores de su pueblo con la misma moneda. Hasta la fecha, se ha ejecutado legalmente a 22 asesinos.
Las autoridades ruandesas han reprimido cualquier ansia que pudieran tener de contraatacar con una pol¨ªtica de exterminaci¨®n, pero opinan que la detenci¨®n y el procesamiento de los m¨¢ximos criminales tienen una importancia crucial en la tarea de fomentar la estabilidad y crear las condiciones necesarias para garantizar que no vuelva a producirse nunca el genocidio. Entre otras razones, porque en el vecino Congo permanece a la espera un ej¨¦rcito de extremistas hutu irredentos con la intenci¨®n declarada de terminar el trabajo.
'Si arrestamos a los dirigentes, sabemos que el resto se rendir¨¢', explica un alto funcionario del Gobierno ruand¨¦s. 'Si no lo hacemos, siempre subsistir¨¢ la amenaza de otro genocidio'.
De ah¨ª la amargura de las autoridades ruandesas ante lo que consideran indiferencia del resto del mundo, que sigue m¨¢s interesado por los detalles de lo que les ocurri¨® hace m¨¢s de medio siglo a los jud¨ªos.
No obstante, ha habido detenciones. Hasta ahora, 46 criminales de guerra han sido llevados a Arusha, en Tanzania, para ser sometidos a juicio ante el Tribunal Penal Internacional de Naciones Unidas para Ruanda (TPIR) , el oscuro pariente africano del otro tribunal, m¨¢s conocido, establecido en La Haya para juzgar a los responsables de matar a europeos. Para inmensa frustraci¨®n del Gobierno, de esos 46 s¨®lo se ha condenado a ocho, y de ellos, seis han presentado recurso.
Las actividades del TPIR, como demuestran los documentos existentes, se han visto perjudicadas por la incompetencia, los retrasos y la mala gesti¨®n. Y el imperativo de hacer justicia ha quedado desbaratado debido a la ausencia de presiones pol¨ªticas por parte de los pa¨ªses ricos para que se acelere la tarea de dar caza a los hombres m¨¢s malvados del mundo. Contrasta con los grandes recursos empleados por servicios de informaci¨®n de las naciones de la OTAN en la persecuci¨®n de los criminales de guerra de los conflictos producidos en la antigua Yugoslavia.
Seg¨²n el Gobierno ruand¨¦s, que ha suministrado a EL PA?S la lista de los 23 jefes genocidas m¨¢s buscados, a Kabuga -el m¨¢s buscado de todos- se le ve con frecuencia, todav¨ªa hoy, en Bruselas, sede de la OTAN. Ocho de esos 23, seg¨²n los servicios de informaci¨®n de Ruanda, incluso viven de forma permanente en Bruselas, que fue capital de Ruanda hasta que B¨¦lgica cedi¨® su peque?a colonia africana, en 1962.
A falta de un personaje como Pinochet o Hitler, al que atribuir una culpa simb¨®lica y suprema por el genocidio de Ruanda, ?qu¨¦ criterios usan las autoridades ruandesas para determinar las identidades de aquellos a los que con m¨¢s urgencia desean llevar ante la justicia?
Un examen del papel desempe?ado por F¨¦licien Kabuga ayuda a conocer la respuesta.
Kabuga, de 65 a?os, es el m¨¢s viejo de la lista; el presidente Kagame le calific¨®, en una entrevista con EL PA?S, como 'un cerebro' responsable del genocidio. 'Era un hombre muy rico, una riqueza que obtuvo de los que ocupaban el poder', explic¨® Kagame. 'Era el hombre que mandaba en la emisora de radio Mille Colines, que fue el principal instrumento de propaganda del genocidio. Fue quien orquest¨® el genocidio'.
El genocidio ruand¨¦s no fue, como algunos podr¨ªan pensar en Europa, una explosi¨®n espont¨¢nea de furia sanguinaria entre tribus. Pero el antagonismo tribal, en Europa llamado 'nacionalismo', existi¨®. Lo que hicieron los l¨ªderes del genocidio, como ya se sabe que hacen los dirigentes nacionalistas en todo el mundo, fue explotar esos sentimientos tribales, manipularlos y encauzarlos para sus propios fines pol¨ªticos y acosar a una poblaci¨®n pobre, sin educaci¨®n y f¨¢cilmente maleable para que colaborase activamente con su ej¨¦rcito de exterminaci¨®n o guardase un silencio c¨®mplice mientras ellos realizaban su nefasta labor.
De ah¨ª la importancia de un cerebro. Y un cerebro con el dinero suficiente para organizar y armar a los asesinos, para difundir el mensaje del odio.
No hab¨ªa nadie tan rico ni influyente como Kabuga en el akazu, una mafia peque?a y acomodada, un c¨ªrculo escogido que pose¨ªa todo el poder en el Gobierno hasta que los rebeldes del Frente Patri¨®tico de Ruanda (FPR), de Kagame, se hicieron con ¨¦l en julio de 1994. Philip Gourevitch, en su estremecedor libro sobre el genocidio ruand¨¦s, We wish to inform you that tomorrow we will be killed with all our families , describe el akazu como 'el n¨²cleo central de las redes conc¨¦ntricas de influencia y protecci¨®n pol¨ªtica, econ¨®mica y militar que acab¨® siendo el poder hutu'.
Los miembros del akazu, que significa 'casita', se sintieron amenazados, con raz¨®n, cuando el FPR asest¨® sus primeros golpes en 1990. Hac¨ªa tres d¨¦cadas que en Ruanda exist¨ªa un apartheid de facto: la mayor¨ªa hutu (85 % de la poblaci¨®n) dominaba y marginaba a la minor¨ªa tutsi. El FPR estaba compuesto por exiliados tutsi. Los akazu se convencieron de que, para conservar su riqueza y su poder, para mantener alejada la amenaza del Frente, lo mejor era poner en pr¨¢ctica una soluci¨®n final: aniquilar a los tutsi.
Kabuga, dos de cuyas hijas estaban casadas con los hijos del presidente Juvenal Habyarimana, pose¨ªa plantaciones de t¨¦, empresas de transportes, una f¨¢brica de harina y numerosas tiendas. Era el hombre m¨¢s rico de Ruanda. Emple¨® su dinero en la importaci¨®n de machetes, en grandes cantidades, para las matanzas, y fund¨® Radio Mille Colines para ense?ar a la gente a usarlos. El dinero de Kabuga tambi¨¦n fue fundamental para crear las interahamwe, las milicias de asalto, de nefasta memoria, organizadas y entrenadas para matar el mayor n¨²mero posible de tutsi en poco tiempo, sin desperdiciar balas.
'Kabuga era el rey de la emisora de radio', explica un alto funcionario ruand¨¦s. 'Era el propietario. Fue idea suya'.
Y una idea brillante. En una naci¨®n en la que la radio tiene mucho m¨¢s alcance que los dem¨¢s medios de comunicaci¨®n de masas, Radio Mille Colines tuvo un ¨¦xito enorme, sobre todo por la emisi¨®n del tipo de m¨²sica que la gente deseaba o¨ªr. En medio de la m¨²sica predicaba un mensaje de supremac¨ªa hutu que, a medida que se acercaba abril de 1994, se fue transformando en una incitaci¨®n a no mostrar ninguna piedad hacia la poblaci¨®n tutsi.
Los oyentes hutu pudieron escuchar c¨®mo no s¨®lo se les instaba, en general, a aplastar a las 'cucarachas' tutsi. Se les recordaba que cualquier tutsi vivo era una amenaza potencial. Incluso los ni?os. Incluso los ni?os no nacidos. Una vez iniciada la matanza, Radio Mille Collines insist¨ªa a su audiencia hutu en que arrancasen los fetos de los ¨²teros de las mujeres tutsi. Y esas ¨®rdenes se obedec¨ªan. Hubo casos reales de mujeres embarazadas a las que se les abri¨® el vientre con machetes de Kabuga.
Antes de que acabase el genocidio, mientras el FPR pon¨ªa cerco a Kigali, Kabuga huy¨® del pa¨ªs a trav¨¦s de Congo y, de all¨ª, se encamin¨® directamente a Suiza, donde hab¨ªa acaparado gran parte de su fortuna.
En junio de 1994 lleg¨® a Suiza, pese a estar incluido en la lista del Gobierno suizo de ruandeses a los que estaba prohibida la entrada en el pa¨ªs. Kabuga y su familia permanecieron en Suiza sin ser molestados hasta el 9 de agosto, cuando solicit¨® el asilo. Pero los medios de comunicaci¨®n se enteraron de su presencia, y el 18 de agosto fue expulsado. En Ruanda -pero no en muchos sitios m¨¢s- hubo gran indignaci¨®n ante la incapacidad de los suizos para aprehender a un hombre que, seg¨²n se vio, no era s¨®lo lo m¨¢s cercano en el mundo actual a un Goebbels vivo y coleando. Era, adem¨¢s, la principal fuente de financiaci¨®n del genocidio ruand¨¦s.
No s¨®lo sali¨® de Suiza sin dificultad, sino que se las arregl¨® para sacar varios millones de francos suizos del pa¨ªs. Desde entonces, su hogar ha sido ?frica. Si los pa¨ªses ricos no se han tomado pr¨¢cticamente ninguna molestia con Ruanda, las naciones africanas tampoco han mostrado un gran esp¨ªritu solidario. Kabuga vivi¨® tres a?os en Kinshasa. De all¨ª fue a Gab¨®n. Por ¨²ltimo, creen los servicios ruandeses de informaci¨®n, se instal¨® en Kenia.
En julio de 1997, presionado por la ONU, el Gobierno keniano de Daniel Arap Moi detuvo a 10 criminales de guerra buscados en Ruanda y los entreg¨® al tribunal de Arusha. Kabuga, el pez m¨¢s gordo de todos, consigui¨® escapar. Le dieron el soplo por adelantado, y huy¨® a las Seychelles.
Seg¨²n la documentaci¨®n oficial de Ruanda sobre Kabuga, ¨¦ste vive en Kenia y viaja habitualmente a la Rep¨²blica Democr¨¢tica de Congo (donde el ej¨¦rcito de exterminio de los hutu est¨¢ a la espera de regresar para rematar su tarea) y Gab¨®n 'bajo la protecci¨®n del presidente Arap Moi'. Tambi¨¦n se le ha visto, en los ¨²ltimos a?os, en B¨¦lgica, Alemania y las Comores.
?Por qu¨¦ no le expulsa Kenia? 'Dos razones', explica con iron¨ªa un funcionario ruand¨¦s. 'A) Corrupci¨®n. B) Corrupci¨®n. En pocas palabras, ha comprado a los kenianos'. Tal vez ¨¦stos estaban entre los aludidos por Carla del Ponte, la fiscal del Tribunal Penal Internacional para Ruanda, cuando dijo, el a?o pasado, que la detenci¨®n de varios individuos acusados estaba siendo obstaculizada por dos pa¨ªses africanos que les daban asilo. No nombr¨® los pa¨ªses, pero s¨ª explic¨® por qu¨¦ gente como Kabuga viaja por el mundo con tanta impunidad. 'Estos fugitivos viajan alrededor del mundo usando nombres diferentes y pasaportes genuinos que les conceden ciertos pa¨ªses africanos', afirm¨®.
Mientras tanto, el Gobierno de Ruanda cree que, aparte de llevar una vida acomodada, f¨¢cil y viajera, Kabuga es la principal fuente de financiaci¨®n de los rebeldes hutu que se encuentran en Congo; la mayor amenaza de que vuelva a repetirse la historia del genocidio de 1994. Entre los que se benefician de la generosidad de Kabuga est¨¢n Tharcisse Renzaho y Augustin Bizimungu.
Bizimungu era jefe del Estado Mayor del Ej¨¦rcito ruand¨¦s durante el genocidio, y uno de los principales ide¨®logos, dentro de las Fuerzas Armadas, partidarios de llevarlo a cabo. Hoy es jefe supremo del ej¨¦rcito hutu en el exilio. Se dice que viaja entre Congo y Sud¨¢n y se le ha visto en diversas ocasiones en Angola, Gab¨®n y Benin.
Renzaho, que tuvo un papel m¨¢s directo que Bizimungu en la ejecuci¨®n de las matanzas, vive ahora en Lubumbashi, en la Rep¨²blica Democr¨¢tica de Congo, donde ocupa un puesto en el alto mando del ej¨¦rcito en el exilio. Ha viajado a Tailandia y Corea del Sur en expediciones de compra de armas.
De los militares que todav¨ªa est¨¢n en libertad, ninguno tiene las manos m¨¢s ensangrentadas que Renzaho. Quiz¨¢, m¨¢s que un simple kommandant de un campo de concentraci¨®n, es una especie de Himmler ruand¨¦s. Alcalde de Kigali, la capital de Ruanda, y coronel al mismo tiempo, era el puente entre las interahamwe y las Fuerzas Armadas. El Gobierno actual de Ruanda acusa a Renzaho de haber sido el principal distribuidor de armas a las interahamwe y otros asesinos voluntarios entre los hutu; el organizador de sucesivas matanzas en Kigali y el pa¨ªs en general, y miembro personal de un escuadr¨®n de la muerte encargado de seleccionar a personajes pol¨ªticos cuya muerte se consideraba especialmente urgente. Utiliz¨® su conocimiento y su control de Kigali para encontrar las iglesias y otros escondites en los que se llevaron a cabo matanzas de tutsi y para identificar los mejores lugares en los que establecer controles de carretera con el fin de cerrar las rutas de escape para los aterrorizados tutsi de la ciudad.
'Renzaho era el verdugo jefe en Kigali', declara un funcionario ruand¨¦s que se ha dedicado a reunir datos sobre los criminales de guerra. 'Pero Kabuga era peor. Peor, porque era el principal ide¨®logo. El estratega. El m¨¢s perverso. Los dem¨¢s le hac¨ªan el trabajo sucio'.
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